Luego de la movilización nacional del jueves pasado, se me ocurren tres ideas para intentar que una eventual segunda parte, que muchos vaticinan para principios de octubre, sea aún mejor que la inicial.
1) Quedó claro que la Plaza de Mayo nos queda chica, ya que el gobierno nacional va a seguir clausurando el 50 % de la misma para que los manifestantes no nos podamos acercar a la Casa Rosada.
En consecuencia, propongo que la próxima movilización se haga en la avenida 9 de Julio, frente al obelisco, a fin de que a nadie le sea imposible acercarse.
2) Como en los fogones de la antigüedad, donde las víctimas exorcizaban sus desgracias relatándolas, debe escucharse a quienes tienen algo que decir sobre el "modelo".
En consecuencia, propongo que en el acto hablen representantes de los sectores más afectados por el kircnerismo.
-Un representante del expoliado campo (¿Eduardo Buzzi, Alfredo De Angelis?)
-Una víctima de la intolerable inseguridad (¿Carolina Píparo, familiares del dolor?)
-Un representante de los simples asalariados a los que les sacan dinero cada mes por la inflación, el pago de ganancias y la falta de salario familiar (¿Pablo Micheli, Julio Piumato?)
-Un comunicador perseguido por no formar parte del "relato" (¿Alfredo Leuco, Nelson Castro, Pepe Eliaschev?)
-Un representante del Estado al que no le permitieron investigar (¿Manuel Garrido, Leandro Despouy?)
-Un escrachado en las cadenas nacionales (¿Enrique Piñeyro, Eliseo Subiela?)
3) Para no quedarnos solo con la protesta, debemos tener una propuesta clara para lograr que vuelvan a funcionar los poderes propios de cualquier democracia republicana.
En consecuencia, propongo que, tras escuchar a los oradores, nos encolumnemos hacia el edificio de los Tribunales de Plaza Lavalle para exigirle a los magistrados que las más de 200 causas contra el kirchnerismo se activen. Tras casi una década de desfalcos, no hay ningún preso, ningún condenado y, lo que es peor aún, ninguna de las mismas fue elevada jamás a juicio oral.
Ya logramos que nos vean, ahora consigamos que nos escuchen.
Marcelo López Masía