Aunque Julio César Grassi está detenido, sigue manejando los hilos de la Fundación Felices los niños. Desde prisión, pide a sus colaboradores que desvíen donaciones al Penal de Campana.
De esa manera, él puede tener una vida "lujosa" en prisión. El programa Periodismo para Todos mostró anoche cómo el religioso pasa sus días hoy: dispone de una oficina pegada a la despensa del Penal. Allí tiene cama, baño privado, escritorio y computadora. Da órdenes a través de sus tres celulares. En su celda, además, tiene un led de 21 pulgadas, un frigobar y un caloventor.
Desde que Grassi está preso, la Fundación sigue funcionando. Juan Manuel Casolati es el director de hogares de la institución y fue quien hizo la denuncia en la Justicia. Al ingresar a trabajar en la organización, se sorprendió del estado en el que estaba todo porque nunca se habían dejado de recibir donaciones. El dinero que ingresa viene de las operaciones de telemarketing, de lo recaudado en los peajes que tienen la opción de depositar plata, y de cheques.
En el lugar, todo está destruido. Cuando Casolati llegó, tuvo que tirar 2000 kilos de comida que estaba en mal estado. La misma cantidad se debió desechar de la cámara frigorífica. "Estaba podrido, en cajas orinadas. Había excrementos de rata en todas las cajas", contó.
Al ver la situación, Casolati echó a la gente que estaba a cargo de la despensa. Esas personas son la mano derecha de Grassi, y siguieron trabajando en otros lugares. Son los que manejan la administración de la Fundación. Al querer resolver la situación, Casolati chocó con Grassi, que estaba en comunicación con sus colaboradores, Iván Guex y Fabián Amarilla. "Da orden expresa de darles alimentos vencidos a los chicos. Yo digo que no", indicó.
"Empecé a descubrir que muchas cosas que eran donadas a la Fundación se derivaban directamente a la cárcel", continuó Casolati, y amplió: "Todo va a parar a La Blanquita, una casaquinta que está a 400 metros, donde tienen su centro de operaciones, donde Grassi vivía".
Alejandra Varas, educadora de la Fundación, denunció que Grassi sabía del desastre y nunca tomó la iniciativa para tratar de resolverlo. "Vi un camión que llegó a la despensa y el otro día no había nada, se había ido todo a Campana", recordó, para ejemplificar.
Roxana Ávila, encargada de la despensa, dijo que por la comida en mal estado no se podía entrar a la despensa, por el olor. Ella contó que Grassi le decía que les diera a los chicos alimentos vencidos.
Las cámaras siguieron un camión que trasladó donaciones a la cárcel de Campana. Fue el 25 de junio, el día del partido del Mundial de Argentina contra Nigeria. El vehículo dejó algunos pocos productos en la Fundación y luego siguió para el penal, donde entró sin ningún tipo de problema.
Allí, la mercadería se distribuye entre el servicio penitenciario y los detenidos. Para poder hacer esto, existe complicidad con efectivos policiales.
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