La luna de miel con el Papa Francisco está llegando a su fin globalmente. El ciclo de la papolatría ha terminado. Sus más frontales críticos se encuentran hoy en el propio Vaticano, en Italia, en Europa, donde se teme por el tremendo daño que le está causando a la iglesia católica llevándola a un posible y triste enfrentamiento interno, a un cisma, que es lo que ya estamos presenciando en estos meses. Como lo expresara el difunto cardenal Carlo Caffara “un Papa que divide el episcopado, no es más un Papa”.
He escrito, investigado el tema de la tempestad que enfrenta la Iglesia Católica hoy en día, el peligro de un cisma, y me inquieta enormemente, cómo católico no practicante, el giro que le ha dado este Papa a la Iglesia. Me inquieta su extremismo ideológico y su cercanía con la nefasta teología de la liberación, de carácter marxista. Me inquieta su banalidad, su ligereza con la que enfrenta temas centrales de nuestra sociedad. Me inquieta su bien instrumentada estrategia mediática, perfectamente coherente con las exigencias del main stream, del cual se siente enormemente atraído. Me inquieta su progesismo de extrema izquierda y que exprese constantemente aquello que la elite mundial de ese color quiere oír, haciendo que la Iglesia sucumba más y más al espíritu relativista del tiempo actual. Me inquieta saber de su cercanía con un personaje nefasto de la política argentina, como es Cristina Kirchner y la mafia que la rodea y a la cual aún le rinde servicio, siguiendo con su campaña de “cuiden a Cristina”. Me inquieta también su cobardía de no atreverse de visitar su país natal y finalmente apoyar a un gobierno democrático y condenar a uno que fue netamente de corte fascista y el más corrupto de la historia del país. Me inquieta su pensamiento económico marcadamente anti libre mercado, y de rasgos ultra estatista. No deja de inquietarme su cobardía frente al pueblo venezolano y su indiferencia respecto a la situación de los presos políticos y su increíble respuesta a una pregunta de un periodista acerca de los 54 muertos en Venezuela diciendo simplemente “Pregunten a Maduro”. También me inquieta que reduzca las penas a curas condenados por abusos sexuales y que su combate a la pedofilia en su iglesia sea sólo retórico.
Todas estas inquietudes son compartidas por muchos fieles en muchas partes del mundo que ya no creen más en él y han pasado a criticarlo en forma frontal y personal. En Italia Bergoglio es considerado por muchos como un hombre falto de cultura, con sed de poder, irascible y vengativo, que busca en forma sutil desacreditar a su antecesor. Se considera que en el fondo es un simple político, que gerencia el Vaticano siguiendo los lineamientos de un lobby oculto de cardenales que han manipulado en forma mafiosa las instituciones eclesiásticas para que pudiera acceder al trono de San Pedro.
Ante esta imagen tan negativa de la actuación de un papa, se plantea una pregunta crucial: ¿Cómo pudo haber sido elegido Jorge Bergoglio sucesor de dos destacados papas, como lo fueron Juan Pablo II y Benedicto XVI? Ya en sí es extraño el hecho de haber llegado al papado gracias a la “renuncia” de su antecesor. Esto no había sucedido en la iglesia en los últimos 600 años. Muchos teólogos y fieles se preguntan si Benedicto habrá renunciado por propia voluntad o habrá sido obligado a hacerlo por una mafia vaticana. Altos prelados del Vaticano, que han conocido al papa alemán bien de cerca, teólogos y periodistas especializados en temas de la iglesia, hablan cada vez más abiertamente de un complot que llevó a Bergoglio al trono de la iglesia.
El año pasado el National Catholic Register publicó un artículo bastante curioso sobre la presentación de una biografía autorizada del retirado presidente de la Conferencia Episcopal de Bélgica, el cardenal Godfried Daneels, que aporta valiosos elementos a esta sospecha. Resulta que durante una conferencia de prensa videograbada Daneels admite, entre risas, que él mismo formó parte de un “club secreto mafioso de cardenales reformistas que se oponían al pontificado de Benedicto XVI “, y que dicho club se llamaba el “Club San Galo”, ya que las reuniones secretas y conspirativas se llevaban a cabo en la ciudad suiza del mismo nombre. Según las palabras de Daneels, a dicho club secreto pertenecían el cardenal Walter Kasper y el difunto cardenal jesuita Carlo María Martini.
A esta impactante revelación, se suma en estas últimas semanas un documento de 25 páginas, firmado por 62 prelados y teólogos de veinte diferentes países, que acusan a Bergoglio de ser un hereje basándose en siete herejías cometidas por Francisco en su exhortación apostólica “Amoris laetitia”. Este documento le fue entregado al Papa el 11 de agosto y a la fecha no ha respondido aún, y se espera que no se atreva a hacerlo. El documento escrito en latín reza “correctio filialis de haeresibus propagatis”, corrección filial de herejías propagadas, y se ha hecho público ahora en varios idiomas. Todo esto pondría prácticamente en jaque al papado de Francisco, llevando a la iglesia al borde de un verdadero cisma. Aunque el impeachment no está previsto en el derecho canónico, cada vez más son las voces que quieren recurrir a este instrumento o a alguno otro similar para poner fin al papado de Bergoglio. ¿Tendrá Francisco los días contados en el Vaticano?
Mientras tanto el polémico político opositor italiano Matteo Salvini, aparece cada vez más a menudo en sus mítines políticos con una camiseta que en sus espaldas se puede leer la frase “Il mio Papa e Benedetto”. Yo también me pondría una camiseta como la que usa Salvini, y seguiré bien de cerca las andanzas de este papa, porque con un papa así…
(*) José A. Friedl Zapata es politólogo y Latinoamericanista. También autor de varios libros con temática latinoamericana.