El pasado 28 de enero, Tribuna de Periodistas, publicó una columna de mi autoría, donde explicaba en una ajustadísima síntesis los motivos y los artilugios legales con los que el padre de mi hijo —el vicepresidente de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires— José Ottavis, impide que vea a mi hijo desde hace un año y medio.
En esa misma misiva, pedía a los jueces que estuvieran a la altura de las circunstancias y se atrevieran hacer lo que corresponde, es decir, impartir justicia.
Recibí palabras de apoyo y la solidaridad de muchísima gente, como me ha ocurrido siempre y, como ha ocurrido toda vez que digo la verdad en público, he recibido del diputado Ottavis amenazas y extorsiones.
Ottavis está obligado, porque así lo dictaminó la Justicia, a enviarme un correo electrónico a diario para informarme cómo está mi hijo. Sin embargo, desde que la columna fue publicada en TDP, el ahora funcionario no volvió a enviarme dichos mails, cambió sus números telefónicos y literalmente desapareció sin dar información sobre mi niño ni siquiera a la Justicia
El vicepresidente de la Cámara de Diputados no se maneja así porque está loco o porque no sepa lo que hace. Se maneja de esta manera porque se sabe impune y porque la Justicia no cesa en darle guiños garantizándole tal despotismo.
Desde el año 2009 que he realizado en la Fiscalía Única de Boulogne de San Isidro infinidad de denuncias por violencia de género y por amenazas de muerte —ya que Ottavis me advertía, además, que entrarían a mi casa y me realizarían escraches— pero nunca nada fue investigado.
El fiscal ante quien realicé todas estas denuncias, Dr. Sergio Szyldergermejn, tiene un record en irresponsabilidad sorprendente: archiva las causas en apenas 15 días, supongo que porque aún no le han avisado que su función es investigar.
He denunciado ante dicho fiscal que Ottavis me amenazaba con entrar a mi casa, y así ocurrió. Curiosamente solo robaron las copias de la documentación que acreditaba el fraude electoral que le permitió ser diputado provincial.
El fiscal me pidió que “no tocara nada”, que al día siguiente enviaría a la Policía Científica a mi domicilio. El hecho ocurrió el 28 de mayo de 2012, aún espero que vengan. La causa, por supuesto, se archivó.
He denunciado que me advertían con escracharme en mi casa, y no sólo me pintaron amenazas de muerte en la puerta de mi domicilio —hecho que además de denunciar acompañé con fotos— sino que además me envió una patota de La Cámpora a mi vivienda. Lo denuncié y aporté imágenes al respecto. Entre los célebres participantes del hecho, presenté fotos de Mauro Tanos, presidente de Fondo de Capital Social (FONCAP), organismo que depende del Ministerio de Economía. Pero a pesar de las fotos, el fiscal Szyldergemejn consideró que no tenía elementos para avanzar en la investigación.
He denunciado también en cuatro oportunidades que Ottavis me señala que “matarme le sale quinientos pesos y que ese dinero se lo gasta en una cena”.
Dada la efectividad del Diputado en el cumplimiento de sus amenazas, me pregunto si el fiscal Szyldergemenjn estará haciendo tiempo para que Ottavis junte tal cantidad de dinero, y entonces investigará un homicidio en vez de amenazas.
Toda esta información ya fue presentada en el expediente de Familia, y a pesar de este espanto y de que tuve que hacerle un juicio para que pagara los alimentos que adeudaba, para la Justicia, Ottavis es un padre ejemplar y responsable.
Es preciso aclarar que esta persona no actúa con impunidad porque sí; lo hace porque a cada violación de una ley la Justicia mira para otro lado. Se sabe impune. Sabe que el entramado entre el poder político y el poder judicial le garantiza el vale todo.
Ni Ottavis, ni la Justicia miran a mi hijo de nueve años. Negocian sobre los derechos de mi niño y los míos con absoluta impunidad, con total descaro y desidia.
Después de que Tribuna de Periodistas publicara mis palabras, Ottavis llamó para amenazarme una vez más. ¿Por qué le teme tanto a la opinión pública? ¿Por qué no quiere que tome estado público lo que ocurre en el ámbito judicial? La respuesta es sencilla, sabe que lo que ocurre está mal y sabe que su poder no es real. Que el poder real lo tenemos los ciudadanos cuando votamos, pero también cuando en un medio independiente hacemos públicas nuestras opiniones y los atropellos que sufrimos de las instituciones.
El Diputado Ottavis está al corriente de que su impunidad está basada en un pacto infame de silencio y corrupción, por eso le teme tanto a la opinión pública.
Yo ofrezco a cualquiera que quiera ver los expedientes, que me acompañe a Tribunales. Nada tengo que esconder, por el contrario, el único escudo que tengo para seguir luchando por mi hijo es hacer pública mi situación.
Vivimos en el reino del revés; los fiscales que debieran investigar archivan causas en tiempo record, la Justicia que debiera ser independiente le teme al poder político, la Policía que debiera protegernos mira para otro lado y la protección nos la dan los medios haciéndonos visibles. Este es el país en el que vivimos.
Le pido a la Sra. Presidenta: los derechos no se declaman, se ejercen. Que a usted la llamen “Presidenta” o “Presidente”, en nada cambia la situación de las mujeres que vivimos a diario violencia de todo tipo, incluso institucional.
Hay en su gobierno un golpeador: es el Diputado José María Ottavis, quien viola los derechos de una madre y su hijo. Pongo a su disposición denuncias, fotos y tres psicodiagnósticos que acreditan que he sido víctima de violencia.
Con todo respeto, le pido como ciudadana, como mujer, pero por sobre todas las cosas como mamá, ayúdeme a enseñarle a mi hijo que en este país no hay lugar para la injusticia y la impunidad. Demuéstrenos a todos que los derechos humanos, no quedan solo en el plano del discurso. Si nuestros niños crecen viendo cuán impune puede ser un funcionario de gobierno, flaco favor le hacemos a la vida democrática.
Laura Elías
Especial para Tribuna de Periodistas