Hace pocas horas, Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, ha dejado plasmado en un artículo para el New York Times titulado “Talking Troubled Turkey” que posiblemente la próxima crisis financiera mundial podría tener su origen en Turquía, país que asimismo, atraviesa una profunda crisis política.
La advertencia se orienta al efecto contagio que fuera en otros tiempos, responsable de la crisis Tailandesa, la cual terminó afectando toda la economía asiática, o la última crisis griega que se expandió por toda Europa.
En su artículo Krugman se pregunta por ejemplo “¿por qué seguimos teniendo estas crisis?”, y reflexiona que “Los intervalos entre las crisis parecen ser cada vez más corto, y las consecuencias de cada crisis parece ser peor que el anterior”, por lo que continúa cuestionándose: “¿Qué está pasando?”.
Una de las explicaciones que ofrece es el “estancamiento secular”, al que se define como el fenómeno por el cual es mas la gente que ahorra que la de invierte.
Asimismo, frente a lo descripto ensaya dos posibles explicaciones. Por un lado inversores tratando de gastar menos. Si en una economía los ingresos de unos son los gastos de otros y viceversa, se produce una desaceleración de la economía de manera constante.
Si además, algunos de los inversores hacen malas inversiones, por ejemplo en economías de países emergentes, aparece un escenario de burbujas y de depresión, traduciéndose finalmente en estallidos.
Pero lo más alarmante es la conclusión final a la que parece arribar Krugman, y es la siguiente: “El punto más importante es que Turquía no es realmente el problema, ni lo son Sudáfrica, Rusia, Hungría, la India (…). El verdadero problema es que las economías ricas del mundo - los Estados Unidos, la zona del euro, y los jugadores más pequeños, aún no han conseguido resolver sus propias debilidades subyacentes”.
Finalmente el economista termina sosteniendo que “(…) gran parte de Europa ya está en riesgo de una trampa deflacionaria al estilo japonés”. Y esto conduciría inexorablemente a una crisis de los mercados emergentes.
Paralelamente, esta semana también han llamado poderosamente la atención una serie de hipotéticos suicidios entre banqueros.
Por ejemplo el de Gabriel Magee, ejecutivo de PJ Morgan en Londres que cayera el pasado martes desde lo alto de la sede del banco en el que trabajó los últimos 10 años. William Broeksmit, ex alto funcionario del Deutsche Bank que se jubiló el viernes pasado y a quien hallaron inexplicablemente ahorcado en su casa de Londres. Y Mike Dueker principal economista de Russell Investments, compañía dedicada a la gestión de activos, encontrado muerto cerca de una carretera en Washington.
Sin embargo, y contrariamente a lo que pudiera ser la causa de los sucesos descriptos, el último mes, el índice Dow Jones alcanzó un índice récord, pese a que algunas compañías tuvieron que soportar importantísimas pérdidas.
Nidia Osimani
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