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Maradona versus Cóppola II

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LO QUE EL DIEGO NO CUENTA
LO QUE EL DIEGO NO CUENTA

“En la noche de Buenos Aires la droga existe”, confesó crípticamente el Comisario Jorge Palacios cuando le preguntaron por la muerte de Poli Armentano y sus vinculos con Guillermo Cóppola. Eran días de incertidumbre para Guillote, en los que el entonces jefe de Operaciones Federales de la Superintendencia de Drogas Peligrosas confesaba que en su momento había realizado tareas de inteligencia sobre este último, tanto por el tema de la muerte del "Rey de la noche" como por el tema estupefacientes.

 

Palacios es cincuentón, alto, de pelo castaño y bigote recortado, y podría haber sido un comisario más, pero no: sabe demasiado. Hombre de buenas relaciones con la DEA, Palacios nunca creyó del todo que Cóppola fuera narcotraficante. Siempre sospechó que Guillote tomaba y convidaba, pero no más que eso.

Una vez, uno de sus hombres lo vigiló adentro de un canal, de incógnito. Cóppola entró al baño con un chico joven. El pibe le alcanzó un papel y Guillote aspiró la cocaína. Cóppola no era tonto, nunca llevaba la droga encima.

A pesar de la seguridad de Palacios, años más tarde el nombre del representante de Maradona iba a aparecer en la agenda de un narcotraficante.

El jueves 22 de febrero de 1996, en un operativo policial en la localidad de Castelli, uniformados habían detenido a un automovilista en posesión de “éxtasis”, varias jeringas y 200 gramos de cocaína. Se trataba de Carlos Fassari, a quien la policía seguía de cerca por su ilegal actividad y por su sociedad con Daniel Plá -alias Flipper-, un traficante de drogas de Pinamar que tenía por ese entonces pedido de captura internacional.

La sorpresa de los uniformados se hizo elocuente cuando revisaron su agenda. Entre el teléfono de varias modelos y algunos personajes conocidos se encontraban los datos de Cóppola y su representado, Diego Maradona.

Esos mismos días, Cóppola encendía su celular para hacer un sugestivo llamado al Barman de la disco Coyote: “Mandáme urgente Coca Cola, champán y traéme eso. Que sea bastante porque acá hay mucha gente y tenemos que compartir”, reclamó Guillote.

Pocos meses después, en el marco de la fallida “causa Cóppola”, esos vínculos de Guillote con las drogas quedarían detalladamente revelados. Entre los testimonios que lo han incriminado, se destacó uno en particular. El 7 de octubre, bajo estricta reserva de identidad, una joven mujer manifestó que “Guillermo Cóppola me ofreció pastillas de éxtasis de color amarillo y me las metía en la boca con su mano. Ponía pastillas en un jugo de naranja y le convidaba a todo el mundo. Una vez, en su casa, una chica –Analía- que nunca había tomado, tomó y se puso muy mal. Guillermo enviaba cocaína a Italia en barco, tuvo problemas con la camorra napolitana porque estaba llevando drogas y allí no le permitieron ir más. Yo escuché una conversación telefónica entre un tal Angelo y Cóppola sobre el tema. En una oportunidad, Cóppola me ofreció viajar a España con cocaína distribuida en mi cuerpo. Me garantizó que no me iba a pasar nada, que iría con todos los gastos pagos y quince mil dólares limpios. Me dijo que tenía que tomar dos aviones, uno a Barajas y de allí uno a Ibiza. Yo le dije que no. Cóppola me dijo que era una tonta, que era una buena oportunidad para hacer plata, que él lo hacía permanentemente con muchas chicas, que tenía que estar tranquila y me recomendó hacer meditación, leer libros de autoayuda. Me dijo que podía ir con una amiga y llevar así cuatro kilos, que pasarían a buscar la droga por el hotel donde estábamos”.

Respecto al tema del consumo de drogas, la testigo aseguró que Guillote “primero calentaba el plato con cocaína en una hornalla o en el microondas. Cóppola llevaba tizas de cocaína al solarium de Paseo Alcorta para que se calentaran en una cama solar. Cóppola conocía a muchas chicas a los 16 o 17 años y las iniciaba en la droga. Normalmente las llevaba a El Cielo”.

Dicha declaración fue reforzada por varios testimonios que se ofrecieron en la misma causa y provocó gran preocupación en Guillote, quien -a la vez- trataba de desligarse de toda manera posible de la acusación puntual de prestar su domicilio para consumo de drogas. Lo que no sabía el canoso manager, es que había una escucha telefónica que lo dejaba en evidencia.

En ella, Hugo Maradona –hermano de Diego- hablaba desde Japón con Delia -su mujer- sobre la inminente declaración de Gabriel ‘El Morsa’ Espósito, cuñado de Diego Maradona:

 Delia: -“(Bernasconi) quiere que el Gordo diga todo lo que sabe”

 Hugo: -“¡Si no tiene que ver un carajo!”

 Delia: -“Y viste el Gordo cómo es (...) Quiere hablar primero con tu hermano y a ver que... si declara tu hermano, declara él. Y si no, no. Se traga él... Se traga él la banana”

 Hugo: -“¿Y se va a tragar dos o tres años de cárcel?”

 Delia: -“Cuatro años mínimo”

 Hugo: -“Pero, ¿éste es mogólico?

 Delia: -“Lo que pasa... Viste cómo es el Gordo, Turco. Lo que pasa es que el Juez le dijo ‘te excarcelo mañana si vos me declarás... me decís lo que sabés contra Guillermo”

 Hugo: -“Pero, ¿qué sabe?”

 Delia: -“Que en la casa de Guillermo se organizan fiestas, que... Lo que sabe, que sé yo, lo que sabe...”

Diego Maradona le había garantizado a Espósito -su cuñado- que lo iba a sacar de la cárcel, que no declarase contra Cóppola. Él se ocuparía de negociar con el juzgado, pero algo tenía que entregar.

Algo que finalmente dio: “Soy adicto”, dijo Espósito en la indagatoria, agregando que “la cocaína se la compró a Claudio Cóppola, más conocido como ‘Lechón’. Lo llamaba previamente a su casa del barrio de Floresta y cuando llegaba a su casa ya tenía preparado el encargue. Pagaba cien pesos la bochita de cinco gramos”.

Cuando el secretario del juzgado quiso saber quién era el que le vendía la droga a Claudio Cóppola, el Morsa fue bien terminante: “Eso no se lo voy a decir”. Todos intuían ese nombre, pero nadie se animó a decirlo.

Guillote, por su parte, había asegurado desconocer a Claudio Cóppola y no podía desdecirse.

Sin embargo, había una escucha telefónica que los tenía a ambos como protagonistas: “Guille, yo tengo que conseguir un kilo cuando llegue mi primo. Yo te puedo asegurar que si ven los billetes te pongo la pelota con botella de whisky de la mejor”, asegura Claudio Cóppola, mientras en su casa suena el timbre. Cuando regresa al teléfono le dice a Guillermo Cóppola: “Leo quiere merquita, dale, dale. Lujos y placeres conseguíme”.

Guillote no duda: “Yo consigo, sí, no hay problema”.

 

Guillermo, el puntero

“(En el tema drogas) Cóppola es un puntero”, me asegura el Sub Comisario (RA) Luis Augusto Weckesser, mientras apunta su desconfiada mirada a las anotaciones que voy tomando en mi arquetípica libreta de periodista.

“Cóppola ha podido hacer crecer sus ‘negocios’ gracias a la asunción de Menem como Presidente”, insiste el ex jefe de la División Toxicomanía refiriéndose al comienzo de los años ‘90.

Weckesser posee el mérito de haber enfrentado cara a cara a Cóppola en más de una oportunidad, la mayoría de las veces en medios televisivos y es en ese ámbito donde aparenta moverse mejor.

En el año 1997, en el programa Hora Clave -conducido por Mariano Grondona- fue partícipe de un fuerte enfrentamiento contra Maradona y Cóppola en el marco de la causa que había llevado adelante el ex Juez Bernasconi. El subcomisario estaba en el piso del canal, mientras que sus interlocutores hablaban desde exteriores. El diálogo fue imperdible:

-Maradona: Mariano...

-Grondona: Sí, te escucho.

-Maradona: Sí, ehh, yo quisiera saber, yo qui… quisiera saber, por qué ahora sacan a Ramón Hernandez, eeehh, por qué desapareció de un momento a otro Tinelli, por qué de un momento a otro desapareció Daniel Hadad. ¿Qué, qué, hubo arreglos.... hubo arreglos con Schlagell, o con, o con, o con Bernasconi?

- Grondona: Les agradezco mucho...

- Maradona: Acá hay algo, acá, acá hay cosas mucho graves. Acá hay arreglos que hicieron, que hicieron los que yo te nombré, y los arreglos que no quisimos hacer nosotros.

- Weckesser: Correcto. Yo digo otra cosa, el Sr. Cóppola, y el Sr. Maradona se creen dos carmelitas descalzas y no lo son. Cuando el Sr. Maradona tenía valija diplomática dada por el presidente Menem, tuvieron un problema grave de drogas en Nápoles y otro en Milano, después tuvieron un problema grave con una Path Finder famosa llena de droga...

 - Maradona: ...pero...

 - Weckesser: ...después tuvieron el problema del departamento, después tuvi...

 - Maradona: ..pe, pe, ehh..

 - Weckesser: ¡Cállese Maradona por favor que estoy hablando yo! Yo lo escuché a Ud. Y el Sr. este... Cóppola con un tema de...

 - Maradona: No grités, ... no grités, no grités que no le podés gritar a nadie eh??

 - Weckesser: Mire, tengo una carta documento que le mandé, todavía está la cédula abierta, se la... y le voy a hacer juicio por injurias, y le aseguro que la va a pasar muy mal, la tengo acá en la mano la carta... Y se lo estoy perdonando ¿Por qué? Por que pienso que a Ud. hay que darle crédito, Ud. quiere... la historia no es todos los días confesar que toma droga, y al otro día infringirla, es, es, confesarlo y cambiar... Ud. lo confesó 20 veces y lo violó 21....

 - Grondona: Ya volvemos....

 El rostro de Grondona estaba casi tan tenso como la propia situación y realmente se sentía arrepentido de haber puesto frente a frente a semejantes invitados. La situación se le había escapado de las manos y la tanda publicitaria era el escape más viable.

 Weckesser, por su parte, sabía que nunca iba a volver al aire luego del corte: sus palabras habían sido demasiado fuertes y provocaron el consecuente malhumor que podía respirarse en el mismísimo piso del canal.

 

El protegido

 Una noche de verano del año 1995, en la disco El Cielo, una brigada de la policía hizo encender todas las luces. La pista apareció llena de "papelitos" de droga y automáticamente un comisario miró a un hombre a los ojos. Desde hacía tiempo lo seguía y lo veía salir con Cris Miró en una cupé blanca. Ya conocía sus horarios y sus vicios.

 Cóppola, vestido de negro, fue inmediatamente conducido al baño del boliche y revisado de arriba abajo en cuestión de segundos. Petti Peltenburg, uno de los socios de la disco, temblaba a su lado. Pero no cayó nada. Los agentes detuvieron a muchos consumidores, pero se fueron defraudados.

 Casi un año antes, en 1994, un joyero que no quiso dar su nombre había denunciado en el programa Memoria, de Chiche Gelblung, que Cóppola inició a su hijo en las drogas.

 Según su propio relato, Rubén P. entró a la oficina de Cóppola como una fiera. “Mi hijo es un adicto a las drogas por tu culpa”, increpó furioso mientras estampaba un cenicero en la frente de Guillote quien llegó a exclamar antes de caer herido: “que se joda por idiota”.

 Era la primera escena de un calvario: a fines de los ‘80, una noche, en el boliche Bulldog, Cóppola le habría ofrecido cocaína a Horacio, el hijo de Rubén.

 Horacio con el tiempo abandonó el trabajo, renegó de la familia e intentó vender las propiedades de su padre. Fue entonces que Rubén se decidió a ir a la televisión. “La policía de Vicente López lo ampara (a Cóppola). Son todos delincuentes”, aseguró en plena pantalla chica y a partir de esas afirmaciones se dieron inicio una serie de amenazas que perturbaron su vida: “me vinieron a buscar y me amenazaron de muerte. No pudimos dormir durante seis meses”, aseguró posteriormente. Hoy en día no quiere recordar nada de ese tiempo: “corre riesgo mi vida”, confiesa con dolor.

 Mientras tanto, Cóppola sigue con sus oscuros negocios, en su impertubable rutina diaria, al tiempo que Maradona -cual barato culebrón centroamericano- sólo se atreve a revelar los vericuetos de la historia contra su ex manager en oportunas dosis homeopáticas.

 Eso sí... ocultando todo rastro que pudiera salpicarlo.

 

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