Las cacerolas sonaron para todos. Para el Gobierno, que insiste en su riesgosa estrategia de polarización. Pero también para la oposición, que no logra canalizar el descontento social. Por eso el ruido que provocó la masiva manifestación descolocó tanto a unos como a otros.

La protesta, sin embargo, no tiene hasta el momento el ADN de aquel "que se vayan todos" de 2001, cuando estalló la última gran crisis argentina. Más bien, parece el fruto del hartazgo por la confrontación permanente que propone el kirchnerismo y de cierta frustración ante la ausencia de una alternativa promisoria.

Pero las demandas no se acercan a los bordes del sistema político, como hace más de diez años, sino que expresan la necesidad que brota de un sector de la sociedad de poner límites al Gobierno y de urgir a la oposición. Un sector que, además, se siente interpelado culturalmente por el kirchnerismo.

Por eso no debe extrañar la reacción virulenta del Gobierno, aunque hay que decir que las definiciones del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, revelaron la supremacía del núcleo duro de la Casa Rosada sobre otros componentes del kirchnerismo que tuvieron una lectura más abierta sobre la manifestación. Ese núcleo del poder kirchnerista —que también integran los secretarios Carlos Zanini y Oscar Parrilli— fue el que convenció a la Presidenta de que regresara a Buenos Aires tras un acto en San Juan la noche del jueves, cuando sonaban fuerte los cacerolazos. La mandataria había pensado en viajar directamente a Santa Cruz.

Reacciones políticas

"Hubiera sido un grave error político. Daba para recordar el helicóptero de De la Rúa", se alarmó un dirigente con llegada a la Rosada. Finalmente, Cristina Kirchner regresó a Buenos Aires y viajó recién el viernes Santa Cruz, donde se recluyó en la casa familiar de El Calafate, como siempre que acontece una crisis. Mientras tanto, los referentes de la oposición buscan asimilar el mensaje de las protestas y se encaminan a profundizar conversaciones que iniciaron semanas atrás para ponerse de acuerdo sobre la manera de enfrentar la avanzada reeleccionista del Gobierno. En las charlas se incluye el escenario político que plantearán las elecciones legislativas del año próximo.

Aunque todavía es prematuro, en esas rondas de diálogo ya se perfilan dos bloques de oposición: uno integrado por radicales y socialistas, que aún deben limar asperezas tras el distanciamiento de las pasadas elecciones; y otro compuesto por el macrismo y el peronismo disidente, cuyas negociaciones parecen más avanzadas. Tras la manifestación en la Plaza de Mayo, uno de los que se sintió fortalecido fue Mauricio Macri. El alcalde porteño analizó que buena parte de su electorado coincide con este tipo de protestas. Pero también le hicieron notar que debe hacer un esfuerzo por expandir su figura hacia el Gran Buenos Aires.

En ese territorio, donde se asienta el poderío político y electoral del Gobierno, casi ni se sintieron los cacerolazos. Sin embargo, hay un llamado de atención en Lanús, al sur de la Capital, donde los vecinos repiten marchas hacia el municipio en reclamo de seguridad. Aunque la demanda abarca a todo el Conurbano. Las internas afectan el desempeño del oficialismo en materia de seguridad, donde son claras las diferencias que existen entre Daniel Scioli y el kirchnerismo. Sir ir más lejos, el informe de la Comisión Candela pidió el jueves la exoneración del jefe de la Policía bonaerense, Hugo Matzkin, pero el Gobernador se mostró a la mañana siguiente con el uniformado y le ratificó su respaldo.

Proyección electoral

De todos modos, en el escenario que se va perfilando hacia las elecciones legislativas de 2013, el kirchnerismo y Scioli se necesitan una vez más. Tal vez por eso se lo pudo ver al mandatario en la semana junto a Alicia Kirchner, la ministra de Desarrollo Social, quien suele desplegar una agenda propia en la Provincia. Y que podría ser candidata a diputada el año próximo. "Es un gesto político importante, porque es la primera foto juntos en mucho tiempo y parece el inicio de un camino. No vaya a ser que sea la fórmula de 2015", se entusiasmó ante este columnista un funcionario con despacho en La Plata. Aunque admitió que la discusión por la integración de las listas será ardua.

Por estos motivos, Scioli piensa que la andanada kirchnerista en su contra ya pasó. Al menos eso es lo que transmite a sus funcionarios y a legisladores y dirigentes con quienes se reúne en las oficinas porteñas del Banco Provincia. Sabe, también, que la furia de la Casa Rosada se concentra ahora en Santa Cruz. "Según me dicen, Peralta tiene los días contados", deslizó por su parte un operador todo-terreno al referirse a la situación del gobernador patagónico. Es que una docena de intendentes y una veintena de legisladores provinciales, todos alineados con el kirchnerismo, ya estarían convencidos de la necesidad de dar por tierra con la gestión de Peralta.

Sobre todo luego de que el Gobernador salió a reclamar públicamente el envío de fondos nacionales a la Provincia. Ahora, lo que buscan es la forma de desplazarlo: una alternativa que manejan es pedirle un juicio político. Pero tampoco falta en Río Gallegos quien piensa que lo mejor sería que la Presidenta envíe una intervención federal. Se trata de una situación política extrema, que no guarda relación con lo que sucede a nivel nacional. En ese plano, tanto el Gobierno como la oposición necesitan agitar el fantasma de la re-reelección. A la Presidenta le sirve para que no se le diluya el poder. En la vereda de enfrente, la sola mención de una reforma constitucional unifica a fuerzas hasta ahora dispersas.

En medio de ese juego, surgió la manifestación que sacudió a la política argentina. Como diciendo "ojo, que acá estamos también nosotros".

Mariano Spezzapria
NA