Hay una suerte de preocupación en el aire en estas horas, referida a la liberación de varios referentes del kirchnerismo que estaban encarcelados por supuesto encubrimiento del atentado a la AMIA. Ello en el marco de la denuncia que hizo Alberto Nisman en 2015 rebatiendo el memorándum firmado con Irán.
Hordas de ciudadanos se lanzaron por doquier, principalmente en las redes sociales, a cuestionar a la justicia vernácula por haber excarcelado a personajes de la talla de Luis D’Elía, Jorge Khalil y Carlos Zannini.
"¿Qué hay en la cabeza de esos magistrados?", se preguntaban a coro cientos de miles de internautas en Facebook y Twitter, como si, en lugar de beneficiarlos con la quita de la prisión preventiva, los jueces los hubieran sobreseído.
Es insólito tener que explicar a esta altura que, entre la figura de “excarcelación” y la de “sobreseimiento”, hay una distancia similar a la de la Tierra y la Luna. ¿Acaso alguien leyó los fundamentos esgrimidos para aliviar la situación de los acusados judicialmente?
Principalmente, lo que refieren los jueces es que no hay riesgo de que los ahora liberados entorpezcan la investigación. Y tienen razón: ¿Qué podrían hacer todos ellos lejos del calor del poder? ¿De qué manera podrían complicar la indagación judicial?
Amén de lo antedicho, la discusión de fondo que prevalece es aún más espesa: ¿Qué tanto sustento tiene la denuncia de Nisman en contra del memorándum con Irán?
Para responder la pregunta, deben leerse primero las 280 fojas del escrito que el otrora fiscal especial de la causa AMIA elevó a la justicia en enero de 2015. Si de algo carece la presentación es de evidencia concreta que demuestre que hubo un delito detrás del impulso del acuerdo de marras.
No es menor el hecho de que se trata de un documento que fue votado por mayoría por ambas cámaras del Congreso Nacional. ¿No significa entonces que los que levantaron sus manos refrendando la medida deberían estar procesados también?
La denuncia es un absurdo jurídico, que asegura que detrás del memorándum hay una intención clara y demostrable de exculpar a los iraníes acusados por el atentado a la AMIA a cambio de algún favor, hasta ahora intangible. El concepto es interesante… pero la verdad es que hasta hoy eso no ha podido ser demostrado.
Todos son supuestos basados en más supuestos, pero nada concluyente. Y mientras tanto, la causa judicial está totalmente paralizada. Aún cuando hay evidencia de sobra para avanzar en pos de llegar a la verdad.
Lo que se oculta, y persiste en ser ocultado, se dejó ver en el juicio por encubrimiento del atentado a la AMIA. Allí quedó de manifiesto que la pista que permitiría entender lo ocurrido con el bombardeo a la mutual judía, fue dejada de lado de manera interesada.
Si se hubiera avanzado en ese sentido, se hubiera resuelto no solo lo ocurrido en la AMIA, sino también quiénes y por qué volaron la Embajada de Israel dos años antes —en 1992— y asesinaron al hijo de Carlos Menem en marzo de 1995.