Leamos esto: "Si la angina comienza en la amígdala izquierda se recetará mercurius bio-iodatus. Si la amígdala derecha es la primera afectada, se dará mercurius proto-iodatus acompañado de lycopodium (una hierba)". (Fuente: Jean-Pierre Willem, ¿Qué es la homeopatía?, Lidium, Buenos Aires, 1993, pág. 78).
Cuando el clima se presenta frío y seco y aparece la tos, corresponde administrar al paciente acónito, nuez vómica o Hepar sulfhur, pero cuando el tiempo es frío y húmedo se recetará dulcamara o Rhus toxicodendron. (Ob. cit. pág. 78.
¿Es esto científico? ¿Se aplica aquí un criterio objetivo? ¿O más bien subjetivo? ¿Fruto de la investigación o más bien de creencias anacrónicas propias de la herbolaria popular?
Sigamos. Los prosélitos del Dr. Hahnemann, quien a comienzos del siglo XIX fijó los principios de la homeopatía, poseen la manía de aplicar motes vegetales extraídos muchos de la nomenclatura binaria linneana de género y especie, y de minerales y animales, a sus pacientes según sus comportamientos.
Así dicen que las personas " nux vomica y pulsatilla duermen de espaldas, con los brazos cruzados por encima de la cabeza. "Cinco personas duermen boca abajo, a saber: belladona, bryonia, colocyntis, medorhinum y stramonium. (Todos nombres botánicos en latín, aplicados a personas).
Y lo notable: rododendron cruza las piernas. Sulphur busca sitios frescos de la cama. El niño modorrhinum, duerme en posición genupectoral (plegaria mahometana). (Ob. cit. pág. 89).
Comentario al paso en forma de pregunta: ¿Es esto científico o más bien una broma?
En la interpretación de los sueños, los homeópatas no son menos fantasiosos a la manera de Freud, y dicen que: los sueños de agua son característicos de los síntomas de retención de agua como les ocurre a los que padecen de insuficiencia cardiaca y corresponden naja y crotalus (¿Qué es esto para el lector lego en materia de nombres científicos? ¡Nada menos que víboras venenosas, cobra una y cascabel la otra; también cactus y digitalis. (Quizás aquí, como terapia, sólo se salven la digital que contiene digitalina utilizada en cardiología) y cactus grandiflorus, pero más adelante veremos como se invalida esta acción por causa de las diluciones homeopáticas ).
Por su parte, a los psicóticos que poseen malas relaciones con el agua, una deficiente distribución orgánica y esencial sensibilidad a la humedad ambiente, corresponde thuja (una planta) y natrum sulfuricum (un compuesto químico).
Los sueños con fuego (seguimos con las fantasías de esta gente que casi rozan al psicoanálisis) son propios de los justicieros, poseedores de cierta agresividad, que se valen de la noche para realizar aquello que no pueden durante el día.
Un tal hepar sulphur es el que concurre a los templos (dicen los homeópatas) con el fin de nutrirse de las llamas de las velas y se trata de un pirómano a carta cabal. Las personas de carácter apático y que padecen de ansiedad, también sueñan con el fuego, y en este caso el señor anacardium orientale (anacardo oriental: una planta terebintácea para los botánicos) y el "señor" hepar sulfur, son intolerantes durante el día, pero de noche su impulso justiciero se revela en forma de sueños de fuego que contrastan con la pasividad del día. Don kreosotum (creosota:sustancia química que se obtiene del alquitrán de la madera o hulla) es víctima de quemaduras en las encías y sueña también con fuego.
Los sueños sobre la muerte rondan alrededor de la "señora" Lachesis y es natural que así sea ya que, Lachesis es el nombre de una gran serpiente americana cuya mordedura es mortal y lleva precisamente el nombre de una de las tres parcas: Lachesis, Cloto y Atropos), a quien se atribuía la facultad de determinar la duración de la vida de los seres humanos. ¡Pamplinas!
Los "fosfóricos", inquietos, sueñan frecuentemente con ladrones y aquellos que han sufrido de traumatismo afectivo y se ven sumidos en la desdicha e inseguridad, serán liberados gracias a las dosis de árnica (nombre común de diversas plantas).
Los sueños amorosos corresponde a nux vomica (nuez vómica), y los obsesos sexuales y que sufren de ardor uretral, a sathisagria y deben tomar estas drogas.
En cuanto a los niños, el que lleva el mote de calcaria carbónica es un gran comilón, que pasa las noches agitadas y se despierta frecuentemente.
Kali bromatus, coffea, ignatia, se excitan e impresionan por las imágenes de la televisión.
El niño pulsatilla es afectuoso y requiere ternura.
Todo este despliegue de motes ridículos surge del "key note". ¿Qué es el key note en homeopatía? Es la clave que conduce al diagnóstico. Una vez identificado el signo ( lachesis, agaricus, anacardium, etc.) específico de cada paciente, se receta el medicamento que "se convierte en el remedio" del individuo portador de ese signo.
En otros ejemplos más estrafalarios aún, al que no tolera ver un cuadro torcido se le receta argentium nitricum. Al niño que escribe mal y con tachaduras se le da agaricus. Si alguno tiene miedo que se le acerquen se le da arnica. Al que siente deseos de matar hay que suministrarle mercurius. Si confunde presente con pasado, necesita cicuta virosa.
Si un señor llora cuado oye un discurso es cuprum y hay que administrarle cobre para que se calme. Don ignatia (haba de san Ignacio), puede digerir piedras pero no yogur. El señor plumbum (plomo) teme que lo asesinen o lo envenenen. La señora sepia se peina con la raya al medio. Natrum carbonicum llora cuado escucha un piano. Alumina siente fobia por la sangre o ante los instrumentos cortantes como cuchillos y hasta se dice que puede cometer un asesinato, y... así sucesivamente... (Véase ob. cit.pág. 137 y sigs.)
Cuando el homeópata detecta alguno de estos signos que denuncian un problema, ya sabe qué remedio tiene que recetar. Como se ve, es fácil. Sólo se requiere una buena memoria o un completo vademecum o "key note".
Todas estas tonterías no son otra cosa que frutos de la imaginación, y la pauta para condenar tan radicalmente esta práctica, en parte herbolaria, en parte química, nos la da el hecho de que la homeopatía utiliza diluciones infinitesimales en la preparación de sus brebajes.
Podemos ver en sus preparados la presencia de terribles venenos como el arsénico, la cicuta, el acónito, la nuez vómica (que contiene estricnina), pero como las diluciones infinitesimales de estas sustancias llegan prácticamente casi a la nulidad, los "medicamentos" así fabricados no sirven para nada, y así se explica que se toleren las sustancias extremadamente tóxicas.
Además, en homeopatía, las dosis de los "principios activos" (en estos casos ya inactivos) no se aumentan en proporción al peso del paciente, como así tampoco con la gravedad sintomática, tal como se enseña en las universidades, y esto es otra locura e inconsciencia, pues de este modo se entretiene a los pacientes graves con placebos, mientras que el mal que requiere una atención urgente o inmediata por parte de la Ciencia Médica, continúa avanzando.
Locuras van, locuras vienen, entre estas tenemos la "memoria del agua". ¿Qué es esto por favor?
Desafiando a la química, se dice que "en biología (que es bioquímica) habría (solo habría) 'un efecto molecular' ¡en ausencia de toda molécula!".
En homeopatía se habla, con todo desenfado ante la ciencia, de diluciones atómicas y hasta subatómicas que pueden ser efectivas contra las enfermedades. Una dilución de 10 elevado a la 18a. potencia (un uno seguido de 18 ceros), esto es un trillón, es admitida como eficaz para curar.
Además, dicen, que dos personas afectadas por la misma dolencia, deben recibir tratamientos diferentes en atención a su personalidad (como ya hemos visto). Es decir que se atienen al aventurado axioma homeopático que reza: "hay enfermos, no enfermedades". De modo que si dos pacientes sufren de depresión, pero uno es arsenicum album y el otro es lilium tigrinum, hay que administrarles a cada cual el remedio específico de acuerdo a su personalidad. Lo mismo si sufren de anginas, al señor mercurius se le administrará mercurius solubilis, en cambio al paciente hepar sulphur este preparado, es decir de acuerdo con su personalidad y no con su enfermedad.
¿Qué dicen a todo esto señores médicos "oficiales"? (léase, auténticos). Repito, ¿es esto científico? Creo que con lo descrito como muestra, ¡es suficiente!
Todo parte de una creencia: en homeopatía se pretende curar enfermos, no enfermedades. Se trata, se dice, de una medicina de la persona en cuanto individuo. "La homeopatía parte del órgano enfermo para explorar al hombre en su identidad más íntima: las agitaciones de su vida".
"Este arte médico - dicen - supone que el remedio se adapta a la identidad del paciente. Por eso se indica tal o cual remedio a tal o cual paciente, luego de tomar nota de todos sus síntomas, ese remedio se convierte en "su" remedio. Es una suerte de estado civil médico. Podría decirse "señor Sulphur", "señorita Pulsatilla", "señora Lachesis", etc. (Ob. cit. pág. 17). Aunque los tres tengan la misma enfermedad y hay que tratarlos con sustancias diferentes.
Esto es, evidentemente, tomado al pie de la letra, un disparate, porque nadie puede negar que un antibiótico de amplio espectro recetado por la medicina clásica no pueda arrasar con múltiples afecciones y sea válido para todos, así se trate de la señorita "Cyclamen", de la señora "Sepia", del señor "Arnica" o del niño "Magnesia fosfórica".
Si bien muchos oncólogos, por ejemplo, están de acuerdo en que el mismo tipo de cáncer puede encontrar distintos terrenos para su desarrollo, avanzar o curar según la respuesta individual del paciente, esto no da asidero a la homeopatía para exagerar a tal punto la idiosincrasia de cada paciente como relacionar a los caprichosos, temerosos, detallistas, a los que poseen inclinaciones religiosas, costumbre de sentarse sobre una sola nalga, fobia a los instrumentos cortantes, etc., con plantas, animales y minerales y preparar con estos los brebajes adecuados para cada caso.
Ahora bien, peyorativamente y con justa razón, ¿no se parece todo esto a las mancias como la astrología (cada individuo pertenece a un signo; en homeopatía cada paciente está encasillado, con un rótulo), y a los amuletos?
Parecen ser las mismas mentalidades tanto las que creen en la astrología y otras mancias como en los amuletos, las que crearon la pseudociencia llamada homeopatía (de homeo : semejanza o igualdad; patía: enfermedad; a partir del Dr. Hahnemann con sus herederos que son legión hasta el presente (con sus variantes).
También parten de cierto esoterismo cuando nos explican el mecanismo de curación. Según ellos: "se obtiene respuesta orgánica si hay "resonancia" entre la información del medicamento y las estructuras (vibratorias) del individuo" (Ob. cit. pág. 16). Este es el motivo por el cual los homeópatas no aumentan las dosis según el peso del paciente. ¡Claro!, lo esencial es poner en marcha armónicamente "las vibraciones en resonancia" (?).
Con esto basta para curar tanto a un delgaducho que pesa sólo 50 kilogramos como al hombretón obeso que carga en su cuerpo 150 kilogramos.
"En caso de enfermedad, se trata de estimular el organismo con algunos gránulos. Cuanto más aguda es la enfermedad, tanto más frecuente tiene que ser la estimulación, esto es la toma del medicamento". (Ob. cit. pág. 16).
En el caso de un mal crónico se debe proceder a la inversa, dicen que las tomas diarias se deben reducir pero el tratamiento requerirá mas tiempo.
En resumen, se posee una idea de que el organismo es un mecanismo que debe vibrar armónicamente, al unísono con el entorno. Si esto falla por influencias psíquicas, por ejemplo, en una persona que entra en conflicto consigo mismo o con el mundo, las bacterias, virus, hongos y protozoarios patógenos atacan. Si no hay tal desequilibrio todos los agentes patógenos son mantenidos a raya. Se tiene una fe ciega en el mecanismo inmunológico del individuo; se acepta de buenas a primeras cierta perfección de la naturaleza, que todos estamos igualmente equipados con defensas naturales eficientes y que todo ataque patológico surge de un desequilibrio que puede ser una preocupación, la ambición desmedida, la nostalgia, la ansiedad y "mil" problemas psíquicos más.
No vamos a negar que los problemas psíquicos influyen en cierto modo negativamente en la eficiencia del sistema inmunológico. Un prolongado estado de estrés puede predisponer al individuo a un ataque cardíaco. Algunos médicos alópatas sostienen también que incluso el desarrollo de los tumores malignos (teoría cuya demostración aún está en pie, y creo que puede haber algo así) de distintos tipos puede ser frenado en su avance incipiente por anticuerpos elaborados por el organismo. Pero hay un detalle muy serio que falsea toda generalización en lo concerniente a defensas orgánicas. No hay que olvidar que la naturaleza es ciega y que a lo largo de la evolución de las especies vivientes sobre la base de mutaciones biológicas aleatorias, han aparecido individuos heterogéneos y en el aspecto patológico, tanto bien, regularmente, como mal equipados para la defensa. (Véase de: Ladislao Vadas La esencia del universo, Ed. Reflexión, Buenos Aires, caps. VIII y IX).
Fijémonos sin más en el problema del shock anafiláctico. Ciertas personas se sensibilizan de tal modo ante el veneno de las abejas por picaduras frecuentes que, si se trata de apicultores, estos si no poseen buena protección. se ven obligados a abandonar el manipuleo de las colmenas. Otros individuos, a raíz de una simple picadura de una hormiga en el labio pueden producir un espasmo de glotis. Estos, evidentemente, son errores de la naturaleza en el sentido de respuesta orgánica exagerada ante los agentes extraños que penetran en el cuerpo, reacciones que incluso pueden conducir hacia la muerte.
Lo mismo ocurre con las personas en general a las que se pretende, según el equivocado principio homeopático que endiosa a la naturaleza, estimular el sistema inmunológico con la falsa creencia en la respuesta uniformemente segura. A esta se añaden otras falsas creencias: la de la supuesta eficacia de las diluciones infinitesimales que nunca pueden ser efectivas; cierta supuesta ley de los semejantes ( similium) según la cual las enfermedades son tratadas con sustancias similares a las que provocan, en el hombre sano, la misma enfermedad, y la que se basa en apodos dados a los pacientes según sus gustos o sus fobias que no tienen por qué estar asociados a cierta enfermedad, pura invención como el señor Sulphur, caluroso y bonachón o la señora Cicuta virosa que confunde el presente con el pasado, cual "retratos" previos que son tomados en cuenta antes de recetar el estimulante adecuado a cada personalidad.
La reacción del enfermo al "medicamento", si es que la hay, no tiene nada que ver con que le gusten los pájaros o las mariposas, o que se trate de un caprichoso que no soporta que lo miren (como el niño Chamomila), o que antes de toser se lleva la mano a la garganta como lo hace Arum triphyllum. Estos son todos disparates. Es como decir que la esmeralda combate la acción de los venenos; el berilo protege de los enemigos; la amatista aleja la tristeza; el jade sirve para combatir las paperas; el jaspe favorece la fecundidad y otras tonterías por el estilo del tema de los amuletos.
Las diluciones homeopáticas se obtienen por sucesivas divisiones de las sustancias básicas llamadas "tintura madre" en el diluyente que puede ser: para los líquidos alcohol y agua; para los sólidos lactosa. Según la escala centesimal se toma una parte de sustancia activa en 99 partes de disolvente. Así se habla de diluciones centesimales : 4ª (4 CH)... 9ª (9 CH)... l5ª. (15 CH) y hasta 30aª (30 CH). (La anotación de CH significa C: cien y H: Hahnemann).
Ahora bien, si la dilución 9 CH corresponde a un trillón es fácil colegir que una dilución 30 CH equivale prácticamente a una nada. Mas no hace falta remontarnos a la dilución 30 CH ni mucho más. Según los biólogos, a partir de la dilución centesimal, no quedan más moléculas básicas en la preparación.
¡Desafiando a la nada! los homeópatas continúan sosteniendo que el "milagroso" medicamento sigue siendo eficaz incluso en niños y animales en la 12ª dilución centesimal y aún más allá.
Esto es una locura, pues se llega al extremo de pretender curar con la nada entrando ya entonces en el terreno sobrenatural, pero por otra parte se nos aclara el panorama cuando consideramos que ciertos enfermos se "curan" o alivian por efecto de la persuasión a la manera de un placebo que sugestiona al paciente. Estas son las únicas "curaciones" las más de ellas consistentes en alivios pasajeros. De este modo se puede curar con agua pura, té, almidón diluido, vinagre con azúcar o almíbar, siempre y cuando el paciente crea recibir un eficaz producto curativo de sus achaques generalmente de origen psíquico. (Se calcula que un 36 % de los pacientes que acuden a los hospitales o al consultorio médico particular, son enfermos imaginarios). Estos son los que se alivian, los que se hacen problemas por todo y somatizan sus desequilibrios. Se sienten mejor y son los asiduos concurrentes al consultorio homeopático. Pero aquel que padece de una dolencia seria que se guarde, por favor, de caer en manos de quien lo va a "entretener" con diluciones de "nada" como panacea también de la nada, porque ¡su vida corre peligro!
Lo "curioso" es que en experimentos realizados con animales, las reacciones farmacológicas con dosis altamente diluidas, no se manifiestan. ¿Será que los gatos, perros, conejos, gallinas y otros "bichos" no le temen al crepúsculo que agranda las cosas (recomendación homeopática: berberis); ni le tienen miedo a los aparecidos (recomendación Bromum); ni son de aquellos que no pueden soportar a sus amigos durante el embarazo ( Conium); ni son tímidos que lloran ante la menor alegría (Lycopodium)? (Los términos entre paréntesis equivalen a las preparaciones que según los homeópatas se deben administrar en los distintos casos). ¡El ridículo canta a gritos!
Concluimos en que los homeópatas parecen haberse olvidado no sólo de los animales enfermos, sino también de los vegetales que también tienen sus patologías, cuando hablan de pacientes y personalidad.
En efecto, pasando al terreno veterinario, para aplicar el principio del doctor Hahnemann habría que determinar primero el tipo de personalidad de un caballo, de un cocodrilo o de un canguro para solo entonces recetarles a cada cual la dilución adecuada. ¿Obtendríamos así al caballo Sulphur, al cocodrilo Arnica y a la señorita cangura Pulsatilla?
Y en el ámbito botánico ¿habría que reconocer primero la "personalidad" de un manzano para tratar su peste, o a la vid para atacar el oidio (un hongo parásito) que la destruye?
Todo esto confirma que la homeopatía es sólo un placebo, sus efectos no pasan de pura sugestión. ¡Señores! Creo que está todo dicho.
Ladislao Vadas