Sorpresivamente, Elisa Carrió le tiró varias granadas conceptuales a Mauricio Macri y generó un gran enojo del presidente de la Nación y los festejos de Cristina y su banda.
La diputada dinamitó la relación con el jefe de estado con una seguidilla de tuits que en algunos casos parecían provenir de una dirigente opositora y no de uno de los pilares fundacionales de Cambiemos. Hablé con varias fuentes oficiales, entre ellas con dos ministros y un secretario de estado.
Todos hablan con Macri y me comentaron que el presidente caminaba por las paredes por la bronca por lo que dijo Carrió, pero más aún, por el momento en que lo dijo. Uno de los funcionarios me confesó: “Es una aguafiestas”.
Hace tiempo que no tenemos buenas noticias para dar, estamos haciendo un esfuerzo descomunal para cambiar el clima social y Carrió no nos dejó ni siquiera terminar de festejar el gol que significó el G-20”.
El ministro, apeló a la metáfora futbolera que tanto le gusta a Macri. Estábamos contentos celebrando el gol y de la nada, apareció nuestra aliada y nos pegó varios cachetazos mediáticos que cambiaron el eje de los debates públicos.
¿No podría haber esperado una semana aunque sea?, me preguntó uno de los colaboradores de Macri que consulté. Los que frecuentan a Patricia Bullrich me contaron que ella se sentía ofendida y agraviada.
El operativo de seguridad del G-20 fue un éxito superior al de países desarrollados y reconocido por todos los líderes del mundo.
“Patricia siente que está subiendo una montaña colosal con un esfuerzo sobrehumano para combatir a los narcos, a la inseguridad, a la corrupción policial y que Carrió, cómodamente desde su casa le tira piedras para hacerle todo mucho más difícil”. Esa es la síntesis de lo que me contaron. Y me plantearon la siguiente pregunta: “¿Vos crees que el anuncio de Patricia fue un capricho que se le ocurrió a ella?”.
Es algo que por supuesto tiene la aprobación del presidente Macri y que va en línea con el anteproyecto del nuevo Código Penal. Es un tema profundo, polémico que necesita la mayor seriedad y rigurosidad para resolverlo.
Así lo entendió el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey que le pareció positivo en líneas generales y que solamente le despierta dudas el tema de que las fuerzas de seguridad puedan disparar durante la fuga de un delincuente.
Cree que eso hay que precisarlo más para evitar males mayores. Pero Carrió fue letal: “No vamos a ir al fascismo, es violatorio de los derechos humanos, a la ministra se le fue la mano”, son algunas de sus definiciones.
Fue un claro mensaje contra el presidente Macri, la ministra Bullrich y también contra el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta que por la tarde se sumó a la propuesta de la ministra de Seguridad. Esta mañana Carrió, en lugar de calmarse, redobló su apuesta: “Al humanismo no se renuncia por demagogia electoral. No me importa perder votos”.
Durísima crítica plantear que su propio espacio político hace demagogia y renuncia al humanismo. Le recuerdo que un protocolo casi idéntico rige en países vecinos y muy democráticos como Uruguay o Chile. Y que fue la resultante de meses de consultas y búsquedas de consensos.
Hay varias preguntas que surgen de este episodio que daña muchísimo la cohesión de Cambiemos. ¿Por qué Carrió dijo lo que dijo? ¿Por qué no planteó el debate puertas adentro de la coalición?
Los que quieren a Carrió dicen que el gobierno no la convoca y que la deja afuera de las principales decisiones de las que se entera por los diarios. Los que no la quieren dicen que este es su estilo. Que es su forma de hacer política y que hasta fin de año le va a marcar la cancha al presidente y que el año que viene lo va apoyar con todas sus fuerzas para que puedan ganar las elecciones que se vienen.
La relación entre Carrió y Macri entró en un congelador y no se van a ver hasta fin de año por lo menos. Insólitamente se produjo una coincidencia entre las críticas de Carrió y Estela Carlotto. La abuela de Plaza de Mayo trató despectivamente a Bullrich como “gendarme” y dijo que “desprestigia el género”.
El horno no está para bollos. Ni para bromas. Cambiemos, como coalición de gobierno, está pasando por el momento de mayor debilidad desde que llegó al poder. La relación entre el presidente Macri y una de sus principales aliadas, Carrió, está al borde del precipicio.
En consecuencia, el jefe del estado, desnuda con impudicia una fragilidad política peligrosa e inquietante. Macri está entre la espada y la pared. Y sin embargo, Carrió lo sigue bombardeando con munición gruesa.
Ya le dijo de todo. Que le había perdido la confianza, por ejemplo. Lo condicionó como nadie. Le dio un plazo de seis meses para que elija entre Daniel Angelici y ella. Lo presionó como pocos. Aseguró que si no hace lo que ella quiere, se cae el gobierno.
Carrió erosionó la investidura presidencial como nunca antes. Pasó todos los límites y Cristina, La Cámpora y los presos de la mega corrupción de estado aplauden con esperanza.
No hay demasiados antecedentes en la historia: una de las principales figuras de Cambiemos le inició juicio político a un ministro de Cambiemos. Cuesta entenderlo. Cuesta explicarlo. La principal socia de Macri en términos simbólicos, inició el proceso para destituir a un ministro designado y ratificado por el presidente. Esto es mucho más grave que una calentura o un enojo circunstancial.
Es una jugada autodestructiva imperdonable. Macri, Carrió y el radicalismo deberían saber que están bailando sobre el Titanic. Que se están peleando en medio de una tormenta económica perfecta que necesita respuestas urgentes de la sociedad.
El espectáculo es patético. Pornográfico, diría yo. Están cayendo en las encuestas y dividen a sus simpatizantes y a sus propios votantes entre los que dicen “Lilita tiene razón” y los que argumentan que “A Macri no se lo puede herir tan profundamente”.
Ella dice que con Macri está en un divorcio tan transitorio como necesario. Están jugando con fuego. Amenazó con una posible ruptura en seis meses. Es decir, seis meses antes de las elecciones, tal vez las más trascendentes de la historia.
El problema es que el costo político que le produce a Macri es muy alto. Justo en el peor momento de la economía, cuando el país está transitando un ajuste y una estanflación que liquida el salario, el empleo y la ilusión de mucha gente, Elisa Carrió le tira más nafta al fuego.
Los trapitos sucios deberían lavarlos adentro y salir todos juntos a defender las mismas decisiones. Respeto profundamente el coraje, la formación intelectual, la honradez y la vocación republicana de Carrió. Critico su personalismo que no le ha permitido armar un partido más grande. Muchos grandes dirigentes pasaron por sus filas y se fueron asfixiados por la concentración de las decisiones.
La mayoría de las veces, el huracán Lilita es un viento muy fuerte que limpia la mugre de la política y los gobiernos. Pero a veces, en su potencia arrasadora, se lleva puesto parte de la investidura presidencial y de la vocación de unidad de Cambiemos.
Se puede tener toda la razón del mundo. Pero hay maneras de decirlo sin pegarse tiros en los pies. Todos los días Macri recibe la embestida golpista de los kirchneristas del club del helicóptero. Carrió y Cambiemos no debería darle pasto a las fieras. Y mucho menos tirarse tiros en los pies. O tirarles a la cabeza de su propio electorado. Eso es suicida.