Los médicos cubanos son una marca registrada en el mundo. Son una raza que se multiplica a una tasa muy superior al crecimiento vegetativo de la humanidad.
Están en todas partes. Se ofrecen “humanitariamente” para ayudar con su sapiencia única a quien los necesite.
En Venezuela, por ejemplo se multiplican por miles. Una vez le pregunté en el programa “Intratables” al presidente del Partido Comunista de la Provincia de Buenos Aires por qué Venezuela no expulsaba a todos los agentes cubanos que tenía en su territorio.
Su respuesta fue categórica: “Son todos médicos”, me dijo. ¡Jajajaja! ¡Ni siquiera reparó en que la ignorancia de su respuesta contenía la confirmación de lo que le preguntaba. Traduzcámosla para hacerla fácil: es como si me hubiera dicho, “los médicos son todos agentes”.
La exportación de la revolución cubana se basó, desde los años ’60, en una serie de operaciones de inteligencia para infiltrar distintos países de Latinoamérica (en mayor o menor medida, casi todos) con agentes especializados en terrorismo, guerra de guerrillas y adoctrinamiento social. El Che Guevara, además de sus incursiones armadas, desplegó algunas de esas operaciones encubiertas personalmente bajo nombres falsos.
Una de esas operaciones fue la infiltración de agentes bajo el camuflaje médico, dada la también inventada “excelencia” de la medicina cubana.
Desde hace un año y medio la expresidente Cristina Fernández viene viajando a Cuba con la excusa de visitar a su hija. En esos viajes se diseñó un plan de arribo cubano a la Argentina.
El 22 de febrero último, cuando la epidemia del coronavirus ya era un problema para el mundo y la Argentina estaba a días de decretar la primera cuarentena, el sistema informático del aeropuerto internacional de Ezeiza “se cayó”. Nunca nadie explicó qué pasó, pero a miles de personas se les franqueó el ingreso sin control. Nadie sabe quién entró.
La pandemia ahora da la oportunidad de acelerar el plan y de que aparezcan los que aparecen siempre: los médicos. El gobierno acaba de autorizar la llegada de 200 “médicos” cubanos que sin hacer ninguna cuarentena de ingreso irán directamente a “trabajar” a la provincia de Buenos Aires.
Esta gente vendrá a hacer contacto con los agentes orgánicos locales, con Horacio Verbitsky, por ejemplo, para que le faciliten el acceso a los lugares de penetración; todo permitido y estimulado desde las esferas más latas del gobierno, empezando por la vicepresidente en ejercicio, la bola de resentimiento con forma humana de mujer, conocida con el nombre de Cristina Fernández.
Ese es otro capítulo que alguna vez habrá que estudiar: cómo la multibillonaria Fernández, fanática de Louis Vuitton, Christian Louboutin, de Rolex y de gustos impagables, guarda un odio bilioso a quienes producen lo que consume y le gusta. Se trata de un fenómeno de psicología cuyo trauma seguro hay que buscar en los pañales de su infancia.
Pero volviendo al tema principal, esta alianza del gobierno con el fascismo comunista (que ha tenido otro capítulo -también “justificado” por la emergencia- en el envío de un avión de la provincia de Buenos Aires en un inconcebible viaje al país que originó la pandemia -China- en busca de “insumos” que nadie sabe qué contactos hará, con qué información vendrá y qué otros “acompañantes podrán venir en ese vuelo… Recordemos que el gobierno del kirchnerismo le concedió por 50 años una franja de soberanía nacional a China en la provincia de Neuquén para la instalación de una base “científica espacial”, que paradójicamente está controlada por el Ejército Rojo y a la que ningún argentino puede entrar sin autorización de China) resulta muy preocupante y no está teniendo en los medios el tratamiento y la cobertura que debería.
Nadie está hablando de esto y el campo parece despejarse para el avance del totalitarismo comunista, como ocurrió de a poco pero incansablemente en Venezuela, hasta que, de pronto, todo el mundo advirtió que estaba viviendo en una mísera y gigantesca prisión rodeada de miseria y a cargo de una nomenklatura de capitostes que se había quedado con todo.
El avance comunista en el país resulta francamente alarmante. Infiltrados en las estructuras de otras organizaciones políticas -porque si van de frente con su nombre y con sus verdaderas intenciones sobre la mesa sacan el 2% de los votos- se las han ingeniado para encaramarse en lo más alto de los lugares de decisión.
Hoy, por ejemplo Carlos Heller, un agente orgánico del comunismo vernáculo, se sienta a la derecha de Fernández para diseñar el robo de lo que la gente ganó con su trabajo, su innovación, su creatividad y su esfuerzo, bajo el formato del “Impuesto Patria”. (Cuando escuchen la palabra “Patria” en boca de un funcionario kirchnerista, siempre sospechen robo)
Si dejamos avanzar este “sketch” de los “médicos” sin siquiera ponerlo sobre la mesa de las cuestiones con las que estar alerta (ya que obviamente no tenemos herramientas para evitar que el gobierno permita su entrada) vamos a arrepentirnos seriamente en un futuro cercano.
Más cercano de lo que parece. ¡Abramos los ojos por favor! ¡No dejemos que un ejército silencioso, pero muy eficiente en lo que hace, pudra las mentes de inocentes que luego nos conducirán al facismo comunista más rapaz!