Terminada la encuesta más cara de la historia Argentina, me animo a compartir mis primeras conclusiones de los resultados de estas primarias.
En primer lugar, creo que aquí no ha muerto nadie. Las publicaciones que invadieron las redes, anunciando el final del Kirchnerismo, las considero al menos apresuradas y desmedidas.
En el 2015 se enfrentaron Mauricio Macri con Daniel Scioli, mientras que en estas elecciones se presentó Cristina Fernandez contra Esteban Bullrich. Ambos “pesos pesados” se batieron contra el “sparring” de su oponente; si bien en este aspecto, Macri salió victorioso y Fernandez no, ambas peleas se definieron por puntos y no por K.O.
El casi 35% del Cristinismo en la provincia de Buenos Aires es voto propio, leal e incondicional; ese es su piso y es casi imposible que saque menos de eso. A nivel nacional tiene un 20% de simpatizantes, guarismo que puede subir un poco si consideramos que su lista no se presentó en todas las provincias.
Por su parte, los votos del Macrismo están conformados por una parte propia y otra prestada. No hay forma de saber cuánto corresponde a cada fracción, pero mientras exista el espanto (y no aparezca otra alternativa), este caudal no disminuirá.
Es llamativo que en la provincia de Santa Cruz, el Kirchnerismo haya obtenido el 30% de las voluntades, porcentaje muy importante si tenemos en cuenta que no han comenzado las clases y se ha perdido el año lectivo. Cómo es que los padres y abuelos de niños sin clases, avalaron un gobierno que fue incapaz de resolver semejante situación (todo el mundo se llena la boca diciendo que la educación es lo más importante), es una incógnita para la que no tengo respuesta.
Como tampoco tengo respuesta para el caso Menem, otro acertijo de la Argentina. Un anciano de 87 años, que arrastra causas judiciales, con eternas inasistencias a su banca y un ¿discurso? más emotivo que analítico, obtuvo el 44% de los sufragios, asombroso. Entiendo y comparto que las personas mayores merezcan respeto, pero de ahí a elegirlas para que definan las políticas imprescindibles para no quedarnos fuera de la “era digital”, es como demasiado.
Por otra parte, las derrotas de los eternos oficialismos de Córdoba, Santa Fé, San Luis y Neuquén, muestran que nadie tiene comprado el electorado y en la misma dirección pero en sentido contrario; nadie está muerto para siempre en la política, valga como muestra una exultante Carrió, quien durante el festejo de su 50% de votos recordó aquel 3% de unos pocos años atrás.
Lo cierto es que las PASO son un mamarracho carísimo; cuya historia comienza con el regreso a la democracia. La inicial y entusiasta participación interna en los partidos políticos, cayó al mismo ritmo que cayó el descreimiento ciudadano en los gobernantes; en un intento por ampliar el número de participantes en las primarias, se abrieron las elecciones internas al público en general y al fracasar, y en combinación con la impresentable ley de lemas, no se les ocurrió nada mejor a la dirigencia, que imponernos la participación en sus peleas de conventillo.
Por otra parte, como en nuestro país no existen partidos políticos (salvo los partidos de izquierda), sino movimientos políticos; movimientos que responden a reacciones contra una situación puntual, pero que se agotan en sí mismos, al no tener un sustento filosófico ideológico; no existe una línea política coherente dentro de las agrupaciones, por lo que se transita a los tumbos con marchas y contramarchas.
Por último y como dato positivo (quizás el único), por primera vez, un gobierno que no está pasando por un “veranito económico”, logra la mayoría de los votos, usando como bandera, un mensaje moralizador (habrá que ver si lo honra), pacificador y de buenos modales. Esto no es menor; el problema, es que mantiene el mismo rumbo económico que sus antecesores y como decía Einstein “locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Si no cambiamos de verdad, fracasaremos y habremos desperdiciado una nueva oportunidad de derrotar para siempre al populismo y sumarnos por fin, al tren de los países serios del planeta.