Entre los múltiples argumentos utilizados por Cristina Kirchner para disimular la derrota en las PASO, se destaca la equiparación de las recientes elecciones con las de 2009. Aquellos comicios son recordados por las “candidaturas testimoniales” y por la participación directa de Néstor Kirchner como cabeza de lista. Audaz estrategia que por entonces buscaba la victoria de la fuerza oficial en el principal distrito electoral del país. Todos los esfuerzos fueron inútiles. El hoy algo devaluado Francisco de Narváez, en alianza con Felipe Solá y Mauricio Macri, le propiciaron a Néstor Kirchner la peor derrota de su carrera política.
¿Qué sucedió luego? La historia es conocida. Al año siguiente falleció el ex presidente y, finalmente en 2011, una Cristina de luto logró recuperarse del traspié e imponerse en las elecciones nacionales con un histórico 54% de los votos.
Si el Frente Para la Victoria pudo recuperarse una vez, ¿por qué no podría hacerlo de nuevo? Esa es la idea que se busca instalar desde la Casa Rosada. Desafortunadamente para Cristina, el actual escenario se nutre de elementos que hacen muy difícil que la historia pueda repetirse. En política, y sobre todo bajo la lógica del Partido Justicialista, las expectativas de poder futuro son tan o más importantes que el poder efectivo actual. Esto quiere decir que el conductor, para mantener alineado a su partido, no solo debe apoyarse sobre su liderazgo, sino que también debe tener la capacidad de proyectarlo hacia el futuro. Si bien luego de las elecciones legislativas del 2009 el Frente para la Victoria se encontraba sensiblemente debilitado, contaba aún con una eficaz munición en su cargador: poderosos candidatos para las presidenciales de 2011.
La foto no era entonces tan importante. La película mostraba que en los siguientes dos años la fuerza tendría tiempo para reagruparse y dar batalla una vez más. Ya sea con Néstor o con Cristina como candidato, nada impedía que en 2011 el matrimonio vuelva a competir en primera persona por un nuevo período presidencial.
¿Qué es lo que sucede hoy? Si bien la foto post-PASO es relativamente similar a 2009, la película de los siguientes dos años carece de un elemento esencial: un candidato propio y competitivo para 2015. No importa lo que haga el gobierno durante los próximos dos años. De repetirse en octubre los resultados de agosto, el FPV no contará con los dos tercios necesarios para modificar la carta magna y como consecuencia de ello “La Jefa” no estará habilitada para ser candidata. Esto significa que la fuerza no podrá competir por cuatro años más en la Presidencia. ¿Es posible un heredero sin el apellido Kirchner? Eso no sería kirchnerismo puro y duro, sería otra cosa. Si no existe capacidad de proyectar la continuidad en el poder, no hay futuro político. Así funciona el sistema. Todos los políticos lo saben, especialmente los peronistas.
Pero existe otra diferencia con los comicios de hace cuatro años, los últimos de los que participó Néstor Kirchner: las características del adversario. Si bien en 2009 el Frente para la Victoria ocupó el lugar del bando perdedor, en el bando ganador no surgió un líder claro y bien diferenciado. Francisco de Narváez y Mauricio Macri se encontraron en una situación en la que ambos se consideraban artífices de la victoria, lo que terminó por diluir el capital político del triunfo electoral.
Hoy la situación es diferente. Sergio Massa no solo emerge como un líder irrefutable de la conquista, sino que también pertenece en forma orgánica al Justicialismo. Nadie cuestiona su condición de Peronista. Esta posición le otorga todas las herramientas necesarias para consolidarse como una figura de alcance nacional y, al mismo tiempo, le confiere la capacidad de encarnar las proyecciones de poder del partido más allá de 2015, algo imposible para el kirchnerismo.
No sería de extrañar que de repetirse en octubre los resultados de agosto, el hombre de Tigre se transforme en forma natural en el nuevo líder del más poderoso y eficaz de los partidos del sistema político argentino.
Santiago Pérez
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