Estimado Fernando, no te conozco más que por haberte visto en televisión alguna vez. Muy esporádicamente, te confieso, ya que no soy un fanático del fútbol ni mucho menos.
Siempre me pareciste un tipo serio y formal, sin poder juzgar tu trabajo periodístico ya que, como te dije, no se nada sobre el vernáculo “balompié”.
Te preguntarás, Fernando, por qué te escribo. Es casi obvio: hoy estás en los principales medios de comunicación, pero no por esos antecedentes profesionales, sino por la acusación que te hicieron por haber manejado una sospechosa consultora que se benefició con varios millones de pesos merced a contratos con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Vos insistís en decir que no hay delito, lo cual decidirá la justicia oportunamente. No obstante, hay otra cuestión: el trillado debate por la ética pública.
No es un tema menor, Fernando, sobre todo porque la campaña del macrismo se basa justamente en acusar al kirchnerismo —no sin razón— de la carencia de esa misma cualidad.
Por eso mismo, sin intención de ofenderte, me permito aconsejarte: bajate de la carrera a la diputación por el Pro y da el ejemplo que espera la sociedad.
Especulo que habrás notado la incomodidad que se ha generado en el seno de ese mismo partido por lo que va surgiendo cada día, siempre relacionado a tus vínculos con la consultora La Usina.
Por caso, tu ex socio en la misma empresa, Atilio Meza, decidió bajarse de la lista que compartía con vos en el Pro, en el lugar número 13. Es todo un síntoma y el camino que deberías seguir.
Con todo, Fernando, deberías también explicar por qué La Usina Producciones está inscripta en AFIP bajo la figura de “actividades de astrología y espiritismo”, “contratación de acompañantes” y tantos otros rubros insólitos.
No es todo: también tendrías que dar cuenta de cómo es posible que no tuvieras un solo empleado registrado mientras gestionabas montos millonarios de la Ciudad, gobernada justamente por Macri.
Aunque insistas en hablar de que muchos de esos beneficios los ganaste por concurso, la realidad ha demostrado que, gran parte de estos, fueron en realidad por contratación directa.
Vos sabrás, Fernando, qué harás con tu vida y con tu postulación a diputado, pero la mera sospecha debería hacerte reflexionar. Si realmente querés ayudar a la gente de tu espacio —que en lo personal no me simpatiza—, deberías cesar en tu intención de competir a nivel político.
Ello no solo calmará los ánimos ciudadanos, sino que además te pondrá en un lugar de grandeza al cual los políticos no nos tienen acostumbrados, ni en el oficialismo, ni en la oposición.
Nunca olvides lo que dijo alguna vez el gran Simón Bolívar, hoy tergiversado por los populistas de siempre: “En el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría de la masa física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política”.