Es preocupante ver a la Presidenta de la Nación recurrir al fantasma de la desestabilización cada vez que debe enfrentar una protesta, un titular de diario, una declaración de la oposición, una investigación por corrupción o, como es el caso de este martes, un incidente provocado por sujetos violentos y un trágico accidente carretero que fue un hecho fortuito donde, desgraciadamente, se vieron involucrados los gendarmes que volvían de prestar servicios en Cerro Dragón. Cristina, una vez más, puso las culpas afuera, atacó a todos y aprovechó la coyuntura para opacar el reclamo que le planteará en Plaza de Mayo, su ex amigo, Hugo Moyano.
A esta altura del kirchnerismo me preocupan dos cosas: la salud psicológica de la Presidenta y la institucionalidad. En este último caso, no porque crea que peligra el gobierno democrático, sino porque la baja autoestima que padece Cristina Fernández nos hace vivir en vilo sobre si en realidad este gobierno está capacitado para resistir una crisis real, seria y grave, como hasta ahora no se ha dado en el país. Sobre la salud psicológica de la Presidenta, me preocupa su permanente vocación a ver en cada hecho que sucede en el país, en cada palabra demás que se dice, en cada protesta que se genera, un hecho destituyente.
En este sentido hago dos lecturas de esta actitud presidencial. O la gestión de CFK es muy débil (cosa que no creo) y ante cada estímulo de la sociedad se le encienden todos los miedos, o nos miente. Si nos miente, quiere decir que utiliza en forma recurrente el mismo argumento para blindar sus carencias y pretende devolver a la sociedad el mensaje victimizado de quien intenta usufructuar para su propio pecunio político cada oportunidad que le es “favorable” al poder. Y es grave.
Visiblemente molesta por la marcha que hará Hugo Moyano (un invento puro del kirchnerismo), la Presidenta salió en cadena nacional a decir algunas barbaridades.
En principio trató de “desestabilizadores” a 400 personas que atacaron el yacimiento de Cerro Dragón en Chubut rompiendo todo, hiriendo gente y destrozando instalaciones. Tal vez la Presidenta equivocó el calificativo y le dio demasiada entidad política al asunto, lo cual podría haber resumido en una sola palabra: delincuentes.
No creo que la facción auto-denominada “Los Dragones” sean guerrilleros con un plan orquestado para destituir al gobierno nacional ni taladrarle las patas del sillón de Buzzi. Son simplemente un grupo de inadaptados que cometen actos delictivos y cuyos responsables deberían estar presos y no sentados, negociando con una petrolera.
“Querían un muerto, ahí lo tienen”, dijo CFK, sin aclarar a quién se dirigía con sus palabras. Si era a la UOCRA, hay que recordarle a la Presidenta que Gerardo Martínez, titular del sindicato, pertenece a su staff de gremios adulones. Si iba dirigido a Martín Buzzi, lo pinta como un inepto para resolver un conflicto y tiñe una tragedia involuntaria en una sospechosa conspiración que nadie acierta a entender de dónde proviene. Si se lo dijo a Moyano, es como hacer cargo de la caída de la Bolsa de Nueva York al almacenero de la esquina del barrio.
¿A quién le tiró el muerto, Cristina? Obviamente a todos y a nadie en particular. A quienes hacen paro, hablan mal del Gobierno, se oponen, discuten, protestan y patalean denunciando la corrupción y la soberbia de la Presidenta.
Es delirante pensar que la Presidenta haga de un hecho fortuito, trágico e involuntario, como un accidente de tránsito, una cuestión política. Lo ocurrido en Cerro Dragón no tiene ni comparación con el tema Sayago, ocurrido en Las Heras en el 2006 y que ella se encargó de mencionar. Allí sí, la muerte del oficial, provino de una mala praxis política y policial, y de paso recordemos que el gobernador de entonces era Sergio Acevedo, un arlequín de Néstor Kirchner que atizó el conflicto mientras le fue funcional y no supo detenerlo cuando se le fue de las manos. Ninguna duda que “ese muerto”, fue de ellos.
“No voy a permitir que Gendarmería salga más a la calle”, expresó enojada, dando por sentado que no cumplirá la Constitución, las leyes vigentes y las órdenes que puedan dar los jueces. La Presidenta no vio con los mismos ojos cuando Gendarmería militarizaba las calles de Río Gallegos en el 2007 y era su marido quien ordenaba su desplazamiento en la provincia para poner a salvo los intereses empresariales, que no eran precisamente, de los trabajadores.
Concluyó la Presidenta: “Si las concesiones fueron otorgadas por el gobierno de la provincia y los yacimientos son de ellos, está claro que entre la empresa y el gobierno de la provincia debieron haberse hecho cargo”. El tema, indudablemente, refiere a Martín Buzzi, pero es un tiro por elevación para otras provincias, como Santa Cruz, que cíclicamente es castigada por fuertes conflictos petroleros. Sin embargo, la frágil memoria de CFK no parece registrar pequeños datos de la realidad que omite en su discurso. Las concesiones petroleras “otorgadas por las provincias”, no son ni más ni menos que las que se entregaron bajo las pautas especialmente diseñadas y negocios cerrados de antemano con las petroleras por parte del gobierno nacional. A estas alturas, pocos o nadie cree que un gobernador, se trate de Buzzi, Peralta o quien sea, podría cerrar un acuerdo unilateralmente sin el consentimiento y la orden expresa del gobierno nacional.
Finalmente, valoramos que la Presidenta se haya dado cuenta de que los conflictos deben ser resueltos por las autoridades provinciales y las empresas petroleras; sin embargo me hace ruido aún el porqué la mandataria envió a fortificar especialmente los yacimientos en Santa Cruz y por qué manda a Gendarmería a reprimir los piquetes en contra de la minería en el NOA. ¿O en este último caso, la señora tendrá algún interés superlativo que amerita el uso de esa fuerza de frontera para cuidarle los negocios a la Barrick Gold?
Mucha exacerbación, bronca y ataque dialéctico por parte de la mandataria que parece esconder una gran debilidad. Insisto, si un diario, un gremio o un grupo de 400 personas que producen actos delictivos en el interior provincial, son factores “desestabilizantes”, estamos en problemas.
El último exabrupto de CFK fue decir que a la marcha de Moyano no asistirá ninguna fuerza pública para cuidar el orden. Es decir que, a criterio de la Presidenta, todos los que vayan mañana a Plaza de Mayo son destituyentes, por consiguiente son sus enemigos y por lo tanto merecen quedar a la buena de Dios y no son destinatarios de los cuidados del Estado para que su protesta se desarrolle sin incidentes.
Siendo que en cada movilización de los militantes oficialistas, la Policía Federal brinda un fuerte operativo para resguardar la integridad de los manifestantes, cabe pensar que el Gobierno tiene bien delimitada la línea amigo-enemigo y, al más puro kirchnerismo, acciona. Para aquellos todos, para éstos nada.
Ahora bien, conociendo el pedigrí del kirchnerismo, basta preguntarse si las bases combativas que tiene el Gobierno —llámese D´Elía, Moreno y otros iluminados que conducen las patotas— no harán de las suyas mañana en medio de la movilización de camioneros y ante el servicio de “zona liberada” que propone el Gobierno como venganza por el acto que le plantean. Si así fuera, Cristina volvería cometer una brutal equivocación, porque si mañana por acción o inacción del Estado resulta un muerto, será a ella a quien se lo tiren en la vereda de la Rosada.
Glosario K
“Destituyente / desestabilización”:
2003: renuncia forzada que Néstor Kirchner le propinó al entonces Intendente de Río Gallegos Héctor Aburto, para que asuma otro FPVS, Juan Carlos Villafañe.
2006: golpe institucional al gobierno de Sergio Acevedo, promovido por Néstor Kirchner, que derivó en la renuncia del entonces Gobernador y la asunción del Vice. Carlos Sancho.
2007: golpe institucional al gobierno de Carlos Sancho, promovido y ejecutado por Néstor Kirchner, que lo quitó de la escena e hizo renunciar al Vicegobernador electo legítimamente en las urnas.
2009: amenaza de destitución del gobernador Daniel Peralta, no formalizada por parte de Rudy Ulloa y Néstor Kirchner, porque no contaban con un candidato potable para las elecciones del 2011.
2011: intento de golpe institucional (desestabilización) el 29 de diciembre a cargo de La Cámpora. Objetivo no logrado por la falta de apoyo y la escasa credibilidad que tiene el ala “joven” del FPV, que no posee capacidad ni para producir un autogolpe.
2012: acción de desgaste permanente (desestabilización) y sometimiento a operaciones políticas del vicegobernador Mariotto sobre el gobernador Daniel Scioli (que el mandatario se lo merezca por insulso, frío y obsecuente, no significa que esté bien).
Observación: sería necesario que la presidenta lea estos datos para que comprenda qué es un acto destituyente o desestabilizador, y entienda que el kirchnerismo es quien más lo ha puesto en práctica en la vida democrática del país.
Rubén Lasagno
OPI Santa Cruz