8 de la mañana del sábado 19 de octubre del 2013. La mujer lloraba desoladamente al teléfono sin poder creer que en el mismo andén en el que había fallecido su sobrino, otro tren chocaba en la estación terminal de Once. Otra vez un accidente en la línea Sarmiento. El gobierno nacional, con el cuestionado ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo a la cabeza, salía a culpar al motorman de la formación.
Según la versión oficial, el motorman Julio Benítez jamás avisó a la torre de control de que el tren que conducía, supuestamente, tenía algún desperfecto técnico o se había quedado sin frenos. Randazzo explicó que el conductor del chapa 05 ingresó a la terminal con un promedio de velocidad que superaba los 10 kilómetros del promedio normal y los medios oficialistas rápidamente difundieron la versión de que Benítez había intentado escapar con el disco rígido de su coche en el interior de su mochila. Luis D´elia, ni lerdo ni perezoso, dijo que se trataba de un sabotaje.
Sergio Berni se presentó en el lugar y no descartó ninguna hipótesis. Juliana Di Tullio en 678 apoyó esa versión y los pasajeros que aguardaban el tren, sobre el andén, intentaron hacer justicia por mano propia contra Benítez. El kirchnerismo popularizó el término motorman como hace diez años se la pasa tirando la pelota afuera como un defensor desesperado. La culpa siempre es del otro. Randazzo explicó las razones de por qué se trató de una tragedia con suerte: los paragolpes eran nuevos. Tiene razón. El efecto acordeón del 22 de febrero del 2012 se evitó pero, ¿por qué ese día fallecieron 52 personas? Es la parte del razonamiento que el ministro evitó recordar: porque hasta ese fecha no hubo inversión en el sistema ferroviario y los subsidios terminaron en manos de empresarios inescrupulosos que, como si fuese una calesita, retornaban altos porcentajes a las arcas del Estado, que para el kirchnerismo, es el gobierno.
Randazzo descarta la posibilidad de fallas técnicas porque el motorman nunca se comunicó con la torre de control. Pero, si es cierto que el tren ingresó a alta velocidad a la estación terminal, ¿por qué desde la torre de control no se comunicaron con Benítez? Si el transporte de miles de personas depende de una sola persona, ¿no es una enorme falla del sistema? ¿Alguien puede creer que Benítez intentó matar a cientos de personas con un fin electoral?
Demonizar al trabajador fue la tarea exitosa de un gobierno que está convencido que lo que menos importa son los ciudadanos y las víctimas. Su preocupación es el costo electoral. Lo confesó la propia Cristina ante Jorge Rial cuando recordó las horas siguientes que sufrió Néstor Kirchner tras el asesinato de Mariano Ferreyra: “Creía que podía ser otro Kosteki y Santillán”. Como el burro, el kirchnerismo siempre antepone el yo.
Los familiares de la tragedia del 22 de febrero del 2012 recuerdan que el chapa 05 estaba sin frenos meses atrás. Zulma Ojeda, Paolo Menghini y otros familiares evitaron que esa formación saliera de Once mientras recordaban a sus hijos en un mes aniversario. El hilo se corta por lo más delgado. El gobierno que es capaz de desinformar a través de sus medios de comunicación, generar un estado de violencia social hacia los trabajadores ferroviarios que, muchos de ellos, tampoco están a la altura de las circunstancias, cooptar a las víctimas e intentar dividir a los familiares, tampoco tiene escrúpulos para mandar infiltrados a putear a un dirigente opositor o deambular por los trenes vaya a saber con qué fin.
En la tragedia de Castelar, un perito electrónico, declaró en la justicia sus dudas sobre el video del accidente y que podría haber sido adulterado para culpar al maquinista. En Once, otra vez, los usuarios vivieron un infierno. Luego de 10 años de crecimientos a tasas chinas, el sistema de transporte argentino no es digno del tercer mundo.
Luis Gasulla
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