En las elecciones de 1989, Carlos Menem era el candidato a presidente peronista, y Eduardo Angeloz por el radicalismo. En plena campaña electoral, Angeloz invitó a Menem a un debate público. El lugar elegido era el programa "Tiempo Nuevo", que conducía Bernardo Neustadt. Menem jamás concurrió a la cita. Al día siguiente, los encargados de la campaña publicitaria del radicalismo empapelaron las calles de Buenos Aires con afiches que mostraban una silla vacía, en obvia alusión al faltazo del riojano al debate.
El motivo del "arrugue" de Menem se debió a que sus asesores llegaron a la siguiente conclusión: si no iba al debate, perdía puntos, pero más puntos iba a perder si participaba. Entonces, lógicamente, optaron por la segunda opción.
Esto es exactamente lo mismo que ocurrió, ocurre y seguirá sucediendo en relación al kirchnerismo con el Papa Francisco.
No es necesario aclarar que las primeras reacciones de absolutamente todo el kirchnerismo fueron en contra. La designación de Bergoglio como Papa fue más que un duro golpe, casi como uno de gracia, que todavía les cuesta digerir.
El mismísimo día de la designación del ahora Papa todos los kirchneristas salieron a hablar pestes de Bergoglio. Algo realmente curioso, ya que los únicos que no estaban contentos con el nuevo Papa en todo el mundo eran, precisamente, los K.
No hay que olvidar que el expiquetero Luís D´Elía dijo, en su cuenta de Twitter, textualmente: "Fransisco I (sic) es a América Latina lo que Juan Pablo II fue a la Unión Soviética. El nuevo intento del imperio por destruir la unidad suramericana".
Pero no solo eso. Si hacía falta agregar algo para demostrar de lo que son capaces y de su preocupación por la posible designación de Bergoglio como Papa, hicieron difundir, por intermedio de Juan Pablo Cafiero, representante en el Vaticano, un informe entre los Cardenales para tratar de ensuciar a excardenal.
¿Cómo se puede volver de semejante papelón? ¿Cómo se puede dar marcha atrás a semejante ridículo?
Un detalle curioso, que a esta altura de las circunstancias puede tomarse como una "nota de color", máxime por su protagonista, es que Juan Cabandié abandonó la sesión de esa tarde junto a todos los legisladores del interbloque K para no participar del beneplácito que el parlamento porteño se disponía a aprobar por la designación de Jorge Bergoglio como el nuevo sumo pontífice.
Es gracioso, o triste, en realidad, depende del lado desde donde se mire, ver como los kirchneristas, empezando por Cristina, dieron un giro de 180 grados. Ahora resulta que Bergoglio es brillante, es lo mejor que nos pudo pasar a los argentinos, porque claro, se dieron cuenta de que en su juventud, el Papa era peronista.
Es indudable que el kirchnerismo advirtió, inmediatamente, que atacar a Bergoglio era contraproducente. Tomaron conciencia de que eso los iba a terminar de empujar hacia el abismo al que se están dirigiendo; por lo tanto, sobre la marcha, decidieron poner marcha atrás y cambiar rotundamente el discurso. El más claro ejemplo es, como de costumbre, el inefable D´Elía, quien ahora en su cuenta de Twitter da a entender, más o menos, que el Papa se hizo kirchneista.
Evidentemente, no paran de hacer papelones, no paran de pasar vergüenza. ¿Cómo se explica que después de negarle 14 entrevistas a Bergoglio, Cristina, como si nada, le pide una audiencia? No, no tiene una explicación lógica, salvo la sabida.
Al igual que Menem cuando no fue al debate con Angeloz porque era consciente de que iba a ser peor ir que no ir, el kirchnerismo se dio cuenta de que era mucho más desacertado seguir operando contra Bergoglio que darse vuelta en el aire, al mejor estilo panqueque, y cambiar el discurso.
Pablo Dócimo
Seguir a @pablo_docimo