Eduardo Duhalde está seguro. Habla con la seguridad de quien conoce el paño de la trastienda de la política. “O Alberto rompe con Cristina o no llega a diciembre”, jura a quien quiera escucharlo.
Lejos quedaron sus disculpas por su vaticinio de un “golpe”, exabrupto que atribuyó a los problemas psicológicos que provoca la cuarentena. "Se me fue la lengua, no pienso lo que dije", sostuvo entonces.
Fue más una declaración para salir del paso que otra cosa. De hecho, sigue insistiendo en el mismo tópico en sus charlas privadas.
En ese contexto, ahora mismo trabaja para que el presidente de la Nación quiebre su alianza con la vicepresidenta, cada vez más frágil.
El 17 de octubre es la fecha límite. Asegura que, de no lograrlo para entonces, luego será cooptado por el kirchnerismo duro.
Para meter presión, Duhalde adelantará un día la célebre jornada “de la Lealtad peronista”, en el contexto de un acto que llevará adelante junto al titular del gremio de Gastronómicos, Luis Barrionuevo.
Uno y otro despuntarán este viernes en el marco de una ceremonia que se realizará en el Monumento a Perón ubicado en la plaza Agustín P. Justo, en las avenidas Paseo Colón y Belgrano, en el bajo porteño.
Duhalde y Barrionuevo no estarán solos: despuntarán allí referentes del PJ de la talla de Guillermo Moreno, Julio Bárbaro y Carlos Campolongo, además de los sindicalistas alineados con Barrionuevo, como el cotitular de la CGT Carlos Acuña, Daniel Vila (Carga y Descarga), Oscar Rojas (maestranza) y Roberto Solari (guardavidas), entre otros. De más está recordar que todos los mencionados están enfrentados con el kirchnerismo.
Comparten con Duhalde una certeza: los K no son peronistas, a lo sumo son “montoneros”. Así los califican peyorativamente en sus encuentros privados.
Por eso, perciben solo dos posibles escenarios en el mediano plazo: o Alberto rompe con Cristina y toma el control de la agenda —hoy en manos de esta última— o la vicepresidenta volará de un plumazo al jefe de Estado para asumir el control del Ejecutivo.
Hay una tercera opción, que es la menos probable: que siga todo como hasta ahora, en una convivencia incómoda, que ya mostró fisuras elocuentes en casos como Venezuela, Vicentín y toma de tierras. ¿Cuánto más podría mantenerse esa cohesión?
De todos modos, pase lo que pase será trágico lo que viene. Porque ninguno de los escenarios logrará generar la confianza que precisa el país para calmar a los mercados. Y a los ciudadanos.
Las horas venideras serán de enorme intensidad política. Es lo que prometen de un lado y del otro.
Tal vez se puedan ir alquilando algunos balcones.
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