"Voy a ser implacable con la ética, no puede haber un mínimo desvío". La frase la sostuvo Mauricio Macri el 30 de octubre de 2017 en el Centro Cultura Kirchner. A su lado estaban María Eugenia Vidal y Marcos Peña. En el mismo ágape, el presidente de la Nación exigió a su equipo ser "austeros y humildes".
Hasta ahí, todo bien, correcto. Incluso necesario si se quiere, luego de tantos años de saqueo kirchnerista.
Sin embargo, todo ello cayó en saco roto a poco de ser pronunciadas esas auspiciosas palabras. Sobre todo luego de conocidos algunos escándalos que involucraron a sus principales “espadas”. Uno de los desaguisados fue el que complicó a Jorge Triaca, no solo por el nepotismo que involucró a su familia, sino también por las graves denuncias de su empleada Sandra Heredia.
El ministro de Trabajo tuvo a su empleada “en negro” durante años y luego le consiguió un conchabo en el Sindicato Obreros Marítimos Unidos (SOMU) para zafar de pagarle el salario de su propio bolsillo. ¿Cómo explicar semejante incongruencia por parte de aquel que debe velar por los intereses de los trabajadores argentinos?
Al caso Triaca le siguió un nuevo escándalo: las off shore de Luis Caputo. Una de las firmas a las que aparece vinculado, Noctua Partners, se encuentra en un paraíso fiscal, sitio existente al solo efecto de evadir impuestos o lavar dinero.
Caputo negó insistentemente ser dueño o accionista de esa empresa instalada en un paraíso fiscal, pero pronto la propia firma comunicó la participación directiva y accionaria del funcionario a la Comisión Nacional de Valores estadounidense.
En realidad, no se trató de nada nuevo: los vínculos entre el ministro y Noctua ya habían sido revelados en noviembre de 2017 en los célebres “Paradise Papers”.
No se trata solo de una cuestión de ética, sino de legalidad: está previsto a nivel legal que aquellos funcionarios que omitan declarar sus bienes ante la Oficina Anticorrupción serán pasibles de dos años de prisión.
En ese contexto, ¿cómo es posible que el macrismo persista en sostener a Caputo? ¿Dónde quedaron las proclamas deontológicas del gobierno?
Si acaso alguien abriga alguna duda sobre el respaldo oficial al ministro, es dable mencionar que hace apenas unas horas Marcos Peña defendió su “integridad y transparencia”. No es chiste.
Los casos de Triaca y Caputo son solo dos de tantos, hay muchos más, algunos tan o más graves. Son ejemplos que derriban de un soplido el pretendido discurso de Macri.
La cosa no es tan complicada, para actuar bien solo debe recordarse aquella frase de Max Weber: “El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones”.
No es poco.