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El psiquismo independizado del cuerpo

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(EN UN FUTURO LEJANO PERO POSIBLE)
(EN UN FUTURO LEJANO PERO POSIBLE)

Podemos plantear el siguiente caso de corte futurista, consistente en la metamorfosis del actual Homo sapiens en un ser excelso a carta cabal, una especie de superhombre suma perfección gracias a la tecnología de la genética aplicada al hombre del presente con el fin de transformarlo en un dechado de virtudes.

 

 Se plantea el siguiente caso: un futuro superhombre, la población galáctica, la supertecnificación, el saberlo todo, y… ¿después qué?

 El hastío absoluto puede ser la peor amenaza para la humanidad del futuro. En uno de mis libros he planteado la siguiente pregunta metafísica: Aquel dios idealizado por los teólogos como ser eterno, al crear una vez el mundo, ¿lo hizo quizás con el fin de evadirse de su aburrimiento?

 Al menos esa idealización de eternidad en soledad a la que luego añade el acto de la creación con el consecuente “complicarse” la existencia con el mundo (celestial y terráqueo) lleno de problemas, da lugar a este herético interrogante. Siempre, claro está, siguiendo la corriente de la fantasía, en el terreno ideal.

 Nadie puede conocer hasta qué punto es posible incrementar la inteligencia humana. En uno de mis libros editados, titulado Razonamientos ateos, he tratado acerca de la posibilidad de la existencia de supuestos dioses no todopoderosos, ni infinitos, sino productos de la tecnología de supercivilizaciones que hayan arribado a la etapa del dominio total de la materia circundante, y haber permanecido ellos como formas de energía pura organizada.

 ¿No podría seguir la humanidad el mismo derrotero?

 Nadie puede afirmar, como tampoco refutar esta posibilidad.

 Por otra parte, nadie tiene derecho a tachar este tema de poco serio, totalmente utópico o cargado de necedad, pues aún no sabemos qué puesto ocupamos en el cosmos o en el anticosmos, porque recién comenzamos a “asomarnos” al universo con nuestro conocimiento astronómico experimental.

 Los “doctos” teólogos del pasado, no sólo hubieran rechazado toda insinuación al respecto, sino también –esbozando una compasiva sonrisa- tildando de mentecato a todo aquel quien incluyera en sus argumentos antiteológicos estas cuestiones. Tal vez ni siquiera se ocuparían de continuar la lectura de su obra al hallarse en alguna página con semejante “disparate”.

 Sin embargo, al leer a muchos teólogos y pensadores de la Antigüedad, no es raro hallar “disparates” tales como que el espacio es un dios (Henry More), o que la atracción de las masas es la acción del espíritu de un dios que empuja los cuerpos o los átomos (según Newton, por ejemplo), y asimismo tira de ellos para que no se junten demasiado y hagan del mundo una masa única concentrada (Richard Bentley).

 Y… a propósito de vida extraterrena, el teólogo Nicolás de Cusa en su obra La docta ignorancia (capítulo XII) hablaba de habitantes del Sol, de la Luna y de otras regiones pertenecientes a las estrellas.

 Incluso decía sospechar que los habitantes del Sol eran más claros iluminados e intelectuales; más espirituales que en la Luna en donde son más lunáticos, y en la Tierra donde son más materialistas y groseros.

 Los teólogos de la actualidad, quizás sean más elásticos al respecto, aunque muchos de ellos aún se muestren renuentes a la aceptación de posibles superinteligencias “cósmicas” pura energía organizada, capaces de dominar, no al universo de galaxias entero, por supuesto, pero sí a la materia circundante obligándola a “darles el ser”.

 Este destino de dioses, quizás le esté reservado a la Humanidad del futuro, más allá todavía de algún superhombre superinteligente que yo (en mi locura) pretendo en una de mis obras tituladas titulada precisamente: El superhombre genético.

 El fenómeno vida es muy improbable y lo es aun más el fenómeno conciencia inteligente.

 Quizás seamos casi únicos en nuestra especie en el universo de galaxias. Esto es lo más probable. Sin embargo como ya he dicho, no podemos descartar en absoluto la posible pluralidad de supercivilizaciones como lo creen muchos científicos.

 Pero aquí viene el metafísico interrogante: Estas hipotéticas formas energéticas organizadas como suprainteligencias, independizadas de todo cuerpo, ¿podrían ser eternas?

 Ello es sobremanera dudoso, puesto que ni el propio universo de galaxias es eterno en su forma, desde cuando se expande indicando un proceso que terminará alguna vez.

 Además si el dominio de sistemas solares en determinadas áreas galácticas fuera posible, es dudoso que alcanzara a abarcar toda una galaxia.

 Las zonas galácticas con posibles civilizaciones en expansión pueden ser conturbadas de tal modo que sean aniquiladas dichas civilizaciones. Pero… ¡tratándose de dioses con pleno dominio sobre la materia!

 Admitamos que estos entes domaran toda una galaxia, ¿podrían abarcar otras?

 Quizás sí, si se tratasen de galaxias próximas pertenecientes a una metagalaxia o grupo galáctico.

 ¿Podrían abarcar todo el universo de galaxias? Es muy dudoso ante los límites de velocidad que aún hoy admite la física: 300.000 kilómetros por segundo (velocidad de la luz).

 Otra cosa sería si la física actual estuviese equivocada al respecto, aunque no conviene aquí entrar en detalles acerca de otros impedimentos, porque ello rebasaría la índole de este artículo, como por ejemplo el choque entre legiones de supuestos “dioses” provenientes de diversos orígenes naturales de diversas galaxias, etc. pues es posible que no todos estos hipotéticos entes sean pura bondad, frutos de la buena voluntad como los que propongo para la Humanidad.

 Entonces, al no existir tiempo suficiente (aún tomando en cuenta la einsteniana idea del retraso del tiempo a velocidades próximas a la de la luz) para dominar toda la materia del universo de galaxias y obligarla a un comportamiento planificado, por causa de la “lentitud” de los desplazamientos de esas hipotéticas formas energéticas organizadas suprainteligentes, es muy probable que el Anticosmos (que yo denomino Macrouniverso) absorba dichas formas energéticas o “dioses” para aniquilarlas mucho antes de su expansión total.

 Recordemos el big bang, el universo pulsante y los agujeros negros del espacio, que cual embudos anticósmicos succionan materia hasta comprimirla a volumen crítico, e impiden el escape de partículas que se mueven con la velocidad de la luz

 En una suposición, ¿podrían estos “dioses” sobrevivir a pesar de todo a la contracción de todo el universo de galaxias e impedir la formación de un nuevo supersol listo para un siguiente big bang o dominar una ventana o pozo negro del espacio? Esto ya raya en una ingenua fantasía apta tan sólo para escribir un tema de ciencia ficción.

 Sin embargo, nadie se formula la pregunta: ¿qué harán los seres inmortales cuando lo sepan todo, cuando lo hayan ensayado, realizado y repetido todo hasta el cansancio?

 Aunque escaparan de los “pozos negros”; aunque impidieran una concentración universal aniquiladora y un nuevo big bang, y sean entonces eternos, ¿qué harían?

 ¿Acaso crearían cada cual un mundo propio para obtener motivos existenciales, o para gozar de él como dicen los teólogos que lo hizo su dios creador único? “Dios se goza en sí y en los otros seres”. (Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, Libro I cap. XC).

 ¿Qué clase de mundos podrían crear si ya todo habrá sido explorado, todo arte agotado, toda posibilidad de novedad utilizada?

 Igual que el dios de los teólogos, quien desde la eternidad sabía del mundo a ser creado y de todos sus acontecimientos (detalle que le impide existir como creador tal como ya lo hemos visto), así también cada mundo de cada dios natural aburrido sería algo ya conocido y carente de sentido.

 Si para el dios de los teólogos, quien según ellos vive en un eterno presente y conoce todo el pasado, el presente y el futuro, el mundo debe carecer de interés por conocido hasta el mínimo detalle con toda su historia pasada, presente y futura, también para las teóricas superinteligencias creadoras conocedoras de todas las posibilidades, todo debe ser inútil.

 El dios de los teólogos como ente absoluto no puede existir, según lo explicamos, porque, si todo ya es conocido por él desde la eternidad pretérita hasta la eternidad futura, entonces carece de sentido tanto su creación como su supuesto goce, y su propia existencia como creador. En cambio, los dioses de origen natural realmente podrían existir pero no siempre, so pena de caer en el más completo hastío y perder toda razón de existir como tampoco el dios sobrenatural de la teología, salvo que optaran por amnesiarse para comenzar siempre de nuevo. Pero borrar todo recuerdo equivale a una muerte. Se asemejarían a la fábula del ave Fénix que siempre renace de sus cenizas, pero toda vez con una conciencia distinta.

 Esos dioses no podrían ser inmortales, pues necesitarían de la muerte para huir del hastío total, para dar lugar a nuevos seres conscientes destinados a recorrer el mismo camino.

 Conformémonos entonces con el “mientras tanto”, con el “camino” que aún nos queda por transitar hasta la etapa de “dioses energéticos independizados de la materia”. Previo paso por la etapa del superhombre de carne y hueso, para luego, ya como tales dioses, aun continuar siempre en el “sendero”. En una “senda”, cuyo trayecto como ya dijimos, deberá consistir en un “hacer siempre algo”, crear cosas como investigar, tecnificar, buscar emociones sanas en el arte y la cultura, hallar deslumbramiento en la expansión cósmica de la civilización, obtener satisfacciones por lo hecho y curiosa expectación por todo aquello que aun queda por hacer En suma buscar motivos existenciales sanos y “vivir”.

 Para el mantenimiento de las condiciones “normales” de nuestro sistema solar, se calculan aún muchos millones de años. Los astrónomos calculan para el Sol, por ejemplo, una vida de unos 5000 millones de años más. No podemos saberlo a ciencia cierta. Además, la Tierra sin duda perderá sus actuales condiciones aptas para la vida tal como ésta se halla adaptada a su medio, mucho antes que muera el Sol. Pero de todos modos, aún le quedan a la Humanidad muchos millones de años para ultratecnificarse, metamorfosearse genéticamente e incluso escapar de cualquier evento catastrófico que pudiera ocurrirle al Sol o acaecer en la cercanías de nuestro sistema planetario. Lo principal es que sepa soslayar la posibilidad de la catástrofe autodestructiva siempre en cierne en nuestra generación actual.

 Como corolario de este escrito, sólo resta recalcar que, sin dios alguno, solos en este transitorio semicosmos que nos rodea, inmerso a su vez en una magna catástrofe, cual es el universo de galaxias en expansión, fruto de una titánica explosión que los cosmólogos denominan big bang, debemos conformarnos con ser mortales aunque extraordinariamente longevos en el futuro.

 El Anticosmos nos rodea proceloso, más allá de nuestro pequeño cosmos-orden que no abarca siquiera a nuestra galaxia entera, sino tan sólo una región de ella. Ya hemos visto que en la propia Vía Láctea ocurren hechos de suma violencia. Pero el espacio que nos rodea inmediatamente, que abarca una constelación, que contiene por ahora astros que se comportan más o menos con mansedumbre, puede ser incursionado por nuestras naves del futuro y en su seno el hombre, o el superhombre (su descendiente), está llamado a crear maravillas.

 Desde ya que si el hombre posee suficiente idea innata de perfección y capacidad técnica para reformar y perfeccionar lo que la burda naturaleza por sí sola ha formado a los tumbos, ¡qué no haría un superhombre!

 A su vez, si este se transformara en un dios o semidiós energético (sigamos fantaseando un poco), independizado de la materia orgánica, ¡cuántas maravillas podría crear!

 Estos: el superhombre como producto de la auto-metamorfosis del larval hombre actual, y el dios energético concebido y producido a su vez por el superhombre, serían los verdaderos creadores de perfección.

 En sus mundos creados no tendría por qué existir el odio, la ambición desmedida ni la violencia.

 La infinita gloria, el más grandioso mérito de la actual Humanidad entrada ya en el siglo XXI, sería la creación de seres sublimes en el futuro, erradicando el mal de esta área del universo de galaxias. Por lo menos hasta donde alcancen sus posibilidades y hasta donde se lo permita el tiempo necesario para expandirse.

 Si más allá existen horrores, injusticias y dolor, pero son ignorados, es como si no existieran.

 Sin embargo, la misión de esos dioses naturales del futuro podría extenderse incluso hacia otras civilizaciones, si existen, para angelizarlas si poseen una naturaleza tortuosa proclive hacia la maldad, como la tiene el hombre actual.

 Al hallar estos dioses naturales buenos a otras civilizaciones inferiores en estado lastimoso de desentendimiento (si es que tienen razón los que sostienen su existencia) en pie de guerra o con perspectivas sombrías de supervivencia, por razones ideológicas como es el caso de nuestra civilización actual, deberían intervenir pacíficamente con sus poderes por obligación moral para frenar tal desatino y cambiar la propia naturaleza de semejantes seres.

 

 Para epilogar, tan sólo nos queda por repasar concretamente lo analizado:

 Lo espiritual no existe. No existen pruebas. Los posibles “mundos paralelos”, esos mundos o antimundos de otras dimensiones separados o entretejidos con el nuestro, sospechables y aceptables por las pseudociencias no pueden existir de modo que lo sobrenatural que tendría influencia sobre el mundo material, es una utopía.

 No puede existir ninguna clase de dios como lo idealiza la teología natural o teodicea. No puede existir tampoco un dios-mundo según sostiene el panteísmo. Tampoco dos principios poderosos antagónicos, uno superior al otro o equiparados en fuerzas, que luchen uno por el bien, otro por el mal.

 Finalmente, resulta harto difícil aceptar a ciertos dioses naturales, frutos de supuestas civilizaciones extraterrestres con alta tecnología y dominio biológico, que nos hayan planificado o que nos estén vigilando.

 Estamos solos en una pequeña y relativa porción del todo; rodeados del proceloso Anticosmos; asimismo a merced de los propios desatinos humanos.

 Pero tenemos la solución para asegurarnos en la existencia y tornarla más plácida.

 Somos los que podemos transformarnos en dioses de carne y hueso, o especies de ángeles buenos a años luz del mal. Para lograrlo poseemos Ciencia, Tecnología e idea de perfección. Manos a la obra entonces, sólo nos hace falta buena voluntad.

 Recomiendo a los lectores una de mis recientes obras titulada El Homo sublimis (Una especie de superhombre genético del futuro, creada por los genetistas) y como refuerzo: El temible sueño eterno, también de reciente aparición.

 

 Ladislao Vadas

 

 
 

40 comentarios Dejá tu comentario

  1. Porque no discuten sobre lo que Vadas propone como hipotesis, en vez de discutir a Vadas. No les parece que el hace un esfuerzo para lograr un ambito de discusion, y uds. al hacerlo centro del debate, estan desvirtuando el objetivo propuesto por el autor ?

  2. Pichon deben creer que hay espiritus sueltos, los estaran buscando desesperadamente hasta encontrar alguno o solo les basta con creer que existen ?

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