Son tiempos complicados para el periodismo, días de precarización laboral y de ríos de dinero corriendo bajo mesa. De medios de comunicación que no son sustentables y deben socorrerse con fondos provenientes de la implacable pauta estatal, con todo lo que ello representa.
Operaciones de prensa, publinotas, autocensura, son algunas de las palabras que abundan en los últimos años en las redacciones, y que van en detrimento de la calidad de la información que estas brindan.
Todo aquel que quiera informarse en la actualidad —lectores, televidentes, oyentes— debe tolerar un insoportable tamiz de noticias que han pasado por un millón de filtros.
Entre otros, el de los anunciantes, el de las presiones político-empresarias e incluso el de los intereses del propio medio.
Lo que queda luego de todo ello, es información lavada e insustancial. Casi siempre irrelevante.
Entonces, cuando hay un medio que avanza a pesar de todo, que poco y nada le importa que le quiten la pauta del Estado por hacer periodismo honesto, uno debe celebrarlo, aplaudirlo.
Es el caso de editorial Perfil y, particularmente, revista Noticias. Allí se hace periodismo del bueno, contra los poderosos de turno. Siempre.
No me lo ha contado nadie, lo he vivido y lo he visto en persona. Durante el menemismo se han cansado de dejar en evidencia la corrupción oficial. Han puesto en problemas, no solo al entonces presidente de la Nación, sino también a sus ministros y secretarios. Muchos de ellos debieron renunciar por los señalamientos de sus periodistas.
Lo mismo hicieron durante la Alianza y el breve gobierno de Eduardo Duhalde. Y pusieron toda la carne al asador en tiempos del kirchnerismo. No existe medio de comunicación que haya hecho más investigaciones sobre Néstor y Cristina, ninguno. Les costó caro, ya que les quitaron la pauta oficial. No obstante, jamás decayó su labor periodística.
Hoy en día, hacen lo propio con el macrismo, enfocándose en sus actos de gobierno y destapando las ollas que pocos se animan a destapar, caiga quien caiga. Eso se llama “periodismo”, ni más ni menos. Y es para celebrarlo.
Estas palabras vienen a cuento de la última tapa de Noticias, donde se ha revelado que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, blanqueó 20 millones de pesos. Por hacerlo, los periodistas de Perfil han recibido furibundas críticas: entre otros epítetos los han tratado de “vendidos”, “mercenarios” y “kirchneristas”. Nada más lejos de la realidad.
Quien crea que alguien le puede pagar a algún periodista de Perfil para hacer una operación de esta u otra índole, desconoce cómo funciona ese grupo editorial. Se los puede acusar de muchas cosas si se quiere, pero no de ello justamente. Insisto, lo digo con conocimiento de causa.
He llegado a un elevado punto de hartazgo respecto de los “dictadores de la información”. Aquellos que creen que pueden aprobar u objetar lo que los periodistas queremos contar. ¿Quién los puso en ese pedestal? ¿Con qué autoridad se arrogan el derecho de decir lo que está bien o está mal?
Lo ocurrido con Noticias es insólito, porque la investigación en cuestión no se había publicado aún, solo había trascendido la portada de la revista, que saldría horas más tarde. Así y todo, los objetores de siempre salieron a denostar a diestra y siniestra a través de las redes sociales.
En lo personal, pude hablar con los voceros de Dujovne ayer por la mañana y jamás desmintieron la información, apenas sí la relativizaron y aseguraron que la fuente de donde provenía era ilegal. Es algo que tendrán que demostrar eventualmente.
Por lo demás, insisto en defender el trabajo de los colegas de Perfil y Noticias, es impecable. Hacen lo que se espera de ellos… y mucho más.
Como bien dijo alguna vez Rodolfo Walsh, “el periodismo es libre o es una farsa”.