El rotundo triunfo electoral de Cristina Fernández del 23 de octubre último le dejó las manos libres para anunciar la "sintonía fina" en la economía, indispensable si quiere garantizar la continuidad de un "modelo" que empezaba a dar signos de fatiga.
Primero buscó frenar la alarmante fuga de capitales, que ya superaba los 3.000 millones de dólares mensuales, y ahora va por el desmantelamiento del esquema de subsidios que empezaron a dejar las cuentas al borde del déficit.
Ambas decisiones son clave para sostener el esquema económico actual, pero no atacan todavía el problema de fondo que tiene la Argentina, una inflación exorbitante.
El equipo económico parece carecer de estrategia para frenar una escalada de precios que no se detuvo tras el triunfo político del oficialismo, por lo que no puede ser adjudicada a expectativas preelectorales.
Estas medidas, y las que se irán anunciando en las próximas semanas, venían preparándose hace meses, pero Cristina evitó darlas a conocer antes del 23 de octubre porque tendrán un duro impacto sobre distintos sectores, en especial las clases medias.
Es que el control cambiario que pone fuertes trabas a la compra de dólares en la cadena minorista, y ahora la anunciada intención de quitarle subsidios a las tarifas, apuntan con fuerza al bolsillo de sectores medios de la población.
La clase media, llamada "jamón del sandwich" por algunos economistas o, menos piadosamente, considerada "bosta de paloma" por Juan Perón, por ser, a su juicio, "indiferentes, sin color ni olor propio", empieza a sentir un frío recorriéndole la espalda.
Las trabas a la compra de dólares la afectan directamente, porque las pequeñas compras que venía realizando mes a mes, para evitar finales temerarios como los que vieron sufrir a sus padres y abuelos hace 15 ó 30 años, con devaluaciones y exacciones de todo tipo, quedaron casi totalmente frenadas.
Ahora, las clases medias quedan obligadas a ahorrar en pesos, y eso en la Argentina nunca garantizó nada, como se demostró a lo largo de una historia donde los descalabros económicos fueron moneda corriente.
La AFIP es la que ahora dispone quién puede comprar o no en el mercado de cambios, y todo indica que en la mayoría de las decisiones se inclina por denegar las autorizaciones o administrar según las necesidades del Banco Central.
Ni siquiera la opción de invertir los ahorros en ladrillos aparece ahora posible para las clases medias, porque ese mercado está totalmente dolarizado, y si acepta pesificar lo hará a un costo de intereses altísimo, como ya se empieza a insinuar.
El segundo impacto grande sobre las clases medias se producirá con el recorte de subsidios, una medida necesaria para dotar de mayor equidad al sistema de servicios públicos, pero que representa una mala noticia para esos sectores de la población.
Si bien el costo de los servicios como electricidad, gas, agua y transporte es marginal para los segmentos altos, en el caso de quienes viven de un salario, sea mayor o menor, tiene un impacto muy fuerte.
Basta sólo hacer el siguiente ejercicio: si usted se considera de clase media, tome las facturas de luz y gas de este año y sume el monto de los subsidios que le vinieron diferenciados en la factura y con un gran cartelón rojo donde el gobierno le recordaba que ese servicio era "subsidiado por el Estado Nacional".
Verá que la suma puede representar varios cientos, e incluso miles de pesos, que ahora deberá cada familia poner de su bolsillo.
Por ello será clave el rol que tendrá la comisión creada para analizar sector por sector, y por franja de consumidores, a quienes se les quita o no el subsidio.
Pero más allá de quienes caigan en la volteada, la cuenta aparece sencilla: si el Estado pone 70.000 millones de pesos anuales en subsidios y pretende dejar de gastar la mayoría de esos fondos, alguien deberá poner la plata.
José Calero
NA