Susana Trimarco no es pródiga en escándalos, y menos aún polémica. Todavía debe la rendición de cuentas del año 2015 de su fundación, que asciende a más de 23 millones de pesos. Para el más despistado, se trata de dinero que le otorgó el Estado Nacional.
En vano, la madre de Marita Verón intentó presentar una serie de comprobante de escasa validez legal a efectos de justificar ese dinero. Allí, sin ponerse colorada, llegó a “aportar” sus propios tickets de gastos personales: peluquería, perfumes, telefonía celular y otros.
Obviamente, esos documentos —por llamarlos de alguna manera— jamás fueron aceptados como justificativo ni mucho menos. Ergo, Trimarco sigue sin rendir los fondos públicos que se le aportaron.
Para entender el contexto: sobre la base de una perfecta mentira, relacionada con la desaparición de su propia hija —ello está probado en mi último libro de investigación—, la madre de Marita Verón logró sonsacarle al kirchnerismo millones y millones de pesos durante años a cambio de apoyar a Néstor y Cristina y esconder la corrupción K.
Eso se acabó una vez llegado el macrismo al poder: si bien en un principio, merced a un eficaz lobby, Trimarco logró que el gobierno le siguiera aportando dinero —ciertamente, era dinero que se le debía—, pronto ese flujo se terminó cortando.
Para la madre de Marita Verón fue un durísimo golpe, ya que se había habituado a un nivel de vida que jamás antes había conocido. Por lo pronto, logró viajar asiduamente a países como Estados Unidos, Alemania, Francia y España.
A su vez, pasó de la total miseria —en mi libro cuento que en su vivienda no tenía siquiera calefón— a vivir como una reina, con choferes y guardaespaldas incluidos. Todo ello gracias a los ingentes fondos dinerarios que, como ya dije, le regaló el kirchnerato.
La desesperación llevó a Trimarco a intentar, una y otra vez, precisos acercamiento con puntuales funcionarios del macrismo. Jamás lo logró. La escucharon, sí, pero nunca dieron cabida a sus persistentes requerimientos.
Ello hizo que la mujer se volviera particularmente irritable. ¿Cómo volver al llano nuevamente? ¿Cómo resignarse a tener que volver a su añeja vida de pobreza?
Su derrotero llevó a que en las últimas horas trascendiera una anécdota que la tuvo como protagonista: ocurrió en el supermercado VEA ubicado en Av. Belgrano 3590 de San Miguel de Tucumán.
Allí, según refieren los testigos, Trimarco fue a pagar a la caja y no tuvo suerte: ninguna tarjeta ostentaba el efectivo suficiente. Ante ese inconveniente, ofreció pagar con un cheque… pero tampoco tuvo suerte. Las comprobaciones del súper así lo atestiguaron.
Fue cuando, evidentemente molesta, la madre de Marita Verón decidió partir raudamente del lugar, no sin proferir sus usuales epítetos. Basta mencionar que los ecos de sus insultos aún resuenan en el concurrido lugar.