En este país hasta la idea más descabellada puede convertirse en realidad. Aquello que propuse como una ficción en el norte Argentino se produjo en el Sur. Cuando los medios afines al kirchnerismo agitaban la revuelta en Jujuy, las cosas estallaron en la Patagonia. Todos los esfuerzos por convertir a Milagro Sala en una presa política, se redirigieron para hacer de Santiago Maldonado “el primer desaparecido de Macri”.
El martes 1 de agosto de este año, el mismo día de la “desaparición” de Santiago Maldonado, antes aún de que se conociera la noticia, escribí una columna en La Nación que se titulaba “Milagro Sala podría ser la próxima presidenta”. Por entonces nadie había escuchado hablar de Maldonado y muy pocos sabían de la existencia de la RAM.
La atención estaba puesta en el norte, en los grupos violentos organizados por Milagro Sala y en los sectores políticos y los medios de prensa que veían en la líder jujeña el detonante para un estallido social encabezado por los pueblos originarios del noroeste, especialmente por la Tupac Amaru.
El artículo era una hipótesis satírica sobre un improbable levantamiento en América Latina ideado por los líderes del eje bolivariano extendido: Maduro, Evo Morales, Lenin Moreno y el kirchnerismo residual.
Decía en la nota que, “de acuerdo con los viejos postulados de José Carlos Mariátegui, el ideólogo marxista peruano de comienzos del siglo XX, se trataría de establecer una alianza de los trabajadores con los pueblos originarios de América del Sur, especialmente en las zonas andinas. Impulsarían así un polo incaico-marxista en la región para abandonar toda frivolidad republicana, que conciben como una rémora del viejo colonialismo español, reencarnado hoy en Estados Unidos. Conforme con este programa continental, hoy Milagro Sala contaría no sólo con el aval de los dirigentes regionales más rebeldes y los rosarios papales, sino también con sus pergaminos de líder de los pueblos originarios. Esta caracterización es la que compró la CIDH al pedir su excarcelación, conmovida por la figura de una presa política morena, “pobre” y segregada”.
Después aclaraba: “No corra, querido lector. Esta idea delirante no tiene ningún viso de realidad. Es sólo la fabulación de un escritor para demostrar que hasta la ocurrencia más absurda puede ser verosímil en este país”.
Esto escribí antes de las elecciones legislativas. Pero por lo visto, en este país hasta la idea más descabellada puede convertirse en realidad. Aquello que propuse como una ficción en el norte Argentino se produjo en el Sur. Cuando los medios afines al kirchnerismo agitaban la revuelta en Jujuy, las cosas estallaron en la Patagonia. Todos los esfuerzos por convertir a Milagro Sala en una presa política, se redirigieron para hacer de Santiago Maldonado “el primer desaparecido de Macri”.
Resulta impactante ver los nombres que se repiten en el norte y ahora en el sur: Elizabeth Gómez Alcorta es la abogada que representa en el extremo norte de la cordillera argentina a Milagro Sala. Y es la misma que, en el extremo sur de la cordillera representa a Facundo Jones Huala. La abogada, adornada con el don de la ubicuidad, fue candidata a diputada por el kirchnerismo.
Pero no es la única: otros letrados del CELS y la APDH, armaron el relato de la prisión política de Sala y la desaparición forzada de Maldonado, bajo la batuta aceitada de Horacio Verbitsky, que hacía ficción desde sus editoriales. Tanto en el norte como en el sur vimos a los mismos dirigente de ATE y de la CTA y a los mismos legisladores del kirchnerismo y el Movimiento Evita.
Y mientras esperamos que se conozcan los resultados de las investigaciones sobre la muerte de Rafael Nahuel, una vez más resurgen las mismas caras y los mismos nombres. Pero la gente ya empieza reconocerlos.
De hecho, la madre de Nahuel les espetó a quienes están detrás del reclutamiento de su hijo: “Ustedes me lo llevaron allá y me lo trajeron muerto en un cajón”. “No tenemos nada que ver con los mapuches, a Rafa le lavaron la cabeza y por eso terminó así”, completó el hermano de Rafael junto al cajón.
No se los puede subestimar. Tienen protección política. Hay grupos esperando que cualquier foco de conflicto sea la próxima mecha que encienda la bomba. No se limita a Jujuy ni a la Patagonia. El conflicto con los pueblos originarios es un problema que se arrastra, sin solución definitiva, desde los tiempos de la conquista y es pólvora esparcida en todo el territorio nacional. Y algunos sectores a los que el voto les fue esquivo quieren, como el viento andino, amontonar ese combustible letal y hacerlo estallar cuando llegue el momento oportuno.
Mucho cuidado: no hay que subestimar los hechos del sur como hacen muchos periodistas de Corea del Centro. Hay que mirar lo que está sucediendo en Chile. Tal vez mañana hablemos más extensamente de esto y repasemos qué es el mariateguismo y el viejo plan de sublevación indígena. Nada de todo esto que vemos está improvisado.