Políticamente, desde el oficialismo y sectores afines, hoy la palabra “mercados” se la muestra como algo frío, relacionado a grandes y oscuros empresarios que manejan en las penumbras los destinos de los precios, tratando por todos los medios de perjudicar a las masas.
En realidad, la palabra es mucho más amplia y aunque no lo parezca, generosa con el consumidor. El problema es que en nuestro país, como casi todo, el mercado también está totalmente desvirtuado.
La palabra, abarca desde grandes empresarios a la granja de la esquina, por algo al almacén también se lo llama de la misma forma (mercado).
Toda transacción entre 2 o más personas forman un mercado, donde por propia voluntad de las partes se establece un precio de compra / venta.
El problema se genera cuando los Estados —el actual en especial pero los anteriores no se quedaron atrás— se meten en el medio de las partes que están realizando una transacción para regular la actividad. Cuando este “mediador” actúa, desvirtúa la realidad de lo que pasa entre las partes, poniendo precios máximos, mínimos o aplicando impuestos que pueden desestimular a una o a ambas partes. Por más insignificante que pueda ser, siempre esta regulación deforma la libre transacción lo cual invariablemente se ve reflejada en los precios y calidad como también en la oferta y demanda de productos y servicios.
Un buen ejemplo seria el valor del dólar oficial (el dinero no deja de ser un bien o producto que se compra y vende como cualquier otro). Si el gobierno liberara las casas de cambio y sacara las restricciones, automáticamente muchísima gente saldría a comprar dólares a $4,9, esto se debe a varios factores pero hoy principalmente, la causa es que el precio del dólar está artificialmente barato debido a la regulación impuesta por el Banco Central. Hoy el valor “real” del dólar es de $6,5, que si bien es ilegal, es donde cualquiera puede comprar o vender debido a que es el mercado donde al valor no lo regula nadie. Cualquiera que quiera vender dólares seguramente le gustaría hacerlo al valor libre (salvo excepciones como V. H. Morales que, según él, ya los vendió para quedarse en pesos con una inflación del 25%). Aníbal Fernández en una entrevista donde se le preguntaba si iba a venderlos dijo primero que no y segundo que él hacía con su dinero lo que quiera y sinceramente es lo que todos quisiéramos hacer pero que por todas las restricciones que existen no podemos.
Otro ejemplo no menos valido y que modifica fuertemente la economía agraria, son las famosas retenciones (que afectan directamente al productor) y los cupos de exportación. Respecto a dichos cupos, el gobierno argumenta que es para asegurar el pan en la mesa de todos los argentinos. Si repasamos la historia, en Argentina jumas faltó trigo para consumo interno, con o sin cupos tenemos un saldo exportador de alrededor del 50% de la producción en promedios históricos en las últimas décadas. En relación a las retenciones, estas estimulan la producción de soja (el maldito yuyo), atentando contra la lechería, ganadería y otros productos agrícolas.
Moreno, en su ámbito, restringe las importaciones, obliga a precios máximos y aprieta con amenazas a los que no les hacen caso. Con esto Moreno no logró nada, excepto trabas al libre comercio y al crecimiento del país. El objetivo del gobierno con medidas de este tipo solo logran tapar el sol con las manos. Sale a tapar agujeros con medidas como “milanesas para todos”. Realmente es increíble que se piense que de esta forma van a bajar los precios.
El problema de fondo es la inflación, que justamente se debe a una regulación de nuestra moneda. El Banco Central imprime dinero en forma indiscriminada, que no deja otra chance que hacerle perder valor por exceso de oferta (principio básico de economía). Todo, absolutamente todo en lo que el estado interviene genera una deformación de la realidad, que tarde o temprano terminamos pagando todos.
Se habla de la década de los 90 como la época de los libres mercados. Nada más alejado de la realidad. El peso en esa época estaba anclado al dólar en el valor de 1 a 1, esto obviamente no era una economía libre. El valor del dólar estaba artificialmente barato lo que provocó una de las crisis económicas y sociales más importantes de nuestra historia.
El Estado no está para regularnos nuestras vidas, no está para decirnos a cuanto debemos vender la bicicleta que ya no usamos ni a qué precio una empresa debe vender sus productos o servicios. El mercado en estado puro, se regula solo por efecto del encuentro entre la oferta y la demanda.
Las personas y empresas sin la intervención de nadie generan una realidad de valores que permiten transparencia, competencia que mejora precios y calidad mientras que el estado con sus regulaciones provoca trabas, monopolios y corrupción.
Es lamentable que esto nos pase, ya que no deja de ser una forma de sometimiento al poder gubernamental, que a pesar de todo e increíblemente vive de lo que produce la sociedad. El poder se lo damos nosotros y nosotros también podemos quitárselo mediante el voto, el cuestionamiento, la queja y la protesta.
Pablo Rodríguez
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