Aristóteles dio tres sentidos para el término perfecto: 1) aquello que no adolece de la falta de alguna de sus partes componentes; 2) aquello que en su especie tiene una excelencia que no puede ser superada; 3) aquello que ha alcanzado su fin, bueno en su calidad.
La filosofía ha utilizado el término perfección en el primero y tercer sentido esto es en lo relativo a la integridad del Todo y a la realización del fin.
Pero el primer concepto, como es de esperar, fue aplicado a un cierto ente inventado por la mente humana para explicar el mundo en tiempos de oscuridad intelectual. Un mundo del cual se tenía una imagen más pálida que la de hoy día por causa de la insuficiencia de conocimientos. A este ente idealizado como poseedor de todas las perfecciones en términos absolutos, se le denominó dios, y se lo imaginó único en su especie.
Así fue como el teólogo aristotélico Tomás de Aquino dijo: “… Dios es el ser totalmente perfecto, pues no es otra cosa sino su ser mismo Y digo totalmente perfecto, en cuanto no le falta ningún tipo de perfección”. (Suma contra los gentiles, libro I, cap. XXVIII.
Duns Escoto a su vez afirma que la forma en las criaturas encierra cierta perfección, pero dicha forma es parcial, y tan sólo se trata de una participación de lo perfecto que es Dios quien no es parte ni participación de cosa alguna.
Para Bergson, la perfección se identifica con lo absoluto y ambos se consustancian con la totalidad del ser.
En cuanto a Kant, este menciona dos perfecciones a saber: trascendental una, metafísica la otra. La primera como “la integridad de todas las cosas en su género”, y la segunda como “la integridad de una cosa considerada simplemente como cosa en general. (Véase: Crítica de la razón práctica, capítulo primero).
Ahora bien, ¿de dónde pudieron haber surgido estas ideas acerca de la perfección? Desde ya que en ninguna de la manifestación de la esencia del universo existe perfección alguna en términos absolutos, mientras que la otra supuesta sustancia inventada, que es resultado de una pura cerebración, esa idea de un ente espiritual absoluto y perfecto (dios), existe exclusivamente en el ámbito craneal, jamás en exterior alguno. ¿Cómo se originó entonces este fenómeno que no condice con realidad alguna exterior al psiquismo? La respuesta dada con crudeza es: por mutación genética.
A lo largo del camino filético de la rama de los homínidos, fueron quedando aquellos individuos con mayor tendencia a realizar las cosas lo más perfectas posible. Y esto por simples razones de supervivencia, ya que todos aquellos desordenados, propensos al yerro, incapaces, torpes, descuidados, sucumbieron víctimas de toda clase de accidentes y embates de los enemigos. Sin duda han sido tribus enteras, portadoras de los genes responsables, las que desaparecieron por esta causa, y sólo quedaron las ramas evolutivas más eficaces, y dentro de éstas los individuos que podían concebir con mayor perfección un proyecto, una obra, un arma, la organización de una cacería, una invasión, etc. Esta habilidad fue luego trasladada al arte y la tecnología para realizar las cosas lo más perfectas posible.
Aquel que pinta un cuadro, el carpintero o mecánico que construye, el arquitecto, el escritor… todos tratan de realizar las cosas del modo más perfecto posible.
Nadie es perfecto en el mundo, por cierto, pero al menos llevamos adentro la idea de la perfección.
Ciertamente, si no hubiese sido por esta idea, que en la práctica ha obrado el perfeccionamiento en todo el quehacer humano a lo largo de milenios, es probable que todo el género humano se hubiese extinguido al ir a los tumbos, de yerro en yerro.
Luego, también de especulación en especulación, la mente humana consiguió concebir la fábula un ser superior absolutamente perfecto, como una proyección de la idea de perfección en algo ilusorio.
Esta idea de perfección que posee el hombre en forma innata, iba a ser muy útil para su futuro y en eso estamos. Lástima que muchos quehaceres de este autotitulado “rey de la creación”, dejan mucho que desear en cuanto a su naturaleza belicista que lo echa todo a perder.
Luego, para finalizar este artículo, sólo me resta añadir que: huérfanos de todo ente poderoso dominador del universo entero, que sólo pertenece sin dudas a una pseudociencia denominada teología, entonces ¡por favor señor Homo sapiens! ¡Basta de guerras, reyertas, bandidaje, hipocresías, ambiciones desmedidas y otras falencias!