Víctor Hugo Morales no solo visitaba el Batallón Florida. También iba al Batallón 13 de Infantería. Además, en los años 90 censuró una biografía suya escrita por el periodista César Di Candia y el libro nunca pudo ser publicado.
Víctor Hugo Morales ha decidido no debatir con el contenido de Relato Oculto, el libro sobre sus desmemorias que escribimos Luciano Álvarez y yo. Más bien ha elegido el camino de los insultos y las descalificaciones personales.
En un librillo que publicó en estos días dice que Luciano y yo somos “auténticos hijos del diablo y una bruja en una noche de aquelarre”. Esa es su altura para debatir.
En la radio, en una de sus verborrágicas diatribas contra el libro, se le escapó decir que había creído que Relato Oculto tendría más fotos suyas con militares. Ahora sé por qué lo dijo.
En base a distintas pistas que los lectores me han ido acercando, he podido confirmar dos novedades respecto a Víctor Hugo Morales. La primera es que sus relaciones de amistad y compañerismo con personal militar durante la dictadura no estuvieron acotadas al batallón Florida. La segunda es que a fines de los años 90 el relator deportivo impidió que se publicara una biografía realizada por uno de los más prestigiosos periodistas uruguayos, para que no se recordaran aspectos de su vida que en ese momento consideraba inconvenientes de rememorar.
Donde calienta el sol
Además de la intensa vida social que desarrolló en el batallón Florida y con sus integrantes en la noche montevideana durante 1975, 76 y 77, tal como lo documenta Relato Oculto con once testimonios de personas que lo atestiguan con nombre y apellido, tres de ellos de civiles, además de fotos y la grabación de un discurso suyo en ese cuartel, Víctor Hugo Morales también frecuentó otras unidades militares durante la dictadura, entre ellas el batallón 13 de Infantería del Ejército.
Su concurrencia a este cuartel se prolongó durante dos o tres años, entre 1976 y 1979, según estimaron las fuentes consultadas. Víctor Hugo, con el equipo de Canal 4 eran infaltables participantes de unos campeonatos de fútbol cuadrangulares que se realizaban en ese cuartel, y que siempre terminaban con un asado de camaradería convocado con el pretexto de entregar los premios. Tales festejos se celebraban en una barbacoa ubicada dentro del predio militar que era conocida como el Rancho 12.
Allí también todos los viernes se celebraba una comida a las que en ocasiones también asistía Víctor Hugo Morales y otras figuras de Canal 4, como el periodista Imazul Fernández.
Según recuerda el hoy general retirado Mario Aguerrondo, jefe del Batallón de Infantería 13 en esos años, Víctor Hugo “iba a jugar al fútbol y también alguna vez fue al Rancho 12, donde se hacía un almuerzo todos los viernes. Era amigo de los oficiales. Aunque yo no participaba de los campeonatos de fútbol, más de una vez lo vi en el batallón”.
“En una reunión social de la que participó me acuerdo hasta hoy de ver a Víctor Hugo comentando que se iba a casar con una muchacha de 16 años. Me impresionó por la edad de la muchacha, supongo que por eso me quedó grabado”, dijo Aguerrondo.
Víctor Hugo se casó en 1978, según relató su esposa en una entrevista publicada por la revista Para Ti el 3 de julio de 2006. Allí cuenta que conoció y se enamoró de Víctor Hugo en una clase de inglés cuando tenía 14 años.
El segundo jefe de la unidad en aquel entones, el hoy teniente coronel retirado Eduardo Gre, un experto tirador que ha representado a Uruguay en campeonatos mundiales y Juegos Panamericanos, también recuerda a Víctor Hugo. “Aquellos campeonatos de fútbol se hicieron por lo menos durante tres años. Víctor Hugo participaba siempre. En una de las entregas de premios se sacó fotos poniéndose nuestros correajes”.
El correaje es el cinturón del uniforme militar en el cual se colocan el sable y el revólver.
Gre, que en aquellos años tenía el grado de mayor y en 1981 decidió dejar la carrera militar en busca de otros horizontes profesionales, recuerda que, además de Canal 4, otros dos de los participantes en aquellos campeonatos eran la Contaduría General de la Nación y el propio Batallón 13 de Infantería.
La elección de los participantes no era casual. La Contaduría era la oficina que liberaba el dinero para pagar los sueldos y venía bien confraternizar con sus integrantes. Respecto a Canal 4 las implicancias son obvias.
Aguerrondo y Gre señalaron que el nexo de su unidad militar con los equipos invitados a participar de aquellos amistosos torneos cívico-militares era el entonces capitán Mario Frachelle, hoy coronel retirado, quien hizo saber a través de un allegado que prefería no hacer declaraciones.
La presencia de Víctor Hugo Morales en el 13 de Infantería fue confirmada por otros dos oficiales de aquel momento. Fredy de Castro, que revistó en esa unidad como teniente entre 1975 y 77, y luego en 1979, recuerda haber visto varias veces al relator de fútbol.
“Lo conocí allí. Eso lo declaro hasta en el Tribunal de La Haya”, afirmó. “Era un bohemio, un pesado, un hombre de la noche. En aquellos años el sol calentaba para ese lado y se acercaba allí. Hoy el sol calienta para otro lado y se acerca a Cristina”.
También el hoy coronel retirado Mario Cola Silvera confirmó la presencia de Morales en el 13 de Infantería: “Jugaba al fútbol con nosotros, sin ningún titubeo, no había dictadura ni nada. Es un mentiroso. Pero no quiero ni recordarlo. De esto no quiero hablar más nada”.
El Batallón 13 de Infantería, ubicado entonces y hoy sobre avenida de las Instrucciones, ha sido denunciado como un centro importante de detención durante la dictadura por lo cual se ganó el mote de “Infierno grande”. Se lo vincula a la Operación Morgan, iniciada en 1975 contra el Partido Comunista, en el marco de la cual desaparecieron o fallecieron una veintena de militantes de esa organización política.
Aguerrrondo declaró, tal como ha señalado otras veces, también en la Justicia, que su unidad no participó de la Operación Morgan. Sostuvo que los comunistas apresados fueron encerrados en un predio lindero a su batallón, perteneciente al Servicio de Material y Armamentos del Ejército. “Era otra unidad. Había un coronel a cargo, el coronel May. No tenía que ver con nosotros. Siempre me quedó la espina de saber por qué llaman Infierno al 13”.
Gre dijo que el Batallón 13 se limitaba a brindarle la custodia perimetral a sus vecinos del Servicio de Material y Armamento.
Biografía prohibida
En setiembre de 1998 la revista Guambia publicó una entrevista a Víctor Hugo Morales. El relator deportivo había llegado a Montevideo a presentar su libro Un grito en el desierto. Respecto a futuras obras, en la entrevista Morales dijo:
“No pienso escribir hasta el año que viene, porque no le puedo salir al cruce a un libro que va a sacar César Di Candia sobre mí. Una cosa insólita”.
Sin embargo, han pasado 14 años desde entonces y el libro de Di Candia sobre Víctor Hugo nunca se publicó.
No hay que presentar a César Di Candia, uno de los periodistas más respetados y prestigiosos del Uruguay. Supongo que Víctor Hugo Morales no podrá decir que es derecha ni que está comprado por Clarín. En el escritorio donde trabaja Di Candia, en el fondo de su casa, abundan las fotos de Zelmar Michelini y Líber Seregni.
La relación entre Di Candia y Víctor Hugo Morales comenzó mucho antes de aquel libro que nunca se publicó.
En 1979 Di Candia era el editor de Ediciones de la Plaza, el sello editorial del diario El País. Los dueños del diario le habían dado ese puesto porque temían emplearlo como periodista dadas sus ideas y la censura reinante. “Me dijeron que no podía escribir ni siquiera la leyenda de una foto”, recuerda el reconocido entrevistador, autor de numerosos libros.
Fue Di Candia quien le sugirió a Víctor Hugo que escribiera El Intruso, su primera autobiografía, en la que cuenta su enfrentamiento con los dirigentes de la Asociación Uruguaya de Fútbol, la prohibición que estos le impusieron en 1978 de entrar al estadio a relatar los partidos y la casi inmediata rehabilitación decretada por el gobierno dictatorial.
“La dictadura, en una reunión del gobierno en Rivera, lo salvó de una especie de cese de funciones a la que lo había condenado la AUF”, recordó Di Candia. “Jamás de los jamases la dictadura lo persiguió”.
Veinte años después de aquellos acontecimientos, Di Candia comenzó a escribir una biografía de Víctor Hugo Morales, con su colaboración y aquiescencia. La obra sería publicada por la uno de los sellos de la editorial Santillana.
“Viajé muchas veces a Buenos Aires a entrevistarlo. Estuve varias veces en su hermoso apartamento de Belgrano, en un piso muy alto, desde donde se ve incluso la costa uruguaya. Hablamos mucho y me contó un montón de cosas. También entrevisté a familiares, amigos, a sus maestras de la escuela, conversé con muchísima gente”.
Di Candia además consiguió un material muy valioso: una valija con todas las entrevistas que le habían realizado a Morales desde que había llegado a la Argentina, lo que le permitió organizar el libro en dos partes: la biografía en sí misma y un apéndice con opiniones del relator sobre los temas más variados.
La sorpresa llegó cuando terminó de escribir el libro. Di Candia le entregó el original a Santillana y la editorial se lo mostró a Víctor Hugo Morales.
“A él no le gustó que yo tomara algunos pasajes de El Intruso y los incluyera en la biografía. Eran cosas que él mismo había escrito y contado en su propio libro”, rememoró Di Candia.
Según recuerda el periodista, los pasajes tomados de El Intruso que molestaban a Morales eran aquellos que narraban que, cuando era joven, se colaba en cines y espectáculos varios, y robaba objetos diversos de los comercios en su pueblo. (Esos avatares están relatados en el capítulo 2 de Relato Oculto, tomando como fuente El Intruso y una entrevista realizada a Morales por el propio Di Candia en Búsqueda, en 1987).
Víctor Hugo Morales dijo que si esos pasajes no eran eliminados del libro, el libro no podría salir a la venta.
“Yo le respondí que no iba a sacar absolutamente nada, porque todo era cierto, tan cierto que él mismo lo había escrito”, recordó Di Candia.
La editorial presionó buscando que se llegara a un acuerdo, pero las posiciones se mantuvieron incambiadas. Víctor Hugo Morales sostenía que no era conveniente para su figura que se recordara lo que él mismo había escrito años atrás. Finalmente el libro nunca se publicó y a Di Candia se le pagaron algo más de 2.000 dólares a modo de compensación por el trabajo realizado.
“Era poco dinero tomando en cuenta que se trataba de un libro que podía haber hecho mucha plata”, relató.
La historia que cuenta Di Candia es valiosa porque retrata a un personaje que siempre está retocando su pasado, ocultando y borrando partes de su vida según su conveniencia presente. Apelando incluso a su poder de censura para frenar la publicación de un libro que solo citaba lo que él mismo había escrito antes.
Borrar el propio pasado e inventarse uno nuevo puede parecer fácil. Pero vivir pendiente de que el invento no se desmorone es una carga muy pesada. Un verdadero infierno grande.
Un producto en un mercado cambiante
Tras ser abucheado por todo el estadio Centenario cuando presentaba un recital de Mercedes Sosa[1], en diciembre de 1985 Víctor Hugo Morales pidió ser entrevistado por la revista Guambia para defenderse de quienes le reprochaban sus actitudes durante la dictadura.
“A mí me gusta hablar de mí, me gusta defenderme además porque me duelen ciertos desconceptos que han quedado. Yo creo que me he portado bien en la vida, y no me gusta que se pueda opinar lo contrario. Trato de defenderme, y mi manera de defenderme es este reportaje. Por eso yo tenía ganas de que el reportaje se hiciera”, declaró.
En un momento de la entrevista los periodistas le preguntaron cómo conciliaba su proclamada condición de izquierdista con sus entonces habituales apariciones en la revista Gente y sus “incursiones en el jet set argentino”.
Víctor Hugo respondió:
“¿La frivolidad? Yo vivo de un producto. Ustedes viven de Guambia, espero. Yo vivo de un producto que se llama Víctor Hugo Morales, un producto consumido masivamente. Producto que en la medida que sus principios no sean afectados, en el que sus valores no sean utilizados o mal utilizados o mal vendidos, en la medida en que simplemente vendan que soy un tipo agradable y divertido o que me gusta la noche, o que tengo una mujer linda, o ese tipo de cosas, no tiene ningún problema, que le den para adelante. Porque yo vivo de que hablen de mí, de que me tengan en cuenta”.
Leonardo Haberkorn
[1] Ver “La noche que el Centenario silbó a Víctor Hugo Morales”.