Héctor Gambini no aprende con el caso Nisman. Insiste en publicar sus erráticas notas en diario Clarín plagadas de datos tergiversados y, en la mayoría de los casos, falsos. No se cansa.
Suelo preguntarme si alguien le paga por ello, porque es imposible insistir en pifiarla a pesar de pasar papelón tras papelón.
He escrito media docena de artículos periodísticos, refutándolo sobre la base de los datos del expediente en cuestión. Este fue solo uno de ellos, donde puntualicé error tras error.
Un botón de muestra que permitirá mensurar la calidad periodística de Gambini refiere a una nota del año 2017 en la cual llegó a decir que el arma que Diego Lagomarsino le llevó a Nisman “estaba cargada con balas de alta tecnología y punta hueca, como las que usan los sicarios en los crímenes por encargo”. Lejos de tal pretensión, está probado en el expediente que las balas eran… ¡del año 2002!
No solo eso: el propio Lagomarsino entregó las municiones —44 proyectiles en total— y el dato, por si alguno abriga alguna duda, aparece a fojas 136.
Ahora, en una nueva nueva entrega de sus desaciertos, Gambini publicó en diario Clarín una nota con un título rimbombante: “Un espía detrás de Lagomarsino, la nueva pista del caso Nisman”.
Quien lee semejante “novedad” queda inmediatamente sorprendido, porque pareciera que se trata de alguien que se relaciona íntimamentecon el informático que le dio el arma al malogrado fiscal del caso AMIA.
Sin embargo, ello no es así. El propio Gambini lo admite en la “bajada” de la misma nota: “El domingo en que Nisman estaba muerto y aún no habían hallado su cuerpo, un agente de la SIDE fue tomado por una antena de telefonía que queda a sólo una cuadra de la casa de Lagomarsino, en Martínez”.
En buen romance… se trata de una antena que capta el llamado de un celular de entre decenas de miles que capta cada una de esas antenas, que, dicho sea de paso, tienen un alcance de más de un kilómetro.
Y se ve que es relevante en este caso solo porque esta en particular queda cerca de la casa de Lagomarsino. Nunca antes se ha visto algo semejante.
Entonces, uno se pregunta: ¿Hay comunicaciones concretas entre el celular del espía y el informático? No, ni una. Pero el vínculo sí aparece en la cabeza fantasiosa de Gambini.
Dicho sea de paso, no se trata de nada novedoso como asegura el periodista de Clarín. Es parte de un añejo informe que contiene varios cruces de llamados y que ni siquiera es mérito del fiscal Eduardo Taiano, sino de aquella que lo precedió, Viviana Fein.
Pero Taiano le hace creer a Gambini que es un hallazgo de él, porque es seguro que el periodista necesita escribir una nota aniversario por los cinco años de la muerte de Nisman y no tiene nada nuevo. Y apela al fiscal, que se ha vuelto célebre por vender pescado podrido a los periodistas.
“Es el Juan José Galeano del caso Nisman”, me dijo hace poco un colega sobre Taiano, en referencia al primer juez del caso AMIA, que terminó siendo destituido por encubrir el expediente de marras.
“En su momento Taiano nos engañó con el diariero de LeParc que era un empleado de un ministerio de Macri. Intentó vendernos el bolazo de que un agente de la SIDE apodado Kato tenía algo que ver. Duró dos días, Kato terminó trabajando de portero y nunca tuvo nada que ver”, recordó al respecto el colega Pablo Duggan este viernes, autor de uno de los libros que se publicaron sobre Nisman.
Nada que agregar. A cinco años de la muerte del fiscal especial AMIA, lo único que se sabe es que el expediente que investiga su muerte está totalmente paralizado.
Ello parece explicar los manotazos de ahogado. La desesperación judicial —y periodística— se avizora a lo lejos...