En otras oportunidades me he ocupado con detalles de las patrañas de los artistas alcahuetes y genuflexos K (y de sus aliados ideológicos). Sus negocios y trapisondas al calor del poder político, sobre cómo el populismo abrazó la causa de los artistas, la cultura y el entretenimiento, para crear una realidad ficticia –un mundo mágico– que sólo existe en El País de Nunca Jamás.
Hoy, es el turno de otro relato: el de los colectivos del arte. La Real Academia Española (RAE), define el concepto de “grupo”: “pluralidad de seres o cosas que forman un conjunto, materia o mentalmente considerado”. El término “colectivo” (del lat. Collectivus: propio de un grupo, asamblea o reunión), es un sinónimo. Universalmente se utiliza la palabra “grupo” para designar a un conjunto de personas que se reúne para una determinada tarea. No obstante, con el afán de “resignificar” y crear una nueva cultura subrogante, el relativismo y constructivismo posmoderno (con su jerigonza insufrible) nos habla del “colectivo”, como una referencia de asociación clasista superadora. Dejando de lado estas estupideces semánticas, el único colectivo que conozco, es el de la Línea 168 (San Isidro -La Boca) que me deja en la puerta de la radio.
Ahora bien, si hay un grupo de manifestantes ruidosos que sirven para atracción turística y nada más, es el autoproclamado “Colectivo de Actrices Argentinas” (SIC), un mix de populismo de izquierda reaccionario (y bien digo reaccionario: yo también juego a resignificar los términos del nihilismo relativista). En primer lugar, su nombre, remite a una “falacia de composición”: consiste en hacer creer que lo que es verdadero para una parte, lo es para el conjunto. Arrogarse la representación de todas las actrices de nuestro país, es otra de sus mentiras. Son un grupo de individuos (alrededor de 400) que celebraron las mieles del poder kirchnerista y se enriquecieron. Mal pueden representar a la gran colonia artística de mujeres. La mayor parte de las actrices argentinas, no mezclan su trabajo profesional con la política “berreta” de capangas y mesiánicos. Están en sus estudios, se capacitan, crean arte (nuevas estéticas) y no se dejan cooptar por el poder político. Luchan por un salario digno y condiciones de trabajo sustentables. Son inteligentes, con valores, respetuosas y democráticas: ¡a ellas todo mi respeto y admiración!
En los últimos tiempos, el grupo de Actrices Argentina (asumidos activistas marginales, improductivos, epifenómenos), fueron partícipe de múltiples teatralizaciones al son del movimiento radical feminista vernáculo. Lo que no dicen, claro está, ¿por qué que no traccionaron su militancia pro-aborto en tiempos del régimen kirchnerista? Jamás este conjunto de individuos hizo marchas y movilizaciones como ahora. ¿Por qué el kirchnerismo no llevó el tópico del aborto al Congreso durante su gobierno? La respuesta la dio la ex diputada y Jefe de bloque del Frente para la Victoria (FpV), Juliana Di Tullio, quien expresó que su Jefa, Cristina Fernández (CFK) no quería (pese a que Néstor K y sus hijos sí lo deseaban). Por eso no se discutió en toda la década populista. Tuvo que venir el nuevo gobierno de Cambiemos y un presidente – no peronista – a proponer la discusión parlamentaria. Por último, nos enteramos que la actual senadora CFK – ahora arrepentida –, vio la “luz” de los pañuelos verdes y votó a favor de la legalización del aborto. Claro está, su hija Florencia y Máximo, le hicieron reiki en la cabeza y aparecieron las nuevas ideas. Todo un culebrón bien peronista. El panquequismo del grupo de actrices K es manifiesto. No hay convicciones, sólo verticalismo y espíritu de cuerpo. Son un acting medio pelo, que más temprano que tarde, una sombra ya pronto serás.
Con todo, lejos del poder, el conjunto de artistas genuflexos busca sembrar la división, el odio y el resentimiento en la sociedad, para ocupar espacios perdidos. Toda una sintomatología antidemocrática. Incluso la barbarie del planteo y chicanas al primer mandatario: una Carta Abierta al Presidente Mauricio Macri, para que forzara a los congresales a que voten afirmativamente la Ley del aborto. ¿Por qué no presionaron en tiempos de su amada ex presidente (no “ex presidenta”) Cristina Fernández a que instale el debate del aborto en el Parlamento? ¿Entre tantas fotos y alcahueterías de felpudo y aplaudidores, no quisieron plantearle a la procesada (hoy senadora) CFK, la necesidad de defender los derechos de la mujer y toda esa jerigonza antisistema? Indignante: hicieron mutis por el foro. No tienen fuerza ni legitimación moral sus planteos.
Conclusión: la Asociación de Actrices Populistas Argentinas (resignificada por su función y producción / nunca más: “Colectivo de Actrices Argentinas”), como un grupo de “comediantes” que deberían trabajar en el teatro. La farsa se da en el espacio escénico, el hecho creativo se funda con poesía, talento y el lirismo se muestra sobre tablas. Es el lugar natural para idealizar sus mitos y vivenciarlos. Fuera del teatro, hacer representaciones que fomenten el descontento popular, la división entre los argentinos, es intervenir en un juego de manipulación torpe y peligroso. Ya lo decía el notable pensador y estadista Domingo F. Sarmiento – y lo repetía el General Perón: “De todas partes se regresa, menos del ridículo”.
El grupo de Actrices Argentinas. Fuerza marginal de choque en la batalla cultural populista. Hoy, sin poder político, sin pauta, sin contratos millonarios, sus teatralizaciones tercermundistas caen en saco roto. Actrices populistas: la farsa es en el teatro, no en las calles. “De todas partes se regresa, menos del ridículo”.
Gustavo Contarelli