Este martes se conoció una “primicia” que sorprendió a propios y ajenos: Daniel Santoro, a través de una columna en diario Clarín, publicó una “entrevista” al libanés Hibrain Yassin, quien aseguró que el grupo jihadista Hezbollah organizó y ejecutó el atentado contra la AMIA, ocurrido el 18 de julio de 1994.
El cerebro habría sido el fantasmal Imad Moughnieh, una suerte de comodín que usan los servicios de Inteligencia cuando no encuentran a quién acusar de puntuales hechos terroristas.
No es la primera vez que Santoro se pone como vocero del Mossad —servicio de inteligencia israelí— y parece que no será la última.
Oportunamente, el periodista dio nombre y apellido al supuesto conductor suicida de la Trafic que impactó contra la sede de la AMIA, un tal Hussein Berro.
Amén de que no existió ninguna camioneta —ninguno de los 200 testigos la vio— y de que la propia familia de Berro negó la versión, un estudio de ADN echó por tierra la pretensión de Santoro.
Ahora, el periodista estrella de Clarín —el mismo que la pifió con la supuesta cuenta en EEUU de Máximo Kirchner y Nilda Garré— vuelve a la carga con esta fantasía, acusando al terrorista Moughnieh, de quien no hay ni una prueba en el expediente judicial: ni siquiera hay evidencia de que hubiera estado alguna vez en Argentina.
Está claro que la operación proviene de los propios servicios israelíes, los mismos que vienen desviando la investigación AMIA desde 1994.
Por caso, Hibrain Yassin es una fuente interesada y tiene severos motivos para acusar a Moughnieh: según él mismo confesó en una entrevista en 2004, el terrorista habría asesinado a su pequeño hijo frente a sus ojos. ¿Qué mejor que cobrarse la revancha acusándolo del mayor atentado cometido en Argentina?
Hay en el mismo reportaje un dato sintomático: Yassin reconoce que era un “topo” desde el año 1982, aportando información a Israel de manera subrepticia. Fue en ese contexto que Hezbollah decidió torturarlo.
Entonces, aparece el gran interrogante: conociendo la reputación que ostenta esa agrupación, ¿cómo es que no lo asesinaron? ¿Por qué lo dejaron libre? Más aún: ¿Cómo es que lo liberaron sabiendo que Yassin conocía la supuesta trama detrás del atentado a la AMIA?
Está claro que se trata de una fábula, de las tantas ya escritas por Santoro. Tan o más falaces que la trama que busca involucrar a Irán en la voladura de la mutual judía.
Dicho sea de paso, persiste el desafío que lancé hace 20 años respecto de que alguien pueda presentar una prueba contra iraní alguno eventualmente involucrado en el atentado.
Entretanto, quien quiera conocer la verdad, puede descargarse el libro que este cronista escribió junto al gran Fernando Paolella en el año 2007: “AMIA, la gran mentira oficial”. Allí, no solo se documenta lo sucedido aquella ingrata mañana de julio de 1994. También se revelan todas y cada una de las mentiras —léase “operaciones”— del siempre servicial Santoro y otros periodistas afines.