"El señor de los peajes". Tal el mote con el que conocían aquellos que lo frecuentaban a Claudio Uberti, otrora funcionario del kirchnerismo y hoy "neo arrepentido" luego de haber sido eyectado del poder hace una década, como fusible de un escándalo que salpicaba a lo más granado del gobierno de Néstor y Cristina.
Ayer nomás, el hombre que ingresó cuatro millones de dólares en el mismo vuelo en el que el venezonano Guido Antonini Wilson era demorado por una joven policía aeroportuaria -María del Luján Telpuk, hoy vedette- decidió acogerse al "sistema de protección de testigos" de cabotaje -como "imputado colaborador- y allí mismo confirmó haber sido uno de los más relevantes valijeros del gobierno K.
Por caso, dio detalles de cómo recaudaba dinero de empresas por orden de Néstor Kirchner y Cristina, a quienes luego les llevaba esos mismos bolsos. Su testimonio, como sostuvo Tribuna de Periodistas, es el más relevante de todos.
No se trata de empresarios que vieron la trama desde afuera, o choferes que anotaban lo que les parecía que podía llegar a ser -y a veces no era-, sino de alguien salido del riñón del propio kirchnerato. Una persona que vio todo desde el mostrador del mismísimo poder. ¿Cómo refutar su testimonio, coincidente y concomitante con las pruebas ya adquiridas?
No solo fue quien manejaba las coimas de las empresas y traía dinero desde Venezuela, sino también aquel que retiraba dinero de la Cámara Argentina de la Construcción. Es el nombre que aún no había pronunciado Carlos Wagner.
Su papel ha sido de tal importancia que, en 2008, cuando ya había sido dejado de lado del poder, sufrió un frustrado atentado. Lo reveló este portal ayer mismo, en esta nota.
El hecho ocurrió en la madrugada del 4 de junio de 2008, pocos meses después de que se descubriera el malogrado vuelo de Antonini Wilson y horas antes de decidirse a declarar ante el juez Daniel Petrone.
Ese día, dos supuestos policías trataron de ingresar al domicilio donde vivía con sus pequeños hijos, en el piso 11 del 3050 de la ostentosa Avenida del Libertador, en la CABA.
Los hombres se identificaron como parte de "la Federal" y juraron que tenían una orden de allanamiento. Sin embargo, no pudieron pasar por el filtro del guardia de seguridad, quien desconfió de la situación y decidió llamar a la comisaría de la zona. Cuando estos llegaron, los otros uniformados se habían esfumado. Ello explicaría la frase que en esos días le atribuyeron a Uberti dos periodistas de diario Perfil: "Tengo miedo de que me maten".
La ruta del dinero
Oportunamente, TDP hizo una exhaustiva investigación respecto de la ruta del dinero que provino de Venezuela.
En esos días, este cronista pudo confirmar que los fondos fueron a parar a una financiera llamada Pasamar SA, ubicada en la calle San Martín 580 1º A, autorizada a través del legajo 295 por la Secretaría de Turismo para operar en plaza.
Años más tarde, otro valijero, Leo Fariña, mencionaría a la misma firma como una de las que utilizaba el kirchnerismo para mover "dinero negro". Con un antecedente no menor: Pasamar aparece en el lapidario informe que la Comisión Especial sobre Lavado de Dinero de la Cámara de Diputados confeccionó en el año 2001.
Lo cierto es que, desde Pasamar, el dinero iba a ser reenviado a la sede del banco Credit Suisse First Boston, a través de la sucursal de Av. Leandro N. Alem 855, Piso 16º.
Los datos, con sus fuentes respectivas, fueron ofrecidos a la Justicia en el año 2007, pero nunca fueron tenidos en cuenta.
Hoy en día, la trama vuelve a la escena pública por los cuadernos de la corrupción K que destapó diario La Nación. Sin embargo, es solo una pequeña pieza de lo que fue la corrupción generada a partir de los negocios con Venezuela. Son parte de una trama de narcotráfico, crímenes y política que bien supo desnudar el entonces embajador Eduardo Sadous.
El un culebrón espeso, que difícilmente vuelva a reflotarse alguna vez. Es que, como dijo alguna vez Karl Marx, "la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa".