La inteligencia es limitada; la imbecilidad no tiene límites… es realmente cierta la frase que le atribuyen a Albert Einstein.
Esto, a cuento de una ocurrencia que tuve en las últimas horas: la de escribirle una carta abierta a Fernando Niembro para aconsejarle que se baje de la carrera política y dé el ejemplo que ningún político argentino se anima a dar.
No faltó demasiado para que empezaran los imbéciles de siempre a interpretarlo como un gesto político, como si de pronto yo me hubiera vuelto kirchnerista.
Más aún, algunos incluso empezaron a pedirme que impulse misivas del mismo tenor dirigidas a Amado Boudou, José Alperovich y hasta Cristina Kirchner. ¿Es que a esta altura tengo que sacar carnet de periodista independiente?
Más aún, cada vez que se me ocurra escribir algo sobre algún referente político ¿debo también hacer lo propio contra su contrincante?
Tal es el nivel de estupidez al que ha llegado la discusión política en la Argentina, donde todo es sospechado de ser una operación de prensa y los periodistas presumidos de cobrar dinero de algún espacio partidario puntual.
¿Qué pasó con eso de enfocarse en los hechos en sí, independientemente de quien aparezca involucrado? Está claro que, lo mismo que digo sobre el tema Niembro, lo diría sobre cualquier otro referente que estuviera en la misma situación, sea kirchnerista, massista, radical o carrioísta. ¿Acaso alguien puede abrigar la más mínima duda al respecto?
Me niego a entrar a ese tipo de discusión, no estoy dispuesto a responder a la parva de imbéciles que me cuestionan sin siquiera conocer mis antecedentes profesionales.
A todos ellos les recomiendo que lean las denuncias judiciales que impulsé contra Boudou —por enriquecimiento ilícito—, Cristina Kirchner —por falta de título de abogada, entre otras cosas— y media docena de referentes de primera línea del kirchnerismo.
Por mis insistentes presentaciones legales, en 678 y otros programas periféricos K me ha tildado de “denunciante crónico”. ¿Será suficiente para los que me cuestionan o también querrán que me abra las venas con un sobre de papel madera?
Como dije, no estoy dispuesto a entrar en esa estúpida discusión, infructuosa si las hay. Los militantes del partido político que fuere, son calcados entre sí. No están dispuestos a escuchar, solo a criticar y cuestionar. En tamaño, sus cerebros son inversamente proporcionales a su capacidad de hacer daño a través de la violencia verbal.
“Vos le pegas a Niembro pero Boudou es mucho más corrupto”, me dijo uno de ellos por Twitter hoy. ¿Qué tiene que ver el Obelisco con las muñecas Barbie? Imposible responder a un planteo tan tarado.
¿Hace menos culpable a Niembro que Boudou sea el mayor corrupto de la última década? ¿Alivia algo? ¿Lo agrava?
El problema que vive hoy la Argentina y del cual será complicado salir es justamente ese: el discutir los hechos como si fueran opiniones, desde posiciones ideológicas. Como si un crimen fuera menos grave según quien lo comete. La hipérbole de la pelotudez.
Finalmente, ¿qué pasa con aquellos que no tenemos simpatía por ningún candidato político, con los que, igual que Borges, nos consideramos “anarquistas pacíficos”?
Así las cosas, solo queda consolarse con la frase que suele cantar Joan Manuel Serrat: “Nunca es triste la verdad… lo que no tiene es remedio”.