Del otro lado del teléfono, su interlocutor se puso nervioso: ‘’Vos sabés que Rodolfo es un tipo jodido, ¿no?’’.
Lejos de amedrentarse, quien escribe estas líneas redoblaba su presión: ‘’Javier, ya lo sé. Vos decile que lo conocí personalmente’’.
-¿Cuándo? ¿Es cierto, o es una joda para que te conceda la entrevista?
-Para nada. Decile que lo conocí en el 88, cuando dio una charla en la facu de Económicas un sábado cuando aún estaba prófugo del alfonsinismo. En ese momento, yo estaba en la JUP de Sociales, y él era nuestro jefe ideológico….Luego en el 96 lo intenté rastrear, pues quise hacerle una nota para El Nuevo Porteño sobre el tema de Hard Communications, sin suerte….”.
Javier hizo un silencio breve, y luego continuó: “Está bien, le voy a decir, Fernando. Pero no te garantizo nada, si lo conocés, sabés como es. Llamame la semana que viene a ver qué pasa”.
Así lo hizo. El otro seguía tan reticente como siempre, más que de perro faldero de can de guardia. “Mirá, Rodolfo tiene que viajar por negocios, ¿viste?. ¿Sabés a que se dedica no?”.
El escriba no reprimió una risita, era demasiado obvio: “Ja, ja, bueno muy bien, ya te lo paso. Le conté eso que me dijiste la semana pasada, que lo conociste. Que tengas suerte…”.
“Hola, Rodolfo, un gusto tanto tiempo. Javier ya le habló de mi, ¿no?. Tengo ganas de verlo de nuevo, pues leí su biografía (la de Larraquy y Caballero) ….”
Rodolfo Galimberti se tomó un segundo para pensar…Luego contestó: “Llamáme cuando vuelva…”.
Pero jamás se concretó el encuentro en cuestión, puesto que Javier Martina, el guardaespaldas y edecán de Galimberti, utilizaría centenares de subterfugios para que la entrevista jamás se concrete. Con anuencia de su amo, obviamente. Finalmente, Rodolfo Galimberti fallecería el lunes 11 de febrero de 2002, en medio de una operación complicada de aneurisma de aorta disecante en el sanatorio San Lucas, de San Isidro.
Pocos meses después, en octubre, Telenoche investiga puso al aire un programa en el cual se presentan denunciantes anónimos que acusan al padre Julio César Grassi de abusar sexualmente de sus protegidos alojados en la Fundación Felices los Niños. Al frente del equipo, estaba la periodista Miriam Lewin, ex militante montonera sobreviviente de la ESMA. Era el principio del fin.
Teléfonos muy compuestos
En octubre de 1995, Rodolfo Galimberti, Jorge Born y Jorge Corcho Rodríguez, luego marido de Susana Giménez, formaron la empresa Hard Communications. Inscrita en el Boletín Oficial como sociedad anónima, declaró actividad industrial con domicilio en Bolivia 564, Villa Martelli y uno alternativo en Juramento 2149, Belgrano, declarando como actividades comerciales la composición, diseño, fotomecánica y toda actividad relacionada con la industria gráfica.
Detrás de la misma estaba Telinfor, cuyo titular era Alejandro Mac Farlane, yerno del entonces jefe de la SIDE, Hugo Anzorregui, el Señor 5. A este trío de Armada Brancaleone, pronto se le sumaría un personaje de catacumbas, el ex capitán de navío Jorge Rádice, de la patota del GT3 de la ESMA: “El plan que tenía era estupendo. Inventar un juego telemático para el programa de televisión de Susana Giménez. Y asociarse con algún cura en una Fundación para que también tuviera un fin benéfico’’, de acuerdo al libro de Larraquy y Caballero. Pero este extraño maridaje sólo duró tres años, y terminaría muy mal: ‘’Para septiembre de 1998, previo al acuerdo extrajudicial entre Hard, Susana y el padre Grassi, el cura aparecía en los canales, condolido, hablando de la falta de palabra de los directivos de la empresa. Canal 13 le daba amplia cobertura al llanto sacerdotal, buscando herir a sus competidores de Telefé. Y Clarín, el diario del multimedio, le dedicaba ocho portadas «al escándalo del Su llamado». Antes, ya se habían hecho un festín con el divorcio entre la estrella y el polista Huberto Roviralta. Del otro bando, un correo informal que muchos dicen que fue alentado por Jorge Rodríguez y Galimberti, hacía llegar a los medios un dossier firmado por «un grupo de trabajadores de la Fundación de los Niños Felices». Era un pasquín que hacía recordar las acusaciones cargadas de prejuicio de las usinas de acción psicológica de la última dictadura militar. Y que, era evidente, buscaba minar la resistencia del sacerdote a pactar una tregua al margen de los Tribunales. Hablaba sobre las supuestas inclinaciones sexuales de Grassi. Decía el escrito: «... otra relación del cura fue un tal Iván, que trabajó en la panadería de la Fundación’’. Sobre el desvío de fondos para provecho de sus familiares, un dato que debe ser investigado es el siguiente: de los quince containers que Grassi recibió de regalo, algunos cargados con ropa quedaron a la intemperie durante meses y les llovió encima, lo cual motivó que se arruinara la ropa allí guardada en detrimento de los niños carenciados. También, cuando se fundió la empresa metalúrgica de su hermano, al cura se le ocurrió una idea: decidió reciclar los containers para transformarlos en aulas —cuando le sobra espacio físico en las setenta y cinco hectáreas de tierra, como para hacerlas de material—. Pero sucede que la brillante idea, para darle trabajo a su hermano, y cuyos costos son astronómicos, tiene un grave inconveniente: los containers reciclados sólo podrán ser usados seis meses al año, porque de octubre a marzo, expuestos a los rayos del sol, al ser de chapa, se convierten en un horno ardiente, imposibles de ser habitados». Lo que se dice, munición gruesa. Pero eso no fue todo. Grassi también denunció que un Ford Falcon merodeaba los terrenos de su obra en actitud amenazante.
Y hasta dijo haber escuchado, muy cerca de él, algunos disparos nocturnos. Finalmente, el cura capituló. El 8 de febrero de 1999, firmó con Hard un acuerdo extrajudicial por el que se declaraba satisfecho con haber recibido sólo 720.000 pesos de manos de la empresa. Grassi resignó su papel de querellante en la causa convencido por su abogado, quien le explicó que la Fiscalía seguiría impulsando la investigación por su cuenta. Al fin y al cabo, le dijo que si la Justicia fallaba contra Hard, él podría regresar a ocupar el primer lugar en la lista de damnificados a cobrar. Durante la reunión con los abogados de Hard, Grassi arregló una presentación en el programa «Hola Susana», donde iba a dejar bien parada la reputación de los directivos de Hard, las autoridades de Telefé y la diva de los teléfonos. Susana Giménez le preguntó al aire para qué quería tanto dinero. El padre dijo que para construir un hogar modelo. La estrella lo atacó: «Pero padre, ¿qué quiere, construir un Sheraton usted?». No fue una frase feliz. Después, quiso suavizar el exabrupto calificándolo de «broma». La excusa tampoco fue feliz”, según la biografía de marras citada.
El 21 de octubre, la mencionada Miriam Lewin y su colega Juan Miceli (ahora en ATC) emiten el informe Con los chicos no, en el cual aparecen 7 presuntos chicos de la fundación Felices los Niños que adujeron en cámara oculta haber sido abusados por el padre Grassi.
Esto es realizado con ayuda de los buenos oficios del juez de Morón Alfredo Humberto Meade, quien figuró en las listas de desaparecidos de la Conadep sin haber estado ni siquiera detenido, hasta noviembre de ese año.
Fernando Paolella