Hay una dimensión en la saga de cruces que vienen protagonizando Cristina Kirchner y
Se han hecho varias lecturas, acaso algo apresuradas, respecto a que Cristina quiere romper con Moyano. Los pasos que ha dado
Lo que parece buscar Cristina es anoticiar a Moyano de que las reglas definitivamente cambiaron. Si cuando vivía Kirchner la percepción en el mundo político era que el sureño y el gremialista eran casi socios en la faena de "consolidar el modelo", ahora ella, con el respaldo fenomenal del 54,5% de los votos de octubre, apuntaría a desbalancear las cargas de esa sociedad política a su favor.
Se admite en el oficialismo: mejor si se va Moyano de
Kirchner se había volcado a Moyano en la búsqueda de un aliado que le permitiera regular razonablemente la demanda salarial y mantener la "calle ordenada", como suelen decir en el kirchnerismo.
Antes, con legítimas recetas de inclusión social o meros resortes de clientelismo (dependerá qué mirada haga el análisis histórico del tema), el santacruceño había cooptado a prácticamente todo el espectro de organizaciones piqueteras que solían convertir en un infierno las principales ciudades del país cuando se movilizaban para protestar. Así, salvo mojones, Kirchner logró gobernar con cierta paz social él mismo y luego su esposa.
Cristina avanzó con medidas más concretas en la materia, como la asignación universal por hijo pero, por otro lado, tuvo que lidiar con la muerte de Mariano Ferreyra en manos de una patota sindical. Eso también fue un clic.
Cristina ahora parece reformular aquella alianza inicial de su esposo, dándole más peso, más mimos, más ponderación en su segundo mandato al sector empresarial. En especial a los industriales de
Si esto va o no en detrimento del sindicalismo moyanista se verá con el tiempo, e incluso si un eventual despecho de Moyano repercute en "la calle". También deberá evaluarse en qué medida ese acercamiento a las empresas ayuda a sostener un año económico en el que, salvo el hecho de que continuará el crecimiento, se prevén algunas complicaciones en otras variables.
El distanciamiento entre Moyano y el Gobierno es obvio, más allá de intentos verbales por maquillarlo. Antes,
El moyanismo juega incluso con la idea de no abandonar aquel proyecto que genera urticaria entre empresarios para que las compañías repartan ganancias con sus empleados. Cristina respondió que eso deberían arreglarlo entre las partes implicadas sin necesidad de una ley y del lado gremial le respondieron con la desmesura de hablar de reparto de dividendos también en el sector estatal. No hay límites para los creativos de la pirotecnia verbal.
Más tensiones: el Gobierno, a través de voceros oficiosos y no tanto, viene blandiendo la idea de avanzar con un cambio en el marco regulatorio de las obras sociales sindicales. Es una importante caja que manejan los gremios, que se quejan por los atrasos del Estado nacional en pagar las deudas varias veces millonarias que tienen con ellas. En un contexto de sequedad de las arcas oficiales para 2012, aquella versión se torna relativamente verosímil para los sindicatos. Y eso los pone nerviosos.
Algunas repercusiones políticas de este distanciamiento son públicas. Como el ninguneo presidencial, casi una bisagra, en la confección de las recientes listas de candidatos del PJ, que mostraron ausencia casi total de referentes gremiales.
Y existen otras repercusiones más subterráneas. Como conversaciones cada vez más fluidas entre Moyano y gente de Daniel Scioli (¿una apuesta a la posible candidatura presidencial del bonaerense?) o incluso cierta buena sintonía entre el camionero y el tigrense Sergio Massa quien, dicen, está cada vez más lejos del cristinismo gobernante.
Mariano Pérez de Eulate
NA