Estamos con los compañeros de las FARC, estamos con Chávez, estamos con nuestro presidente Néstor. Uribe es una mierda y un hijo de puta”. Hebe de Bonafini.
Desde aquella incómoda pregunta sobre los vínculos de la Fundación con las FARC que el periodista Sebastián Turtora le hizo a Bonafini, hasta la confesión de Herman Schiller —uno de los periodistas que mejor conocieron a la madre— de que en el edificio de Hipólito Yrigoyen se apoyaba “todo lo que olía a rebelde y revolucionario, inclusive movimientos terroristas”, no debería descartarse la verosimilitud de las declaraciones de Schoklender sobre los intercambios en cursos, adoctrinamiento, apoyo simbólico y también económico entre la guerrilla colombiana y el organismo de derechos humanos.
Schoklender cuenta que, a principios de los noventa, ni Hebe de Bonafini ni él creían en la democracia. “La idea era mandar compañeros a formarse con las FARC en Colombia, con los zapatistas en Chiapas y que después esos compañeros pudieran venir con alguna formación y comenzar un trabajo, digamos, foquista en algún lugar. Ése era el único modelo posible, no veíamos otra salida”, pues sólo quedaba “la lucha armada”. En los mails y documentos enviados por integrantes de las FARC como Raúl Reyes a un tal César con fecha 7 de septiembre de 2005, el primero informa que “le abonamos a doña Hebe”, y cuenta a sus superiores que Hebe estaría equivocada al creer que la guerrilla estaba en contra del presidente venezolano Hugo Chávez (otra fuente de ingresos de la Fundación desde el año 2003). A su vez, reyes agregaba: “Sí conozco las serias dudas corridas sobre Sergio, el hombre consentido de doña Hebe de Bonafini. Bienvenidas sus informaciones y puntos de vista.
Nunca hay que dejar de mantener en alto la vigilancia revolucionaria”. En 2007, en el marco de los festejos del trigésimo aniversario de la primera manifestación pública, las madres de Plaza de mayo leyeron comunicados de apoyo del comandante reyes desde “las montañas colombianas”, como así también de Fidel castro, de la ministra de defensa Nilda Garré y de Néstor Kirchner.
En las 850 páginas de correos electrónicos y cartas enviadas por los comandantes de las FARC y que transcribe Wikileaks, el argentino más mencionado es Fernando Bossi Rojas, un historiador argentino nacionalizado venezolano, muy cercano al presidente Chávez y actual secretario de organización del congreso Bolivariano de los Pueblos y director de la revista Cuadernos de la Emancipación. Las FARC cuestionaron el accionar de Bossi por no apoyar abiertamente a la guerrilla ante el influyente Chávez y no atacar decididamente al “autoritario” Álvaro Uribe, ex presidente colombiano. Bossi viaja constantemente por toda América Latina, mantiene una relación cercana con Bonafini y con el diputado Edgardo Depetri, y en febrero de 2012 dialogó telefónicamente con este periodista sobre los gobiernos latinoamericanos, sus contactos con Hugo Chávez y las acciones realizadas en conjunto en la argentina. En 1997, se vinculó con Hugo Chávez junto con otros referentes de la izquierda peronista, radicándose en Venezuela para luego conformar el congreso Bolivariano que “lucha por la integración”. afirmó que “movimientos como las madres de Hebe, el compañero Hugo Yasky,
Emilio Pérsico y Depetri interpretaron, desde el primer momento, lo que había que hacer para articular ese movimiento revolucionario, nacional y popular que se coronó en mar del Plata con el freno al ALCA”. A propósito de ese acto, Schoklender recuerda en su libro Sueños postergados que “se citó a representantes de todas las organizaciones sociales a una reunión en la biblioteca de la universidad de la Fundación.
Traían el listado de micros que necesitaban según la cantidad de gente que iban a movilizar. Yo era el encargado de distribuir ese dinero de acuerdo a lo que cada uno me pedía. siempre faltaba plata. En su medida, ellos construían su propia caja adicional”.
Pero para Bossi esta información es falsa, pues se intenta “desprestigiar a referentes como Hebe que fue una de las máximas figuras del congreso de los Pueblos y mantengo una muy fluida relación con los que están pateando para conformar esta gran Patria americana”. Schoklender recuerda que en la universidad se recibía semanalmente a los referentes de las FARC y se triangulaba su llegada desde Venezuela. Luego el gobierno de Chávez rompió relaciones con las cada vez más desprestigiadas FARC que habían perdido a sus mejores hombres a manos del gobierno colombiano: “Los jóvenes iban a Venezuela, allá cambiaban su documentación, pasaban a Colombia y se integraban a la guerrilla”. El financiamiento de las organizaciones, el dinero para realizar actos, campañas, cursos y viajes no está para nada claro. A los referentes de movimientos sociales, ex piqueteros, cooperativas y empresarios amigos del poder, tampoco les importa de dónde vienen los fondos. No se cuestiona que, en el momento de esplendor de la guerrilla colombiana, sus recursos provenían de los carteles del narcotráfico de ese país. Esos referentes no se asustan porque sus organizaciones se financien por medio de organizaciones guerrilleras o de la embajada de Irán (país vinculado con el ataque a la embajada de Israel y a la AMIA en nuestro país), como sería el caso del dirigente Luis D’Elía, tal como lo señala el periodista Christian Sanz. Todo es válido excepto que provenga del “imperialismo yanqui”.
Una cuenta pendiente del libro de Schoklender es la mención de los nombres de los ministros que viajaron en los aviones de Meldorek trasladando, posiblemente, dinero proveniente del narcotráfico. Ni siquiera mencionó la mafia de los medicamentos, ni los extraños encuentros en un hotel céntrico de Resistencia, Chaco, ni la relación con Hugo Gallardo, Enrique Rodríguez, Manuel Camet, Sergio Gandolfo, Alejandro Gotkin, los prestanombres, los financistas y sus cuevas. Su versión de los hechos del Parque indoamericano es infantil. Schoklender admite que su gente utilizó la violencia física, pero alega que cincuenta personas armadas intentaron ingresar al obrador de Piletones y que un grupo de personas y él les sacaron las armas y los molieron a palos. La lucha contra el paco es otra gran falacia. En los barrios carenciados ingresó dinero fresco y muchas personas que vivían marginalmente accedieron a un trabajo en blanco. Pero a costa de bajar la cabeza, aguantar injusticias y responder al responsable local (el puntero) y al delegado político de la Fundación sin posibilidad de sindicalizarse, denunciar o quejarse de nada. La propia encargada de “territorialidad política de Villa 15”, Mariana Tinte, a fines de 2011 reconoció que los trabajadores iban obligados a las marchas, otro punto en el que Schoklender niega la realidad. los adictos al paco no fueron tenidos en cuenta para construir viviendas, es más, fueron discriminados, mientras que los transas y “pesados” del barrio fueron ubicados en puestos clave de seguridad en la Fundación, con los sueldos más jugosos de la estructura. Escribe sobre obras terminadas que no son tales y olvida la falsificación de la firma de Miriam Aquino que posibilitó el contrato más jugoso de la historia del proyecto.
Ese fin de año, no sólo habló Schoklender. La secretaria personal de Hebe, Sofía Quinodoz, rompió el silencio y recordó el primer contacto que tuvo con la Fundación. Tenía 14 años cuando llegó de corrientes e ingresó en la imprenta a través de un tal Juan Carlos que se fue años después. Un hombre altanero la increpó: “¿Qué querés?, provinciana ignorante, negra e inútil”. Sofía no se quedó callada y se plantó ante el hombre que seducía a las bellas mujeres pero despreciaba a las que no le provocaban nada. Pronto conoció su nombre. Pablo Schoklender, quien la había recibido de mala forma, evitó que Sofía ocupara el cargo prometido como recepcionista de la imprenta y la envió a limpiar los pisos. Meses después, su hermana ingresó en la Fundación para ocuparse de la calesita de la plaza. Sofía sobrevivió a mil injusticias y, con el correr del tiempo, la mandaron a limpiar los estudios de radio. En los cortes, entre programa y programa, hacía milagros y dejaba un fresco aroma en el ambiente. Así conoció a Hebe, quien la miraba sorprendida por su rapidez para pasar el trapo por la mesa del estudio.
Bonafini le dijo a la madre de Sofía, que también trabajaba en la Fundación, que la quería como secretaria personal. El director de la radio, Pedro Lanteri, intentó convencerla de que no debía aceptar. “Vos no estás capacitada”, le decía a Sofía, pero Hebe, caprichosa, insistió y finalmente la joven aceptó. Sus tareas habituales consisten en sostenerle la cartera en los actos, llevarle agua por si la necesita, comprarle barritas de cereal sin azúcar pues Hebe es diabética, tener presente su medicación para el asma, servirle el café de las mañanas, atenderle el teléfono, leer los mails y armar un pequeño clipping de prensa. Sofía confiesa que se siente molesta por la forma en que la madre maltrata y putea a la gente, sobre todo a los chicos de prensa. Pareciera que no quiere a nadie, dice, pero es la Madre de Plaza de Mayo y la ama. Recuerda que cuando murió Néstor Kirchner, Hebe no quería comer ni podía dormir, estaba deprimida. A ella, un periodista de uno de los diarios de mayor tirada del país le ofreció mucho dinero para contar las intimidades de la pelea con Sergio, pero Sofía no quiso saber nada, aunque admite que dio a conocer las novedades de la pelea entre los hermanos en las redacciones de ese diario por expresa orden “de arriba”. “Sergio cada vez venía menos, ya no era un hijo, sólo hablaban de trabajo”, dice la mujer que teme quedarse en la calle en un momento en que la Fundación tiembla. Ésa es la gran contradicción interna que sienten los que sobrevivieron: ¿Cómo es que Sergio se robó todo, fue un traidor pero, cuando estaba él, los sueldos se pagaban y el sistema funcionaba?
Uno de mis informantes en resistencia está inquieto. El sábado 17 de diciembre me llamó temprano para contarme que las declaraciones públicas de Sergio Schoklender habían levantado polvareda en el instituto de Viviendas chaqueño y en el ministerio de obras Públicas provincial. En la lotería chaqueña, el funcionario Carlos Torres estaba preocupado. Torres participaba en el directorio del casino de Resistencia y, según las denuncias de Schoklender sobre los métodos ilegales para financiar a la Fundación durante el menemismo y la Alianza, conocería algunos detalles sobre el ingreso de dinero proveniente de Colombia que se blanqueaba en el juego chaqueño. El representante legal del movimiento de Emerenciano Sena, Marcelino Leiva, mencionó al misterioso financista Pérez Lindo y los vuelos hacia Bolivia de los hermanos Schoklender. El fantasma del narcotráfico y el lavado de dinero sucio proveniente de organizaciones guerrilleras como las FARC continuaba presente en el norte argentino.
Luis Gasulla
Seguir a @LuisGasulla
*El negocio de los derechos humanos (2012), editorial Sudamericana, 400 páginas, en todas las librerías del país.
Excelente libro el de Gasulla, en Misiones está agotadísimo. Me consta porque trabajo en una librería. Les mando un saludo a todos.
Espero que se puedan comunicar con la editorial, no se cómo es el tema de la reposición para que siga presente en las vidrieras. Con las ventas, en todas las provincias me dicen lo mismo pero los que depositan el % por ventas dicen lo contrario. Más allá de esa cuestión, ojalá que el libro genere algo en el lector y aunque sea, aporte un granito de arena, en pos de la justicia y la verdad en este bendito país.
Qué Asco toda está matufia