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Maradona versus Cóppola

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DROGAS, MAFIA Y OTRAS ACUSACIONES
DROGAS, MAFIA Y OTRAS ACUSACIONES

Los "mensajes" de los últimos días de Diego Maradona hacia Guillermo Cóppola no son casuales. El "diez" está siendo constantemente amenazado desde hace varias semanas y en los últimos días la anónima voz que lo llama invoca la figura de sus hijas, algo que altera sus nervios por demás, ya que son —según sus propias declaraciones— lo más importante de su vida. 

 

Sabe Maradona que la embestida viene por parte de su ex amigo Cóppola y no pierde oportunidad para devolverle el "favor". Sabe que Guillote tiene mucho que esconder acerca de su pasado y que intenta volver a simular que es un "serio empresario" y un hombre de bien. 

A su vez, Maradona puede avanzar sólo hasta cierto punto en sus acusaciones sin quedar salpicado como cómplice de los negocios de Cóppola y eso lo obliga a ser muy medido en las públicas diatribas que hace contra su antiguo manager.

¿Qué es lo no cuenta Maradona? Veamos:

En el año 1.991, en el marco de una causa relacionada a una red de prostitución, Maradona y Cóppola fueron acusados por distribución de drogas.

El 5 de marzo de ese año, en el Palacio de Justicia de Nápoles se presentó, sin citación, un tal Pietro Pugliese y pidió ver al fiscal de la causa. Pugliese se presentaba como un simple empleado de seguridad de Nápoles, aunque luego se sabría que trabajaba como asesino a sueldo de la mafia local y que personificaba los estrechos lazos existentes entre la Camorra y el fútbol.

Según su propio testimonio había dejado sus actividades en 1.989, mismo año en el que conoció Maradona quien le ofrecía un empleo como chico de recados y chofer de media jornada.

Un amigo cercano al notable jugador contó: “Pugliese formaba parte de la mala gente relacionada con los aficionados del Nápoles que cada vez se acercaban más a Maradona”.

En suelo argentino, Pietro conoció a una mujer que más tarde se convertiría en su novia, Alejandra Bertero, quien a su vez le presentaría a Guillermo Cóppola. Bertero accedería posteriormente a servir de mensajera entre Buenos Aires e Italia como representante de DIARMA, la compañía de Maradona.

Según su propia declaración, en 1990 Guillote le pidió que gestionara personalmente el envío de un paquete de diarios y revistas desde Buenos Aires. Fue entonces que un empleado suyo ubicó a Alejandra Bertero en Ezeiza y le indicó que llevara el bulto en la mano. Coincidió que ese día viajaba la Selección argentina y Carlos Bilardo tenía la indicación de alinear a Bertero junto a la delegación a efectos de ‘ahorrar’ detalles aduaneros.

La chica pasó como un jugador más por la puerta lateral de la aduana de Fiumicino, sin que nadie la revisara y luego le dio el paquete a su novio, quien a su vez se lo entregó a Cóppola en Nápoles a cambio de un cheque por 25 millones de liras que Pugliese cobró el 11 de julio de 1990 en la Banca della Provincia di Napoli.

En octubre de 1990, finalizado el mundial, Pietro llamó a la casa de Maradona y registró la conversación: “estoy preocupado porque la policía me está cercando ¿Puede ser que me busque por aquel paquete que me hiciste traer de Buenos Aires?”.

Pugliese había asegurado a la justicia que Cóppola y Maradona participaban del tráfico de drogas, mientras le pedían que él hiciese de contacto y denunció que a su novia —Alejandra Bertero— la habían hecho trasladar un paquete con dos kilos de cocaína haciéndole creer que se trataba de periódicos y revistas.

Pietro juró a los fiscales italianos que Maradona y Cóppola sabían del contenido del paquete porque ambos supervisaron la entrega final. Asimismo, confesó que el pago recibido por el trabajo se había realizado a través de DIARMA. Existían conversaciones que confirmaban la participación de Cóppola en la transacción bancaria y la invitación personal de Maradona a Pugliese para que se reuniera con él en su casa. Esas grabaciones fueron entregadas a la justicia por el abogado de Pugliese.

Tanto Maradona como Cóppola admitieron posteriormente que habían estado presentes cuando llegó el paquete, pero negaron que contuviese cocaína; eso sí, nunca pudieron desmentir su relación con Pugliese. 

Lo cierto es que, si bien las declaraciones de Pugliese no habían comprometido demasiado a Maradona, sí ponían en serios aprietos la credibilidad de Guillermo Cóppola quien esos mismos días era acusado por el entonces centrocampista del Parma, Massimo Crippa, de haberlo visto ofrecer cocaína a Maradona en una fiesta llevada a cabo en un barco anclado en la Bahía de Nápoles en 1990. Esta había sido entregada por un mensajero en un fuera-borda y personalmente a Cóppola. “La cocaína ha llegado” alegó Crippa que le había oído decir a este último.

Guillote mentiría luego al declarar que Maradona nunca había tomado drogas.

 

El padrino

Eran realmente extraños los vínculos de Cóppola con el clan camorrista del barrio napolitano Forcella, cuyos capos eran Carmine y Nunziello Giuliano, gente de la mafia y las drogas.

“¿Si tuve contacto con la Camorra? Sí... puede ser”, confirmaría tiempo después Guillote, sumando sus propias palabras a la elocuente prueba ya aportada por el diario italiano Il Mattino, que había publicado la foto de Diego Maradona junto a dos líderes del clan: Carmine y Raffaele.

Para que no quedaran dudas Pietro Pugliese, en una de sus declaraciones ante la justicia, había confesado que, en un asalto al Banco de la Provincia de Italia —donde le robaron una importante cantidad de joyas a Maradona— “Guillermo Cóppola me dio una lista de las joyas robadas y yo me dirigí personalmente al clan de la Camorra, Di Giuliano y Villaricca... Gracias a esa gestión se logró recuperar 5 relojes de gran valor”.

Los vínculos de Maradona con la Camorra eran aún más evidentes que los de Cóppola. Durante la celebración de la victoria del Nápoles en el campeonato de 1.987, algunos periodistas recibieron una invitación para una fiesta privada organizada por Maradona, a quienes se les advirtió que no debían publicar, por su propia seguridad, detalles de aquella noche.

De todos aquellos periodistas invitados, solamente Bruno Passarella, corresponsal en Roma de El Gráfico, se animó a describir el ambiente aproximado en el que Maradona se estaba introduciendo: “Aquella noche, Maradona estaba en una casa en Nola, una de las villas desperdigadas por los alrededores de Nápoles. Cuando preguntamos por el propietario de la casa no se nos quiso dar a conocer el nombre. La mansión se asemejaba a un búnker, con puertas que se abrían por control remoto, un circuito privado de televisiones por todo el lugar y un enorme mastín atado a una cadena cerca de la entrada principal. Fue una noche extravagante y lujosa, con Moët et Chandon fluyendo como el agua y servido en copas de plata, una pantalla enorme de video que mostraba continuamente los goles de Maradona y muchos invitados con anillos enormes en los dedos. Era un ambiente evidente de dinero nuevo, blanqueado rápida y fácilmente. El tipo de dinero que en Nápoles había proporcionado fortunas fáciles a ciertas personas. Al amanecer volvimos a Nápoles, sin que ninguno de los periodistas supiera algo más sobre la identidad del anfitrión.”

Si bien Passarella describió algunos detalles de la velada, se negó rotundamente a revelar algo más.

A los pocos días, Cóppola se escapaba de Italia en medio de la causa judicial que lo tenía en vilo. Lo hizo tan apurado que, a pesar de los años de amistad que los unía, ni siquiera tuvo tiempo de despedirse de Maradona ni de darle las razones. Públicamente dijo: “Diego ya no lleva una vida de deportista. Mi presencia ya no le sirve… algún día me comprenderá”.

Años más tarde, frente al Juez Carlos Liporaci, Cóppola admitiría, involuntariamente, la verdad sobre lo sucedido: “Nadie dijo por qué Diego y yo cortamos en 1990. Nadie lo sabe. Mucho de lo que ahora pasó en este lugar y el tema de la droga y demás es la razón por la cual yo me alejé de Diego”. 

 

La muerte le sienta bien

Dicen quienes lo conocen, que Guillermo Cóppola es como los gatos: siempre cae parado. Y algo de cierto debe haber, ya que nunca terminó embarrado por las denuncias que lo han señalado. Apenas si resultó levemente salpicado.

Una de las acusaciones más comprometidas que le ha tocado sobrellevar tiene que ver, ni más ni menos que con un asesinato. Veamos.

El 20 de abril de 1994 Leopoldo “Poli” Armentano, un exitoso empresario bailable fue baleado cuando iba camino a su casa en la esquina de Demaría y Sinclair. Horas antes había compartido una cena en el restaurante El Mirasol con el propio Cóppola y con el valet presidencial, Ramón Hernández. Dos días más tarde falleció en el Hospital Fernández.

En el expediente de esa causa, que posee más de 27 cuerpos, al menos cuatro testigos  han vinculado a Guillermo Cóppola con el crimen. 

Uno de ellos es Carlos Hugo Kolosko, preso en la Unidad Nº 1 del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires, quien el 30 de diciembre de 1994 declaró ante el juez Francisco Trovato que un tal Hugo Manuel Jiménez le había confesado que “iban a matar a Armentano y a él... que los había mandado matar Guillermo Cóppola. Poco tiempo después de su confesión, Giménez fue asesinado de siete balazos en la zona de El Palomar.

En el mismo sentido, declaró la mediática Natalia Denegri, el 29 de junio de 1994; “En febrero de 1994 conocí a Oscar Fabbre, propietario de la discoteca New York City (...) a mediados del mes de abril de este año me dijo que tenía la certeza de que lo iban a matar a Poli Armentano y temía que lo complicaran a él en el asunto (...) Oscar me dijo: ‘Mirá Natalia... yo ya hablé con Cóppola y sé que lo van a matar.”

Denegri contó que el mismo día que los diarios publicaban el atentado contra Poli Armentano, Fabbre la había llamado muy excitado: “¿Viste que yo no estoy tan loco como dicen? ¿Viste que lo mataron con un tiro justo y profesional? ... (Igualmente) la causa va a quedar en la nada, Cóppola y sus amigos conocen a gente muy poderosa y a muchísimos jueces”.

Para chequear y contrastar la información aportada por Natalia Denegri, el juez Trovato citó a su madre, Mirta Crevani, quien coincidió con su hija al asegurar que Fabbre había hecho comentarios acerca de muerte de Armentano: “(Fabbre) en una cena efectuó comentarios al respecto y recuerdo que dijo, entre otras cosas que no he retenido, que lo habían matado (a Poli) como consecuencia de un ajuste de cuentas debido a una deuda que no había pagado”.

Finalmente, el juez citó a declarar al propio Guillermo Cóppola el 16 de diciembre de 1994. Guillote nunca fue interrogado acerca de las declaraciones que lo incriminaban y a partir del día 19 del mismo mes la cuenta bancaria de Trovato registró un “casual” incremento de U$S 62.000. Monto que en un par de meses llegaría a incrementarse hasta alcanzar los U$S 500.000.

De más está decir que, a partir de allí, la situación procesal de Cóppola se alivió.

 

Concluyendo

“Sírvanse… es de la que toma el Papa”, decía el hombre mientras repartía sobrecitos que evidenciaban tener en su interior un polvo blanco.

Era casi patético ver a Coco Villafañe, padre de Claudia y suegro de Diego Maradona haciendo de distribuidor de “papelitos” en la fiesta de 15 años de Natalia Cóppola, hija de “Guillote”.

Eran ya las 3 de la mañana y los invitados habían bebido y comido en exceso.

Tal vez había un costado paradójicamente bueno en lo que “Coco” estaba haciendo: pretendía ayudar a quitar parte del cansancio que aquejaba a los invitados. De la peor manera.

La escena era dantesca y realmente denostaba el peor reflejo de una conducta de vida a la que estaban ya habituados los principales organizadores del evento.

Entre aquella noche en el Alvear y el día de hoy, pasaron para Cóppola más de diez años y mil anécdotas más.

La pregunta del millón: ¿Cómo llegó un hombre como él a la condición que detenta hoy? ¿De qué manera pudo acceder a la intimidad del poder, a tratar y manejar a poderosos y famosos si cuando estaba cerca de los 40 años todavía era un oscuro gerente del Banco Federal?

El que tiene la verdadera respuesta es el propio Diego Maradona, quien en estos mismos momentos se encuentra negociando —en secreto e informalmente— con un ex juez la posibilidad de declarar todo lo que sabe.

Bueno... casi todo.

 

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