“Las drogas son las enemigas del futuro y de la esperanza, y cuando luchamos contra ellas luchamos por el futuro”. Bob Riley.
“No es nada nuevo, hace una década se ven alumnos que comercializan sustancias dentro de las escuelas, al menos en Buenos Aires”, dispara Claudio Izaguirre, titular de la Asociación Antidrogas de la República Argentina.
Sus palabras refieren al caso del colegio religioso Nuestra Señora de la Misericordia de Mendoza —hecho por el que lo consulto—, donde hace unos días se descubrió que había chicos vendiendo marihuana a otros alumnos del colegio.
Se trató de tres alumnos de tercer año que, en el baño del colegio, proveían a sus propios compañeros de esos mismos narcóticos. La organización tenía tal estructura que hasta habrían llevado un registro “contable” con los compradores de la droga. Allí aparecerían más alumnos de los que se creía, e incluso los precios de venta.
“Hay tres motivos por los cuales se da este fenómeno, de venta de drogas en las escuelas”, insiste Izaguirre. Y avanza: “1) El vendedor no se expone. 2) El joven aprendiz paga su propia dosis con la venta. 3) A las escuelas no entra la policía. De esta manera todos ganan sin peligro alguno”.
De acuerdo a las crónicas periodísticas, los adolescentes plantaban y cosechaban la marihuana que luego vendían. Sin embargo, fuentes oficiales dijeron que, en realidad, los chicos se proveían con otros dealers, en una organización que abarcaría a muchos otros colegios, y con la participación de adultos.
“En el circuito de la venta de drogas aparecen personas mayores que les aportaban las sustancias”, revelaron a Tribuna de Periodistas fuentes judiciales, sin mayores detalles. La información fue contrastada con funcionarios de la Dirección General de Escuelas de Mendoza.
Lo que sí pudo saberse es que la indagación avanza con gran velocidad en estas horas y esta misma semana habrá novedades al respecto. No obstante, vale aclarar que, contra todo lo que se cree, poner la lupa sobre menores de edad es más complicado que hacerlo sobre personas mayores.
“Entre otras cosas, lo que es complicado es andar haciendo trabajos de inteligencia sobre menores de edad”, puntualiza el titular de la Asociación Antidrogas.
No obstante, la investigación se llevó a cabo con cuidado y personal de Narcocriminalidad de Mendoza logró avanzar hasta dar con el domicilio de uno de los adolescentes implicados.
Entretanto, a efectos de “prevenir” eventuales ventas de drogas, el colegio impuso un claro protocolo: todos los alumnos deben ir al baño del establecimiento acompañados por preceptores.
A su vez, los padres de los chicos recibieron una oportuna charla por parte de Sergio Saracco, experto en estupefacientes y, a la sazón, titular del Departamento de Toxicología del Ministerio de Salud de Mendoza.
“Hubo una gran afluencia y excelente recepción con conciencia de que el problema que hoy tienen la mayoría de los colegios fuera abordada y enfrentada con responsabilidad por las autoridades del colegio”, relató sobre su exposición el propio Saracco a TDP.
Sus palabras parecieran desentonar con los dichos de Claudia Fontana, directora del Misericordia, quien decidió minimizar el tema al referir que “nosotros (por el colegio) no tenemos ninguna banda de narcotraficantes, ni tenemos un 50% de la población estudiantil consumidora”. Incluso, a la hora de hablar de la marihuana, la mencionó como “cigarrillos no convencionales”.
El caso es casi anecdótico si se tiene en cuenta que en otros establecimientos educativos mendocinos ocurre exactamente lo mismo. No se trata de algo casual, sino de un negocio muy bien pensado, por las “ventajas” ya descriptas.
“A todo ello debe agregarse que los profesores tienen un protocolo acordado que indica que el docente va a dictar clases y no debe meterse en cuestiones ajenas a su área laboral, lo que asegura que la comercialización no será molestada”, culminó Izaguirre ante la consulta de este diario.
Está claro que no alcanza con lo que haga la Justicia, ni tampoco con el cumplimiento del protocolo de los colegios. Para abordar la problemática, el debate debe ser amplio y alcanzar a las familias, tanto las implicadas en el tema como las que no lo están.
Al menos, eso es lo que dicen los que saben…