No hace falta ser un avezado historiador para descubrir que los argentinos hemos vivido, de un tiempo a esta parte, pendientes de cronologías abstractas, y fijando almanaques que terminaron ‘otoñando’ sus hojas sin poder resistir los embates. Pocos países han perdido tiempo y oportunidades como el nuestro.
So pretexto de ser tolerantes se otorgan cien días de gracia a los gobernantes, nada más insólito si se traslada el hecho al sector privado donde, desde el vamos, sólo cuenta la eficiencia en el cargo. Después, el calendario electoral es el pretexto perfecto para resignarse y cruzarse de brazos. Hay una falsa creencia en la sociedad argentina: suponer que únicamente las urnas pueden modificar la escenografía.
La facultad de frenar atropellos es, más que un derecho, un deber del pueblo. Si se adjudica a las manifestaciones de la gente la renuncia de Fernando De la Rúa, no se comprende por qué hoy, se desestima tal metodología.
Antes de que Berlusconi diera un paso al costado, intentó cercenar la libertad de prensa mediante un controvertido proyecto de Ley Mordaza. La reacción fue inmediata, ni siquiera se espero el primer día hábil de la semana. En domingo, el pueblo italiano marchó masivamente contra la norma de "Il Cavalieri". A pocas horas, el entonces Primer Mandatario frenaba la moción. "Defectos de la democracia", decía...
En Argentina, por el contrario, se festejó la ley de Medios por el sólo hecho de reemplazar a una cláusula que no había sido establecida en tiempos de democracia. Como si no se hubiesen cometido aberraciones y vejámenes bajo el amparo de las votaciones populares...
Cuando el 28 de junio de 2009 triunfaba una suerte de freno al poder hegemónico del gobierno, se estipuló una tregua hasta diciembre cuando los nuevos legisladores asumieran. Luego, sería marzo. Se dejó hacer y deshacer hasta que el Ejecutivo acabó directamente, con el sueño de verlo limitado. Así, seguimos esperando.
¿Cómo y por qué creer que el 2013 será diferente? No hay donde fundar las bases de un argumento veraz para sostener eso. En cambio, la conciencia de estar atravesando una crisis estructural —donde las primeras víctimas son la ética y la moral—, proporciona junto a la jurisprudencia, herramientas para prever otro golpe a la constitucionalidad.
La administración kirchnerista suma para sí, una considerable cantidad de victorias pírricas. Veamos un ejemplo. Tres años atrás, el escenario político desplegada todo su gatopardismo, demostrando hasta qué punto, ciertas diferencias, no son sino más de lo mismo.
Culminaba agosto de 2009 con un oficialismo alborotado frente a la posibilidad de derogar las llamadas "facultades delegadas". En esos días, oposición y analistas advertían sobre las consecuencias de dejar en manos del Ejecutivo, unas 400 normas que debiendo ser responsabilidad del Legislativo le habían sido delegadas tras la reforma constitucional de 1994.
El tema cobró relevancia porque, para ese entonces, las retenciones al sector agropecuario protagonizaban las portadas de todos los diarios. Los relojes marcaban una suerte de cuenta regresiva, donde podía verse a los legisladores contando votos, como se cuentan los puntos en un partido de truco. Sólo faltaban porotos. De un lado y otro aseguraban tener los números necesarios. Nadie, sin embargo, se atrevía a dar garantía.
Tal como sucediera con "el voto no positivo" que catapultó a Julio Cobos como enemigo, el debate en el recinto se vivió como un Boca-River de domingo. Más euforia que razón, más negociado que patriotismo, más evidencia que percepción. La corrupción se apoderaba nuevamente de la política.
A Carlos Reutemann, le era arrebatada impunemente, su aliada más cercana: Roxana Latorre. Para la mayoría de los argentinos, hasta ese entonces, ese nombre era el de una ilustre desconocida. Lo cierto es que el kirchnerismo no tenía los votos sumando solo su gente. ¿Qué hizo? Los compró, sin eufemismos.
La senadora más fiel del ex corredor, políticamente lo sepultó. El voto de Latorre le permitió al gobierno mantener las facultades para fijar impuestos a su antojo. El oficialismo no juega limpio es cierto, pero su estrategia necesitó, inexpugnablemente, la deslealtad de otros.
En síntesis, lo que cuenta es que el gobierno consigue adhesiones parlamentarias como sea: entregando privilegios a unos, recursos a otros o promesas de empleos a legisladores que perderán el cargo —y sus consecuentes beneficios— en poco tiempo. Así como Roxana Latorre cayó presa de su voracidad por cubrir cargos con amigos, clientes y favorecedores, mañana puede caer cualquier otro ignoto legislador.
Lo cierto es que, después de 48 ó 72 horas de despotricar contra la santafestina traidora, la ciudadanía se olvidó de ella. Ahora vive plácidamente, gracias a las prebendas benefactoras ungidas en aquel triste cuarto de hora. Es decir, si alguna "voluntad" se tuerce en el recinto sabe que el costo social será efímero. Bajo esa premisa, ¿cómo asegurar una lealtad férrea? ¿Qué valor tiene esa virtud en la Argentina kirchnerista?
Además, antes que pudiese ahondarse en la polémica, el Ejecutivo ya estaba alimentando la demagogia para entretener a la ciudadanía. Desde el predio de la AFA, en Ezeiza, y junto a Diego Maradona, anunciaba "Fútbol para Todos", con bombos y platillos... Muchas voces opositoras se doblegaron también ante ese circo.
Hoy, puede descender la imagen positiva de la Presidente, puede haber una mayoritaria opinión negativa a su gestión administrativa, pero está demostrado con creces que la fortaleza de Cristina Kirchner es la debilidad de quienes se le oponen. Entre estos, ¿quién puede asegurar que no hay otro "Latorre"?
Recientemente hemos escuchado a Pino Solanas, a Felipe Solá y a Luis Juez, por citar algunos ejemplos no más, despotricando contra el gobierno mientras, simultáneamente, votaban su proyecto. Otros hicieron coincidir sus necesidades fisiológicas con la hora del voto, o se vieron demorados por el subterráneo (aunque viajan en auto).
Al margen de ese escenario, el empresariado tampoco define sus apetencias. Espera atemorizado ver hasta dónde llega el amedrentamiento, aún cuando ha habido pruebas fehacientes de la audacia oficial al respecto. Sin duda, diciembre es un mes clave. ¿Avanzará la Gendarmería sobre las oficinas del Grupo Clarín? Es la pregunta que se hacen.
Al unísono, avanzan las especulaciones en el reducido espectro con el cual Cristina comparte decisiones. Tienen más de un as en la manga: desde forzar una simultaneidad de los comicios con los de convencionales constituyentes, hasta adelantar la elección a mayo o junio de 2013.
No descartan tampoco que la jefe de Estado se presente como constituyente por la provincia para coartar a Daniel Scioli, y plebiscitar así su presidencia. Previo habría un festival de planes asistenciales, obra pública, y el verano que siempre ha dado oxigeno a los mandatarios...
Recordemos también que la misma persona fue senadora por Santa Cruz, y luego por Buenos Aires sin inconveniente. Poner "peros" amparados en la lógica no tiene sentido en un juego donde, el más fuerte, tiene todo permitido e infringe reglas sin costo evidente.
Además, el problema va mucho más allá de una reforma constitucional que faculte otro periodo presidencial. La intención oficialista ambiciona también una nueva forma de "obediencia debida".
Perdida pues esta contienda, hasta es factible que se cumpla —con alguna peculiaridad—, un deseo frustrado del ciudadano: la boleta única. Únicamente kirchnerista claro.
Gabriela Pousa
Economía para Todos