El presidente, la vice y sus fieles seguidores podrán subestimar y maldecir a la masiva protesta que se vivió en distintos puntos del país con un eje lógico en pleno centro porteño. Alberto Fernández y Cristina Kirchner podrán apuntarle a un Mauricio Macri, darle un poder de fuego que carece, y decir que es una maniobra política de Juntos por el Cambio. Porque su negocio es atar el banderazo a la oposición.
Pero fue la movilización más importante contra el gobierno de Fernández a poco más de 8 meses de haber llegado a la Casa Rosada. Y eso no lo pueden ignorar con la política del avestruz.
Entre la convocatoria se levantó la bandera de la reforma judicial y el atropello a las instituciones, pero desde el oficialismo se prefiere decir que fue una marcha de los anticuarentena, de clase media o media alta, que se oponen a la estrategia oficial y que no les importa que todos nos contagiemos.
Es cierto, la gente salió a la calle y desafió la cuarentena y al virus, pero también es cierto que los vienen desafiando importantes sectores de la sociedad que nada tienen que ver con esta protesta ni con lo que fue Cambiemos. Son sectores que comulgan con el gobierno y con Cristina. Basta con recorrer todos los días el conurbano para ver cómo se desafía la cuarentena en barrios donde el votante ha sido mayoritariamente kirchnerista o peronista. Los desafían, en muchos casos, quienes necesitan salir para poder llevar a su casa lo poco que pueden juntar para alimentar a sus familia.
Hoy, en la calle, se mezclaron gente y consignas en boca de ciudadanos que votaron a Macri o que votaron a Fernández desencantados con la gestión del Ingeniero.
Entre esas consignas, estaban la cuarentena que lleva 5 meses, la grave crisis económica y social, la reforma judicial y el aumento de la Corte a medida de Cristina y las graves causas judiciales que la afectan junto a sus hijos. También, el frustrado intento de estatizar Vicentín, el doble comando que cada vez se hace más evidente entre el presidente y la vice, la falta de trabajo, la creciente pobreza y el aumento del delito.
Si algo no le gusta al kirchnerismo es que le ganan la calle. Esa fue una obsesión de Néstor Kirchner y luego de Cristina. Hicieron todo lo que pudieron pero terminaron fracasandon. Y la historia se puede repetir, aunque seguramente lo intentarán cuando se levante la cuarentena.
La experiencia de Europa y Estados Unidos demuestra que la pandemia y la cuarentena empujan a que la gente proteste en la calle. Y que se mezclen los reclamos. La Argentina no es la excepción, pero con un condimento político interno muy importante de una grieta que está muy lejos de cerrarse. La cuarentena la ensanchó aún más.
En ese marco, opositores dejaron al descubierto sus propias debilidades o diferencias. Juntos por el Cambio puso en una misma vereda a Macri, Patricia Bullrich y Elisa Carrió, pero en la otra estaban los dirigentes con funciones de gobierno por el porteño Horacio Rodríguez Larreta y el jujeño y radical Gerardo Morales.
Rodríguez Larreta, que negocia semana tras semanas la cuarentena con el Presidente y el gobernador Kicillof, tomó una prudente distancia de la convocatoria y Morales, cuya provincia dio un vuelco dramático por los contagios, directamente se opuso.
Halcones y Palomas, la historia de siempre en la política que afecta a unos y otros. El gobierno debe tomar nota de lo ocurrido y también de que Cristina mucho tuvo que ver en la bronca de la gente que no quiere que intenten llevarse puesto una vez más al Poder Judicial y que el relato vuelva a gobernar. Algo que el Presidente tiene la obligación de evitar.
En definitiva, después de la protesta. ¿Cambiarán Alberto y Cristina?. Por ahora, todo indica que no.