Distintos encuestadores comenzaron a reflejar una tendencia común en las últimas semanas: si las elecciones presidenciales fueran hoy podría registrarse un triple empate entre Sergio Massa, Daniel Scioli y Mauricio Macri.

Este escenario ya venía siendo advertido por las consultoras Isonomía, Aresco y Poliarquía, objetadas por Massa, pero en las últimas horas también se sumó Management & Fit, cuyos sondeos suelen ser encargados por medios críticos al Gobierno.

La explicación de esa paridad es que Massa se estancó, Scioli subió unos puntos y se consolidó como mejor candidato del oficialismo y Macri irrumpió como el tercero en discordia a partir de un crecimiento sostenido desde que comenzó el año.

En los comandos electorales de Scioli y Macri sostienen que ese es el escenario actual y coinciden en que las proyecciones los ubicarán disputando un balotaje.

En el massismo, en cambio, reconocen que su líder no creció últimamente pero destacan que sigue al frente en los sondeos con margen apreciable y que tiene resto para imponerse el año próximo.

Lo cierto es que Macri dejó de ser un exponente exclusivo de la derecha y logró correrse más al centro, ocupando un espacio que antes dominaban sus principales rivales. Sus coqueteos con el radicalismo le dieron sustento a la movida y le restaron potencial a los candidatos del Frente Amplio Unen.

Precisamente, los precandidatos presidenciales de la UCR, Ernesto Sanz y Julio Cobos, convocaron a una reunión de urgencia con los aspirantes del partido a ganar elecciones provinciales para frenar la inercia que los conduce a Macri o a Massa.

"Desde abril le estamos haciendo la campaña a Macri", alertó Cobos. Lo cierto es que la UCR habilitó alianzas locales con el PRO, como ocurrió exitosamente en Marcos Juárez, pero busca frenar un acuerdo nacional que descompondría al frente Unen.

Si Macri es Presidente crecerá la noción muy difundida de que Cristina Kirchner lo encumbró para luego esmerilarlo en el poder y facilitar su regreso cuatro años después.

"Algo de cierto debe haber en eso porque lo dicen los periodistas. A nosotros no nos suma electoralmente pero nos da más libertad en la gestión porque ya no hay tantas trabas como antes para hacer cosas", reconoce Macri en la intimidad.

Scioli, por su lado, se esperanza con que Massa caiga algunos puntos más y se vea obligado a aceptar una reunificación del peronismo, acuerdo que reclaman gobernadores e intendentes cuya estancia en el poder se ve amenazada el año próximo.

Razones

Los mismos relevamientos que muestran el triple empate señalan la creciente preocupación de los argentinos por la situación económica. Las variables como inflación o desempleo aparecen al tope de las prioridades nacionales después de la inseguridad.

Así las cosas, lo que tantas veces castigó electoralmente al radicalismo, la economía, ahora aparece también como posible cicuta para el peronismo a partir de los inconvenientes surgidos en el segundo mandato de Cristina Kirchner.

En ese contexto, Scioli sabe que necesita diferenciarse de la gestión económica liderada por Axel Kicillof para mantener sus posibilidades electorales. Por eso uno de sus consejeros económicos, el ex presidente del Banco Central Mario Blejer, propuso directamente negociar con los fondos buitre.

El cierre del frente externo pondría a la Argentina en un sendero con mejores perspectivas de inversión y con un clima económico más distendido como el que venía transitando a partir de los acuerdos con Repsol, en el Ciadi y con el Club de París.

Los mercados también apuestan a un acuerdo. Pese a que el oficialismo sancionó esta semana en el Congreso la ley de Pago Soberano, lo que aleja cualquier posibilidad de negociación con los holdouts, los títulos públicos no caen.

Sucede que el escenario sin acuerdo parece complejo: los vencimientos de deuda del año próximo son de 14.000 millones de dólares, casi la mitad de las reservas actuales de 28.000 millones. Además, el precio internacional de la soja tocó su mínimo en cuatro años y los productores redujeron drásticamente las liquidaciones de exportaciones, luego del default.

En ese contexto, el Gobierno mantiene sus recetas y declama que un entendimiento con los holdouts pondría a la Argentina nuevamente de rodillas por el peso de su deuda externa.

Esta semana, lanzó el plan "Ahora 12" por seis meses con el fin de restablecer las cuotas sin interés para la compra de electrodomésticos, muebles, ropa y calzado.

El problema es que al igual que el plan Procreauto, que fue prorrogado con algunas correcciones en los precios, el nuevo esquema de financiamiento sin interés se enfrenta al desafío de la inflación para su supervivencia.

El IPC elaborado por las consultoras privadas arrojó un incremento de 2,65% en agosto, por encima del 40% anual, mientras que el Indec midió la mitad 1,30%, poniendo en juego nuevamente su credibilidad. Además, el crecimiento sostenido de los precios agitó expectativas de devaluación y amplió la brecha entre el dólar oficial y el "blue".

En ese contexto, el esquema Kicillof tiene cada vez más detractores en el Gobierno y en el peronismo, empezando por el propio presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega.

Por su lado, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, ya prepara su regreso a Chaco para pelear por la intendencia de Resistencia. La recesión también dañó su apuesta de convertirse en sucesor de Cristina Kirchner, como cara visible de un gobierno exitoso.

Quien cubra ese eventual hueco podría determinar el destino del último tramo del Gobierno. Por ahora suenan dos figuras con perfiles antagónicos, Mariano Recalde, exponente de La Cámpora y Julián Domínguez, un referente del peronismo ortodoxo.

Gabriel Profiti