Con la partida formal de Cristina Kirchner (la real viene teniendo lugar desde hace ya dos largos años) se va una presidente que, en un país serio, jamás debió fungir como tal cosa.
Sus presidencias fueron dos caprichos de Néstor Kirchner. En 2007, porque el hombre quiso hacerse a un lado para poder entablar batallas desde el llano, y cometió la locura de dejar como presidente a su mujer, y en 2011, por esa mala idea que tuvo Kirchner de morirse.
Pero también hay que admitir que la doble presidencia de Cristina es consecuencia directa de la carencia de proyectos alternativos que la oposición política exhibió desde 2007 a la fecha.
Cristina es una persona irritante, e innecesariamente confrontativa, cuyas destrezas le sirvieron tan sólo para retroceder siempre sin rendirse jamás, y no mucho más que eso.
Fue mariscal de todas las derrotas, convertidas, por su relato, en epopeyas.
Perdió contra el campo en 2008, perdió contra Clarín, perdió contra los tiempistas de la suprema corte, perdió contra Griesa, perdió contra el CIADI; perdió hasta contra la justicia de Ghana, perdió contra las preguntas de simples alumnos de Harvard y Georgetown, perdió contra la gente que salió a las calles en 2012 y 2013, perdió contra el dólar, perdió contra la inflación, perdió contra Bergoglio, perdió contra Massa, perdió contra Stiusso, y hasta terminó perdiendo la final por el descenso contra Mirtha Legrand.
Pero fundamentalmente, la principal derrota de Cristina Kirchner fue contra su naturaleza. Se convirtió en víctima de esa necesidad imperiosa de protagonizarlo todo. Y entonces exhibió más de la cuenta sus carencias intelectuales, su intolerancia absoluta, su megalomanía, su falta de timing político (siendo una presidente del peronismo, a la muerte de Kirchner se desperonizó, y terminó alejando hasta a Moyano), y se expuso tantísimo más de lo aconsejable desde esas cadenas nacionales que hacían 3 carambolas, cantaban 6, y anotaban 12.
Fue demasiado poco lo que Cristina Kirchner plasmó desde el ejecutivo, desde 2007 a la fecha, como para enarbolar semejantes banderas épicas.
Hay que admitir, no obstante, que se las ingenió para conseguir un par de cosas que parecían casi imposibles de lograr. Eludir el síndrome del pato rengo que aqueja el último año al presidente que se debe ir, y terminar el mandato sin que la economía le haya explotado en sus manos, que era algo que ni los más optimistas analistas preveían.
Cristina Kirchner sostuvo a duras penas una estructura de asistencialismo social bastante precario, que acompaña, pero que no contempla mayormente el progreso, una política de sustitución de importaciones loable, pero también precaria, porque no contribuyó en gran medida a la creación de múltiples puestos de trabajo, y un estancamiento económico que privilegió la micro (lo cual está muy bien), pero en desmedro de la macro, lo cual está muy mal.
Cristina pretendió, de alguna forma, seguir la línea de Eva Perón, dignificando.
Pero mientras Eva regalaba máquinas de coser, dignificando el trabajo, Cristina regalaba televisores y antenas satelitales, dignificando el consumo.
Muchos se preguntan si se la va a extrañar a CFK, y creo que eso dependerá casi exclusivamente de lo que haga el nuevo gobierno.
Si esas correcciones anunciadas para la macro se realizan en un lapso perentorio y sin demasiado desgaste en la economía de la gente, para pasar en alrededor de un año y medio al crecimiento y a un dramático descenso de la inflación, es muy posible que CFK quede en el inventario como la mala administradora de los años perdidos, y no mucho más que eso.
Pero si el arribo de la Feria de la Alegría anunciada por el presidente Macri se dilata en el tiempo, o si, tal como creemos algunos analistas, los invitados a la fiesta de Macri serán apenas unos pocos, entonces quedará automáticamente abierto el camino para que alguien, (ya sea Cristina Kirchner, o algún eventual sucesor), reenarbole las banderas del modelo, vuelva a la carga con el asunto del proyecto, y recomience una historia que muchos necesitamos que haya quedado definitivamente superada.