José Manuel de la Sota es un hombre obstinado. Antes de ser elegido gobernador de Córdoba por primera vez, allá por 1999, compitió y cayó derrotado varias veces frente al férreo dominio radical en La Docta. Perdió y perdió hasta que finalmente logró romper con aquella hegemonía histórica.
Por estos días, su obstinación pasa por la pelea financiera que mantiene con la Nación, que lo muestra en una actitud desafiante frente a la Casa Rosada, y por su objetivo de mediano plazo: ser candidato a Presidente en 2015.
Su abierto enfrentamiento con la gestión de Cristina Kirchner parece moldearlo en una posición de peronista crítico que no abunda: la del que tiene, además de peso político y rosca partidaria, responsabilidades de gestión. Por historia, es un referente nacional del PJ, donde ya lo ven como candidateable. En su caso no sucede lo que sí pasa con otros dirigentes que hoy parecen distanciados del cristinismo, como por ejemplo Daniel Scioli o Sergio Massa: ni poniendo la mayor buena voluntad alguien puede pensar que "El Gallego" pueda llegar a ser, alguna vez, un postulante que tenga aunque sea un "visto bueno con reservas" de la Presidenta.
La aspiración presidencial de De la Sota es admitida en su entorno, donde contaron que está próxima a desembarcar en la Capital Federal una fundación de perfil político ligada al él —se llamará Consensus— desde la que se armará un programa de gobierno, como si fuera un think thank delasotista, para el proyecto 2015. Asesores externos al gobierno cordobés, entre los que hay economistas, politólogos y publicistas, ya están en esa faena.
Proyecto con limitaciones
No es nuevo el intento. Ya en 2003 jugó transitoriamente el papel de candidato para enfrentar a Carlos Menem pero las encuestas no favorables lo hicieron desistir a él y a su impulsor —Eduardo Duhalde— de avanzar en esa pelea. Al final se animó el santacruceño Néstor Kirchner, que probablemente midiera menos que el cordobés.
Cerca del gobernador también admiten que intentarán construir un proyecto nacional con ciertas limitaciones objetivas, como la estrechez financiera que sufre la provincia y las reformas que se vienen llevando adelante para achicar el abultado déficit de la caja previsional cordobesa, en el que el propio De la Sota tiene parte de responsabilidad desde su anterior paso por la gobernación.
Esas reformas han generado protestas gremiales y sociales que, por ahora, no han tenido impacto —en términos de opinión pública— fuera de los límites de la provincia mediterránea. Algo que sí le pasó a Scioli cuando anunció el desdoblamiento del medio aguinaldo a los empleados estatales bonaerenses y generó un sonoro rechazo sindical, cuya repercusión lo hizo bajar en las encuestas. De la Sota, que suele dialogar con su colega de Buenos Aires, tomó nota de esa lección: nunca hay que tocar los sueldos, se propuso. Dicen que respetará a rajatabla esa premisa.
Está por verse, especulan en Córdoba, si el reciente embate que le propinó el Gobierno nacional a través de la difusión de un video en su contra en el entretiempo de un partido de fútbol, lo perjudica o lo favorece. Al fin y al cabo, tal como quería el fallecido Kirchner, la televisación del deporte más popular llega a todo el país. Se pregunta el delasotismo: ¿y si así contribuyen a nacionalizar una figura que, digámoslo, por ahora aparece relativamente acotada a la geografía cordobesa? Puede sonar a optimismo en demasía en el marco de una pelea, la mediática, en la que el Gobierno muestra misma la voracidad de un Pac-Man.
Una foto
Aquello del video también lo sufrió Mauricio Macri, pero en su caso no por un juicio por deudas con la Nación, como hizo "El Gallego", sino por el traspaso del subte. Ambos aparecen en la lista de personas "no gratas" en la Casa Rosada. Y ambos estarán juntos mañana, para una foto con destino de titular en la sección Política de los diarios: Macri visitará Córdoba por una cuestión institucional (abrirá allí una Casa Porteña) y el gobernador lo recibirá sonriente, como buenos colegas que son. Será un mensaje al kirchnerismo, cuidadosamente buscado. En el caso de De la Sota, la lectura indisimulable será que él no teme juntarse con los enemigos de la Presidenta.
Una ristra de gestos diferenciadores marcaron la ruptura definitiva del cordobés con el Gobierno nacional, luego de meses de diálogo cortado:
-Uno: la salida del Pacto Fiscal firmado en 1992, mediante una ley provincial, por la que Córdoba dejó de cederle a la Nación el 15% de la coparticipación del impuesto a las Ganancias; lo que significa que ahora tendrá ese porcentaje de fondos disponibles.
-Dos: el llamado al resto de los gobernadores a esa suerte de rebelión contra el poder central, pidiendo que también renuncien al acuerdo fiscal; en verdad, tuvo efecto casi nulo ya que sólo consiguió que el radical correntino Ricardo Colombi se plegara.
-Tres: la presentación judicial en la Corte Suprema contra el Ejecutivo nacional en el que exige el pago de 1040 millones de pesos que le debe la Anses a Córdoba desde 2011 por el convenio de armonización de la caja de jubilaciones provincial; eso le valió el video de respuesta en el Fútbol para Todos, donde acusaron a De la Sota de no cumplir con su parte de lo pactado.
-Cuatro: antes de todo eso, el año pasado, De la Sota mandó al diablo las negociaciones políticas con el kirchnerismo para la confección de listas conjuntas cuando la Presidenta quiso imponerle nombres de gente propia sin consultarlo. No hubo entendimiento.
La relación es irremontable y acaso sea justamente eso lo que despierta cierta expectativa en los sectores peronistas alejados del oficialismo. De la Sota empieza a jugar una épica de la recuperación del federalismo que, más allá del reclamo legítimo, buscaría convertirlo a él en un foco de atracción para las provincias que se sienten postergadas, que son la mayoría. Considerado uno de los mejores oradores que ha dado el justicialismo, una gran debilidad propia es la limitación para entrar en la poderosa Buenos Aires, donde mandan los K. "Será cuestión de explorar alianzas", se entusiasman las fuentes.
Mariano Pérez de Eulate
NA