Absolutamente todos los gobiernos, no importa del color político que sea, o si son militares o civiles, o democráticos o dictatoriales, en sus primeros meses de gobierno indefectiblemente hablarán de la "herencia recibida".
Muchas veces con razón, otras para justificar lo que fuere, todos los gobiernos en algún momento hablan sobre lo que heredaron de la administración anterior.
Sin embargo, en Argentina, cada vez que un nuevo presidente reemplaza a otro peronista, la herencia es siempre la misma: un gran déficit fiscal debido a un gran gasto público, un aparato estatal gigantesco, burocrático y deficiente y absolutamente siempre, los peronistas, dejan múltiples sospechas de corrupción.
Usted, estimado lector, podrá pensar que estos primeros párrafos son exageradamente "gorila", o demasiado subjetivos. Sin embargo, la realidad dice todo lo contrario.
Ocurre hoy, más que nunca con la herencia recibida del kirchnerismo, ocurrió con el menemismo, con el gobierno de Isabel y, por supuesto, con los dos primeros gobiernos del Gral Perón.
Y aquí es donde debemos comenzar a contar la historia, cuando asume Perón en 1946 y se comienza a "peronizar" la Argentina.
Populismo, demagogia, autoritarismo y actitudes cuasi dictatoriales fueron la constante, que si bien en algunos casos tuvo matices, en la década kirchnerista estuvieron de nuevo a la orden del día.
Desde hace décadas, los argentinos venimos padeciendo un gran cáncer instaurado por el peronismo que es, fundamentalmente la omnipresencia del estado en absolutamente todo lo que podía intervenir.
No por casualidad, a partir de entonces, el nivel de empleados públicos y las funciones del estado comenzaron a crecer geométricamente, pero claro, como eso era para tener el control de la mayor cantidad de personas posibles, no existe repartición pública que no haya tomado gente de más; lo que hoy comunmente conocemos como "ñoquis".
Pero no es solo la cantidad de gente de más el problema. También lo son la ineficiencia y, principalmente el despilfarro de recursos económicos.
Históricamente, todas las empresas estatales tuvieron esos tres defectos como común denominador, obteniendo como resultado final lo que hoy todos sabemos: Déficit fiscal.
Ese es el punto, el déficit fiscal, que hace que los recursos que deberían ser destinados a infraestructura, rutas, puentes, salud, educación, seguridad y justicia, entre otras cosas, sean destinados a mantener ese gigantesco aparato burocrático administrativo que es el Estado.
A eso debemos agregar, por supuesto, que para mantener toda la parafernalia estatal los gobernantes recurren, como no puede ser de otra manera, a aplicar una parva de impuestos que absorben el 50% de lo que cualquier persona genera.
Ahora bien, ¿el problema es solo del peronismo? No, claro que no, porque si bien es el peronismo el mayor gestor del estado ineficiente y deficitario, ningún otro gobierno se encargó de desmembrarlo y solucionarlo. No solo eso, sino que además cada nuevo gobierno agranda el estado y, por supuesto, agrega algún nuevo impuesto.
La gran herencia, que fue generada por Perón, sigue vigente más que nunca, y en cierta manera ya no es una herencia, sino que es una hipoteca muy difícil de levantar, porque lamentablemente, una gran parte del pueblo argentino, que está "peronizado", cree que la solución, valga la redundancia, es "peronizar" todo lo que sea posible; y todo lo que se quiera realizar para cambiarlo será fuertemente cuestionado y rechazado.
Para finalizar, citaremos un ejemplo actual. El kirchnerismo le expropió a los españoles Aerolíneas Argentina. Los K la volvieron a estatizar solo por un acto populista y para poder manejar fondos millonarios. La empresa fue récord histórico de déficit, y hoy, además, el tribunal de resolución de controversias del Banco Mundial (CIADI) condenó a la Argentina a pagar USD 320,7 millones por expropiar Aerolíneas Argentinas en 2008.
Este, además de YPF son los más claros ejemplos sobre que es "peronizar". No es necesario agregar absolutamente nada.