Las cuarentenas existen desde hace miles de años. Viene del latín, “quadraginta”, 4 veces 10. Se usó puntualmente en Venecia con la peste negra (bubónica) en 1348. Duró 40 días, no más. Hoy se sabe que la mayoría de las enfermedades se incuba en un tiempo menor.
Se sabe que la Argentina es un país curioso, las reglas que rigen en el resto del planeta no las comparte. La cuarentena argentina empezó el 20/3/2020 y se va estirando como un chicle usado, una y otra vez. Ahora hasta el 17/7/2020. Lo que implica que duraría 121 días. ¡Para el Guiness!
“El aislamiento social preventivo obligatorio”, se declaró por DNU. El relato explicaba que era para amesetar la pandemia y dar tiempo a la adecuación del sistema sanitario al posible pico de la misma. Dicen que el pico se aproxima. Y el sistema sanitario no está en condiciones. ¿Por qué?
¿No bastaron los 100 días? No, se necesitan 3 semanas más. Por ahora. Luego serán… Llega un momento en que la pregunta más básica es: ¿nos mienten para controlar a la población? ¿O son absolutamente inoperantes y no saben qué hacer? En los dos casos la Argentina está en problemas.
A esta loca y siempre insuficiente cuarentena hay que sumarle los resultados negativos, más allá del fracaso en poner a punto el sistema sanitario. La economía del país, que ya venía desde los finales del macrismo en recesión, se paralizó. Las quiebras se multiplican.
Una economía que no produce, no compra y no vende. Mientras el pequeño comerciante, el mediano y el grande, se preguntan si será posible sobrevivir a este salvaje atentado al más elemental sentido común. La gente no trabaja. Eso genera pobreza, desesperación, angustia y falta de horizontes. Pero el gobierno exige el pago de impuestos.
No dejan trabajar a la gente. Pero los integrantes de los 3 poderes que gobiernan el país, no se rebajaron el sueldo, no achicaron el estado. Y siguen cobrando inverosímiles impuestos, 168 impuestos. Después de la República de las Islas Comores, somos el país con más impuestos.
Los daños psicológicos, en particular en los dos extremos de la vida, niños y gente mayor, serán incalculables. Lo único que trabaja en 3 turnos de 8 horas todos los días laborables, es la casa de la moneda. Los billetes ya valen menos que el papel prensa. La solución del gobierno es emitir.
Se supone que Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof deben haber valorado el tremendo costo político de las medidas que tomaron una vez más. Medidas que necesitarán más controles. Pero nadie puede controlar a todos todo el tiempo. Además, no son eficientes.
En particular la provincia de Buenos Aires desconoce la eficiencia en el conurbano. Y corren, los tres personajes, el serio riesgo de no ser obedecidos. Si la cuarentena se deshilacha, que es lo más probable, la falta de autoridad en política no tiene vuelta atrás. Carcome al poder.
Alberto Fernández insiste en su dilema, “salud o economía”. Obviamente elige la salud. Pero no es “o” en este caso es “y”. Un delicado equilibrio entre las dos cosas. Los gobiernos sabios así lo hicieron. Porque la pobreza enferma, el hambre mata y el gobierno no puede mantener (escasamente) a la mitad de la población todos los meses, durante años.
El Presidente insiste en “proponer”, pero él no propone, él ordena. El “propone” que la gente se guarde en su casa, pero le ordena que lo haga. “Propone” el cierre de comercios, pero lo ordena bajo penas que se conocerán más tarde. ¿El Presidente miente o sólo es hipócrita?
Y la frutilla del postre: “Todos juntos”…pero aislados.