De nada le sirvió a Gustavo Béliz haber estado entre los “10 Jóvenes Sobresalientes de Argentina” en 1987, ni ser distinguido en 1999 por Time y la CNN como uno de los “50 Líderes Latinoamericanos del Tercer Milenio”. El difunto Néstor Kirchner siempre priorizó el verticalismo antes que la sapiencia, así que cuando llegó la hora no dudó en mandar fletar a su destacado ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos.
Aunque el detonante fue haberse opuesto a la orden presidencial de que los efectivos policiales estuvieran desarmados durante una protesta frente a la Legislatura, los roces venían de antes, conforme Béliz se iba dando cuenta de lo fuerte y estratégica que era para el gobierno la alianza que había establecido con la SIDE, organismo de inteligencia hoy extinto.
Joven destacado, periodista y político con estudios en la London School of Economics, Béliz era uno de los cuadros más prometedores, sobre todo luego de su renuncia como ministro de Interior de Carlos Menem, de quien se distanció por casos de corrupción que enlodaban la gestión del riojano.
En 2003, ni bien fue nombrado por Kirchner en el Ministerio de Interior, Béliz tomó la transparencia como bandera personal y la emprendió contra los miembros de la Corte Suprema bajo sospecha de corrupción, de manera que nunca fue bien visto por nadie que ostentara poder.
Pero el quiebre llegó en 2004, cuando se desbarató una red de escuchas escandalosas, una SIDE paralela que funcionaba a sus espaldas. Dice el rumor que Béliz reclamó enérgicamente a Kirchner para desarticular las escuchas y dicen que le lanzó una advertencia temeraria: que era muy tentador contar con información estratégica mal habida, pero que eso tenía un precio exorbitante. Era como hacer un pacto con el Diablo, y en particular, Béliz le apuntó a un espía hoy tristemente célebre, Antonio Jaime Stiuso.
“Vos podés creer que si pinchás teléfonos para tener información sos más poderoso, pero un día vas a ver que sos esclavo de quien los pinche”, habría vaticinado Béliz a Kirchner según lo informó el diario La Nación durante una reunión en Casa de Gobierno, la última que tendría con el entonces presidente. Néstor, a quien no le gustaba ni medio rodearse de gente librepensadora, lo cortó en seco. Eso fue el 23 de julio de 2004.
El castigo no tardó y al día siguiente Béliz recibiría la llamada de un intermediario -el entonces Jefe de Gabinete y hoy candidato a presidente, Alberto Fernández– con el que Kirchner le mandó decir que juntara sus petates y que se fuera adonde mejor le pareciera.
Echado como un perro, Béliz estuvo lejos de agachar la cabeza y se presentó en el programa de Mariano Grondona, “Hora Clave”, para denunciar la complicidad del gobierno en aquella SIDE paralela y de paso para escrachar al espía Stiuso mostrando su fotografía. Todo eso, sumado a su afirmación de que la campaña electoral de Kirchner había contado con financiamiento de fondos reservados de la ex SIDE, el ministro despedido se ganó en el acto un boleto al exilio con fecha de regreso abierta.
Béliz se fue a trabajar al exterior, primero a Washington y después a Montevideo, donde estuvo hasta 2014, cuando regresó a Buenos Aires. Cuando le preguntan, recuerda que se había hartado de las humillaciones y malos tratos del ex mandatario, quien –aseguró- “hacía lo mismo con todos”.
Detrás de él vendrían otros funcionarios lanzados al medio de la calle por instrucción de Néstor y Cristina Kirchner. Los más recordados son sin duda el ex jefe de Gabinete, Sergio Massa, y su antecesor, justamente Alberto Fernández (que hoy, parece mentira, integra fórmula presidencial con CFK, aquella jefa ingrata). Y ni hablar de Martín Redrado, cuando se negó a que el Banco Central funcionara como prestamista del Tesoro y se atrincheró en su despacho durante el caluroso enero de 2010, desatando una situación divertida y vergonzosa a la vez.
Pero ninguno de ellos mostró las agallas del calibre de las que sacó a relucir Gustavo Béliz cuando se fue contra el poder kirchnerista y contra la ex SIDE, apuntando al espía que once años después iba a reaparecer en escena de la peor manera, envuelto en la tenebrosa muerte del fiscal Alberto Nisman (Con información de la Agencia NP).
en argentina, tener razón es peligroso