El 8 de agosto pasado, Tribuna de Periodistas publicó ¿Es cierto que crece la recaudación impositiva?, a partir del relato oficial por el que el administrador Federal de Ingresos Públicos, Ricardo Echegaray, regularmente anuncia que ese organismo siempre termina cada período con “superávit fiscal”.
En aquella oportunidad se explicó que ese superávit, anunciado siempre con bombos y platillos, obedece a la estrategia de omitir cierta información y en otros casos, distorsionarla.
Según Echegaray, en los siete primeros meses del 2012 la recaudación impositiva había crecido un 25% respecto al mismo período del 2011.
La realidad es que tanto en 2010 como en el 2011, los precios minoristas se inflaron entre un 20 y un 25% cada año, y en 2012 la tendencia se siguió incrementando, de hecho, para este 2013 se espera una inflación cercana al 30%.
La estrategia no constituye ninguna novedad. En el modelo vigente desde el año 2003, siempre se elaboraron y aprobaron presupuestos anuales en los que se proyectan recursos tributarios a percibir en el futuro ejercicio por una cuantía muy inferior a la efectivamente esperable. Y esto se hace, por un lado para simular que se producen milagrosos excedentes gracias a la “brillante” política llevada adelante y por otro, para “hacer creer a los acreedores externos y organismos internacionales”.
Desde hace unas 72 horas viene circulando la información de que las cuentas públicas en 2012 cerraron por primera vez desde 1996 con números en rojo. La verdad es que sin la ayuda extra de los fondos tomados del ANSeS y del Banco Central, el déficit primario luciría aún peor.
Lo concreto es que los ingresos del Estado fueron casi $504 mil millones, y los gastos rondaron los $512 mil millones (crecieron más de un 30%), lo cual ya arroja un resultado negativo superior a los $8.000 aproximadamente, es decir, un 0,4% del PBI, muy alejado de lo esperado por el Gobierno, que era un superávit de algo mas $11,5 mil millones.
El crecimiento del gasto obedece a programas de promoción de empleo, asignación universal por hijo, seguro de desempleo, programas educativos, subsidios al sector energético, subsidios al transporte, subsidios a empresas públicas, entre otros.
En cuanto al déficit financiero, hay que considerar que en 2009 y 2010 ya hubo, y a lo largo de 2012 se pagaron unos $48 mil millones en concepto de vencimientos de deuda, lo que arrojó un déficit de más de $55 mil millones, pese a que el Gobierno lo había estimado en no más de $35 mil millones.
En 2012 se explicaba que, conforme la información aportada por la AFIP, se observaba un 50,1% de “superávit” en concepto de derechos de exportación, superávit producido gracias a la suba en el precio internacional de la soja, y no porque las exportaciones hayan superado a las importaciones.
Éste último “milagro” tuvo lugar también gracias a las medidas tomadas por Guillermo Moreno, quién cerró el ingreso al país de casi todo, aún paralizando industrias, dejando sin ciertos insumos indispensables a hospitales, sin medicación crítica a personas con enfermedades terminales, y unos cuantos “detalles mínimos” más.
En cuanto al IVA, si bien lo recaudado estuvo casi en el orden del 19% por encima del mismo período del año 2011, la inflación cercana al 25% dejaba en evidencia la caída de la actividad económica en términos reales. Lo recaudado por créditos y débitos en cuenta corriente no alcanzó el 10% en 12 meses.
Lo mismo ocurrió con el Impuesto a las Ganancias. El “superávit”, algo superior al 28%, se originó en las subas salariales otorgadas en las paritarias 2012. Al no modificarse el mínimo no imponible, cientos de trabajadores antes no alcanzados, debieron pagarlo y otros que sí lo hacían, debieron hacerlo en una proporción mayor.
Además, el nivel de empleo en blanco, siempre según la AFIP, parecía no haber sufrido alteraciones. Sin embargo, el ingreso de recursos en concepto de seguridad social había crecido en julio pasado más del 30%, es decir, paralelo a la inflación real.
El mismo mes, el monotributo sufrió un considerable aumento, favoreciendo fuertemente la recaudación por aportes jubilatorios y obras sociales.
Por otra parte, en los últimos meses existe una enorme proliferación de contratos de locación de servicios, mayoritariamente de personas menores de 30 años en el Estado Nacional, que sigue creciendo de manera exponencial, a quienes se les exige el cumplimiento incondicional del pago del mencionado impuesto para poder cobrar cada mes.
Y aquí se arriba al punto más importante. El déficit fiscal actual es verdaderamente preocupante, por lo que requiere urgente tratamiento. Sin embargo, ¿cómo hará el Gobierno para controlarlo justo ahora, cuando la economía hace unos meses viene dando señales de estancamiento?
Nidia Osimani
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