Aunque, lógicamente, el gobierno y su conglomerado de medios hagan esfuerzos por ocultarlo, la protesta realizada contra el tarifazo representa un problema grave para Mauricio Macri. Bastante más severo de lo que muchos puedan pensar.
Porque más allá de sostener o eliminar un apellido del gabinete, lo que el gobierno debe evaluar es que la calle expresó una posición puntual: No está dispuesta a pagar los tarifazos de "Cambiemos", porque, fundamentalmente, no puede hacerlo.
Mucho se equivocará aquél que piense que la del 14 de julio ha sido una protesta simplemente kirchnerista, o de la izquierda. El público que se vio en las calles del país fue de lo más variopinto.
En Capital, mucha clase media, el mismo sector social que vimos durante las protestas del 2012 y 2013 contra el anterior gobierno. Se verificaron manifestaciones en prácticamente todo el país, y con las mismas consignas. En ese aspecto, la uniformidad del reclamo fue taxativa, y no dejó dudas.
El gobierno tiene un grave problema porque este tarifazo al que la justicia ya le ha puesto más de una cota, es parte crucial de la política con la que llegó.
Cambiemos vino a aplicar estos tarifazos con la misma determinación con que vino a levantar el cepo al dolar, y las retenciones a los sectores de la producción agrícola, ganadera, y minera.
Si bien todos coincidimos en la necesidad de corregir las facturaciones de servicios, acaso hayamos sido de los primeros que, durante la campaña, sostuvimos que si no se hacía con un estudiado gradualismo, terminaría provocando auténticos desastres: Los provocó.
De los 3 candidatos, Macri fue el único que no prometió ese gradualismo: así le está yendo.
Hoy, el desconcierto es grande porque no esperaban que tanto la población cuanto la justicia les acotaran tan rápidamente la decisión tarifaria. Pero se trata de un enorme error conceptual de Macri y su alianza: No fueron capaces de entender que no se le puede cobrar a alguien lo que ese alguien no puede pagar.
El gobierno debe reformular políticas. Pero, en este caso, reformular políticas equivale a reformularse a sí mismos como grupo que ejerce el poder. Porque llegaron con un bagaje escueto (determinaciones claras en apenas algunos campos, y mucha improvisación sobre la marcha en los restantes) y en más de una ocasión ellos mismos han reconocido carecer de planes alternativos.
¿Alguien se puede imaginar al gobierno de Macri aumentando salarios por sobre la inflación para que la gente pueda afrontar los tarifazos, por ejemplo? No suena verosímil.
¿Alguien piensa que parte de lo que pueda ingresar por el blanqueo sea destinado a mejorar las condiciones socioeconómicas de la misma población a la que se le destrozó el poder adquisitivo y se condenó a tarifazos impagables? Ni modo.
Cambiemos es 90% tecnocracia y 10% política. Debe modificar urgentemente esas proporciones.
Porque, además, todo lo que acontece con los tarifazos le retrasa y modifica planes y proyecciones a Prat Gay; porque un eventual tarifazo escalonado en el tiempo modificará variables como el (indeseable) sostenimiento del déficit fiscal, y porque aumentará la base inflacionaria, prorrogándola y estirando peligrosamente la pautas prefijadas que, ya de antemano, venían pésimamente calculadas.
Y estirar mucho las pautas prefijadas y publicitadas, es justamente lo que se conoce como fracaso.
Y, fundamentalmente, por el motivo del que pocos quieren hablar, pero que ya comienza a despuntar y autoexponerse, aunque la mayor parte de los medios de comunicación poderosos hagan enormes esfuerzos por ocultar: El descontento social, que crece, y que se expande.
Téngase presente que los supermercados ya debieron entregar bolsones de alimentos durante los primeros días de Julio, ante el reclamo de ingentes sectores que directamente no pueden afrontar la situación. Desafortunadamente, el riesgo de conflicto social está latente.
El gobierno de Cambiemos no podrá salir de este atolladero social, político y económico con mera tecnocracia administrativa. Necesita desesperadamente políticas de estado.
En siete meses ha dilapidado un considerable capital político, y si no fuera por el desfile interminable de obscenidades del gobierno anterior, hubiera dilapidado mucho más.
Nótese , por ejemplo, que la única corrupción que amerita centimetraje y aire de los grandes medios, es la kirchnerista. Todos los escándalos de los funcionarios actuales están siendo prolijamente minimizados, casi hasta su extinción.
El problema es que desde el presidente Macri para abajo, las políticas de estado, en estos 7 meses, casi no han aparecido.
De hecho, una buena cuota de razonabilidad política la han recibido de parte de la oposición. Pero la oposición también tiene un problema, y es que necesita comenzar a desmarcarse del gobierno conforme se acerquen las elecciones del 17.
De hecho, los acercamientos que diferentes sectores del peronismo vienen exhibiendo últimamente son una pésima noticia electoral para Cambiemos.
La incógnita a despejar consiste, entonces, en conocer cómo hará el gobierno de Cambiemos para continuar con su ajuste, ahora prorrogado, contando con menor capital político, y con un descontento social que aumenta, a escasos 5 meses del diciembre tan temido.
Si Macri se sostiene, será con mucha política. Está por verse dónde puede encontrarla, porque está claro que, en sus alforjas, no la trae.