Con los términos comensalismo y mutualismo, se designan respectivamente dos formas de relaciones beneficiosas entre las especies vivientes. Cuando se habla de comensalismo, es una sola de las especies la que se aprovecha de la relación sin que la otra se vea perjudicada. Con mutualismo, se designa la relación de dos especies que se benefician mutuamente.
Clásico es el ejemplo del cangrejo ermitaño Eupagurus prideauxi que tiene adherido a su caparazón (que pertenece a un caracol y que le sirve de habitáculo) una o varias anémonas marinas o actinias. Los animales fijos (anémonas) se benefician con el transporte hacia sitios donde abunda el alimento, además de obtener trozos de comida que consigue el cangrejo, y éste a su vez queda enmascarado y es al mismo tiempo protegido de sus enemigos por las actinias, cuyos tentáculos poseen acción urticante. Es el propio cangrejo el que toma las anémonas con sus pinzas y las desprende de las rocas para colocarlas sobre el dorso de su habitáculo. Esta asociación constituye un típico caso de mutualismo. Existen casos de “simbiosis de limpieza”. Los picabueyes, por ejemplo, son aves que liberan a grandes animales de parásitos. También hay peces que limpian a otros de parásitos. Incluso ciertas especies, como las mantas, visitan a los limpiadores en los arrecifes de coral, verdaderas “estaciones de limpieza”,
Otros pequeños peces, buscan protección al aparo de los de gran tamaño, nadando muy cerca de ellos por encima o por debajo.
Otra sorprendente curiosidad, son los peces de las grandes profundidades que desarrollan órganos luminiscentes. Esta bioluminiscencia es útil tanto para los peces que la producen, como a los que los acompañan en la vida abismal, aunque para algunos sea un inconveniente al revelar su presencia ante sus enemigos.
En general, todo parece destilar inteligencia, como si la ecología planetaria obedeciera a algún plan sabiamente concebido. Sin embargo, las respuestas al interrogante “¿cómo se explican esas “ingeniosas” y aparentemente misteriosas relaciones interespecíficas?” son dos solas: por la constante variación de las formas vivientes y sus conductas, y por las extinciones en número astronómico de formas fracasadas. En otras palabras, las morfologías y comportamientos actuales se explican por las extinciones de millones de formas vanamente ensayadas, por ser inviables. No hay otra respuesta posible. Sólo queda lo mejor adaptado tanto al medio abiótico como al medio biológico sin plan “divino” alguno, como creen los creacionistas quienes sólo “manejan” una ¡simple pseudociencia! Toda concepción engañosa de algún supuesto plan, está de más. Todo plan ingenioso en términos creacionistas es inhallable en la naturaleza, lo digo yo como biólogo.
Tampoco hay misterio alguno; si se asocian un cangrejo y una actinia, es por mera casualidad, por la aparición genética de conductas reiterativas. Lo mismo la asociación entre mamíferos, aves, reptiles, etc., con las bacterias saprofitas intestinales benéficas. Si al elefante le creció descomunalmente el apéndice nasal, fue por un azaroso cambio del plan genético gonadal, y esa probóscide le sirve de paso como múltiple herramienta, incluso para tomar agua. Si al rinoceronte le creció un cuerno o dos en la línea media nasal por el mismo motivo, pudo quedar armado para la defensa entre infinidad de otras formas que carecieron de cualquier ardid o arma para librarse de sus infaltables enemigos y cuyo destino fue su desaparición sin miramientos. Si una mariposa se mimetiza con el medio ambiente y sobrevive, es porque precisa y casualmente adquirió esa característica entre cientos de miles de formas que, puestas en evidencia, fueron víctimas de los insectívoros hasta extinguirse.
Por su parte, las migraciones de insectos, peces, aves y mamíferos tampoco son un misterio, como frecuentemente se las quiere presentar. Se explican como mecanismos ciegos automáticos que quedaron como exitosos entre infinidad de casos fallidos. Aquí vemos con claridad meridiana que todo es azar, todo es puro tanteo ciego. Lo que puede quedar después de una mutación queda, lo que no (la mayoría) sucumbe. Así es la naturaleza sin entes poderosos de ninguna clase que brillan por su ausencia.
La fórmula del relativo y provisional éxito de cada especie, no varía; primero gran despliegue de formas mutadas; luego rigurosa selección natural por mortandad para quedar la casi nada exitosa que luego se multiplica.
Si de los millones de procesos vivientes (formas vivientes) iniciados o ensayados en la biosfera quedó en el tamiz de las posibilidades tan sólo un ínfimo porcentaje, lo lógico es que las formas actuales presenten los ¡ingenios! que tanto asombran al lego.
En conclusión, vemos que jamás existió creacionismo alguno, como lo creen los pseudocientíficos de la mano del texto bíblico que embrolló, desde su aparición, a una numerosa humanidad, que hasta el día de hoy se proyecta basado en dicho texto, que contiene una buena dosis de pseudociencia.
Ladislao Vadas