Las dificultades del gobierno para frenar la inflación ya representan un dolor de cabeza para el presidente Mauricio Macri, quien instruyó a sus ministros a redoblar la ofensiva para poner en caja a los formadores de precios.
Pero el mandatario parece aún no comprender que buena parte de las causas de las remarcaciones responden a medidas adoptadas en los dos primeros meses de su gestión: la devaluación y el alza de costos, por ejemplo, a través del ajuste de tarifas.
Si bien el líder de Cambiemos considera inevitable el rumbo adoptado para recrear las condiciones para el aumento de la inversión en la Argentina, el costo social de sus medidas es cada vez más evidente.
La disparada de precios amenaza pulverizar el poder adquisitivo y recalentar la tensión social, ya de por sí fogoneada por los numerosos grupos de poder acostumbrados a vivir del Estado que su administración dejó fuera de combate.
Macri sabe que su promesa de campaña de llegar a "Pobreza cero" en cuatro años será inviable con este ritmo de remarcaciones, que ya se proyecta al 40% anual.
La gestión de varios funcionarios está siendo evaluada por estos días en la Casa Rosada, porque el presidente no estaría conforme con el funcionamiento mostrado en el arranque de gestión.
El jefe de Estado considera que en algunas órbitas de si gobierno están siendo muy livianos, o demasiado permisivos, con el avance de la especulación con los precios.
El triunfo de Cambiemos fue muy bien recibido por los dueños del dinero, con el argumento de que el excesivo intervencionismo del kirchnerismo estaba asfixiando la inversión y el crecimiento en la Argentina.
Pero el comportamiento mostrado por los formadores de precios en estos últimos meses puede terminar dándole la razón a quienes sostienen la necesidad de un Estado fuerte.
Macri piensa relanzar la Comisión de Defensa de la Competencia para detectar y sancionar los aumentos excesivos en los precios, pero puede llegar tarde y mal.
El problema de fondo es que, en la lógica de mercado que busca instalar su administración, las presiones sobre los precios deben ser compensadas con un aumento de la oferta a través de la llegada de inversiones.
Pero recrear el clima inversor puede demorar muchos meses, y aún así no está garantizado en medio de la crisis que afronta el mundo.
La administración de Macri debe darle cada vez mayores razones al mundo para traer sus dólares a estas tierras, y a su vez impedir que su modelo económico empiece a perder rápidamente adhesiones ante la erosión de la calidad de vida de los habitantes.
El Gobierno dice que apuntará a evitar maniobras de monopolios y oligopolios, mientras varias empresas están en la mira y podrían recibir sanciones.
El problema es que Macri deberá actuar rápido, porque el inicio de clases en marzo siempre termina recalentando aún más el escenario inflacionario.
A esto se suma que el temor a ser despedido empieza a escalar posiciones en la lista de preocupaciones de la sociedad argentina.
En parte proviene de la ola de cesantías en el Estado, que ya supera largamente las 6.200, pero también está vinculado con las políticas de austeridad y ajuste que se van trasladando rápidamente desde el sector público al privado.
Macri está preocupado, además, por la instalación de la idea de que su gobierno hasta ahora siempre tomó medidas en contra de los intereses de los sectores más postergados.
Pretende revertir la instalación de esa idea apurando cambios para que casi ningún asalariado tribute Ganancias, se anuncien los incrementos a jubilados y la generalización de la Asignación por Hijo.
Macri dice que su objetivo en las próximas semanas será evitar la pérdida de más empleos, incentivar al sector privado empiece a crear puestos de trabajo y adoptar medidas para recuperar el salario real, pero por ahora esos objetivos aparecen lejanos en el horizonte.
El presidente suele tener una mirada crítica sobre la actividad empresarial en la Argentina, porque considera que durante los años de kirchnerismo los emprendedores se acostumbraron a vivir de prebendas del Estado en lugar de ganar competitividad.
"Hay que aumentar la oferta a través de la inversión y el agregado de valor", repite cada vez que puede, pero el sector empresarial parece más preocupado en la disparada de costos. Macri sabe que la paciencia de la sociedad se puede agotar pronto.
También que el aire fresco que representó su llegada al poder luego de que el país se empezaba a volver irrespirable por el intento de eternización que pretendió encarar Cristina Fernández, se puede ir contaminando de nuevo en un escenario de crisis económica.