“Alberto Asseff se sumó con UNIR a Juntos Somos el Cambio. La decisión se tomó en el marco de una reunión con el ministro Cristian Ritondo”, anunció el viernes a última hora el hiperactivo Miguel Pichetto en su cuenta de Twitter, con una foto de los tres. No es una muestra más de la amplitud que está mostrando la alianza oficialista desde la incorporación del rionegrino; tampoco es que el partido del veterano dirigente vaya a traer demasiados votos a las arcas del exCambiemos. Ni siquiera una mojadura de oreja al massismo -que tanto disfrutaría Macri, atento a su encono personal con Sergio Massa-, pues Asseff supo ser aliado del Frente Renovador. El dato importante es que el partido UNIR era hasta entonces el sustento legal de la candidatura de José Luis Espert, quien se apresuró a hacer saber que la misma seguía vigente.
Operador nato, el presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó, expresó a los acreditados en el Congreso durante el agasajo del Día del Periodista que el gobierno debía resolver un tema que podía resultarle un inconveniente serio como es el de los candidatos capaces de absorber votos del oficialismo, léase José Luis Espert, Juan José Gómez Centurión y ni qué decir de Roberto Lavagna. Porque en un escenario tan polarizado como este, el oficialismo no está en condiciones de resignar ningún punto.
Y lo cierto es que en estas elecciones se está dando una circunstancia inversa a lo que sucedió en 2015 y 2017, cuando candidatos peronistas le quitaban votos al kirchnerismo. Hoy Cristina y compañía se han asegurado un frente tan amplio y diverso que el cierre de listas dejó innumerables heridos. Pero lo cierto es que hoy el gobierno no tiene a nadie que le despierte esperanzas de poder restarle votos a la fórmula de los Fernández. De ahí que hayan extremado medidas para tratar de que se bajen esos candidatos que disputan el mismo voto que Juntos Somos el Cambio.
De diálogo permanente con Monzó, Miguel Pichetto tiene claro ese objetivo y de ahí la negociación con Alberto Asseff, que salió recompensado con un puesto en la lista de diputados de seguro ingreso. Como si ya no tuviera problemas el oficialismo para atender las exigencias de los socios y las necesidades propias. El caso más sonoro de este cierre de listas dentro del oficialismo fue la no renovación de Daniel Lipovetzky. Hombre de Daniel Angelici, el diputado del PRO fue nada menos que el encargado de manejar el debate del aborto en la Cámara baja, de ahí que cuando se supo que podía quedar afuera inmediatamente se pensó en un castigo por su embanderamiento con la causa verde.
Diversos voceros dejaron claro que eso no era así, con el ejemplo de que Silvia Lospennato, enfática defensora de la causa verde y autora del discurso más impactante durante ese debate, sí figuró en la lista para renovar. Pero tampoco es que la cuestión del aborto no haya tenido que ver. Por un lado, se sabe que incomodó bastante entre los celestes del oficialismo el alto perfil que en ese tema tuvo el diputado. Lo malo es que, dicen, también habría caído en desgracia ante el propio Presidente.
Más allá de ese caso puntual, lo cierto es que el gobierno una vez más se desentiende de una cuestión clave para el caso de que siga en el poder: arma las listas atendiendo los requerimientos de los socios, la necesidad de conformar a los sectores internos, pone algunas figuras que pueden atraerle votos… pero no tiene en cuenta qué necesita en cada cámara. Y eso después se nota -y mucho- en el Congreso. Pasó en 2015, pasó en 2017 y vuelve a pasar esta vez.
Como sea, al menos ahora está haciendo política. Urgido por las circunstancias, echó mano a Asseff para erosionar la estructura de Espert, y el mismo día el Presidente y Marcos Peña convocaron a Olivos a Darío Lopérfido, que un día antes había bajado su candidatura a jefe de Gobierno… por el frente de Espert. El argumento del exsecretario de Cultura fue que no quiere terminar favoreciendo la vuelta del kirchnerismo.
Y el mismo viernes Macri recibió a la y flamante diputada electa Amalia Granata. La mediática llegó a su banca embanderada en la causa celeste y es un claro ejemplo del peso que el aborto y “las dos vidas” parecen tener para estas elecciones. Todos los partidos que participarán de las mismas se preocuparon por tener en sus filas a verdes y celestes, de modo tal de no desatender a esos dos sectores tan demandantes. Y el oficialismo está muy atento a los 15 puntos que Granata obtuvo en la elección santafesina.
Precisamente esa elección dejó mucha tela para cortar. Como sucedió en todas las elecciones realizadas este año, el peronismo salió a festejar no solo sus éxitos, sino sobre todo los malos resultados de Cambiemos. Es verdad que pareciera advertirse una ola peronista, así como en 2015 se percibía una demanda de “cambio”. Pero en el caso de Santa Fe, los 40 puntos que obtuvo Omar Perotti no pueden ser traspolados al Frente de Todos per se, ni los 18 puntos de José Corral representan el techo de Mauricio Macri. Tampoco se puede ilusionar Roberto Lavagna con que el 36% de Antonio Bonfatti vaya directamente a sus arcas. Un gran porcentaje de esos votos, quizá la mitad, podrían favorecer a Juntos Somos el Cambio en la elección nacional, duplicando entonces los votos del radical Corral. Y es seguro que una parte de los 40 puntos de Perotti no acompañarán a la fórmula que contiene a Cristina Kirchner.
Esto se ve más nítido en la elección para diputados santafesinos. Ahí el gobernador Miguel Lifschitz obtuvo 38 puntos, y el candidato peronista, de origen kirchnerista, 17. Apenas dos puntos más que Amalia Granata. El candidato de Cambiemos consiguió un 12% en ese rubro. Hay que atribuir de todas formas semejante desproporción a que en Santa Fe hay boleta única.
Pero amén de ello, y como ya se ha dicho, las provinciales son elecciones muy distintas de la general. Y si alguna conclusión quisiera extraerse de las 21 elecciones ya celebradas este año es que la gente tiene preferencia por candidatos moderados.
Por eso es que todos han buscado en esta campaña volcarse hacia el centro. Comenzando por Cristina Kirchner, que llegó a ceder el primer lugar de la fórmula a su ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que hasta ahora siguió haciendo lo que sabe: operar. Desde que Cristina lo ungió, se ha dedicado a su tarea de siempre como operador político; a partir de este 22 de junio deberá transformarse en candidato.
Mientras tanto, ha convocado figuras que maquillen la presencia omnipresente de kirchneristas, como Matías Lammens en la Ciudad de Buenos Aires, o por supuesto Sergio Massa encabezando la lista para diputados. A propósito, el líder del Frente Renovador está convencido de que su vuelta al kirchnerismo no será su cajón de Herminio. Para esquivar esa figura busca difundir la certeza de que él se encargará con Alberto Fernández de entornar a la expresidenta para evitar que vaya a incidir demasiado en su gobierno o que el mismo termine radicalizándose.
Pero mientras los puestos más visibles son cubiertos con la mayor amplitud, en la provincia de Buenos Aires, donde más lugares hay para ocupar y Máximo Kirchner tiene la lapicera, los intendentes están que trinan por el armado de las listas. “Otra vez La Cámpora nos acostó”, deslizó el viernes un jefe comunal de la primera sección electoral.
Habrá que ver cómo logran armonizar un colectivo tan diverso como es el Frente de Todos, en la que Cristina Fernández se ocupa de hacer campaña con presentaciones de su libro en las que se siente a gusto, pero en las que no está a salvo de patinar. Como cuando en Rosario el jueves la emprendió contra la gobernadora Vidal y su estado civil, mostrando una postura extremadamente conservadora. En rigor, no hizo más que repetir lo que ya había escrito en su best seller… Previamente había salido en defensa de Hugo Moyano, a quien por la mañana, también en Rosario, Mauricio Macri había elegido como blanco. Curioso discurso presidencial en un Día de la Bandera y en el ámbito de un colegio, pero tuvo toda la intención de buscar un adversario de mala imagen que pueda reportarle rédito. Además de confesar que le hubiera gustado ser la “amante” de Belgrano, la expresidenta recordó que justo antes de ser elegido Presidente, Macri había inaugurado un busto de Perón con Moyano. Quizá para recordarle al peronismo que ahora se acerca al gobierno que el exmandamás xeneize puede ser también de amores efímeros.